UN FRASCO BOCÓN LLENO DE
LOTERÍA
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano
Recorriendo
mentalmente el camino de la vida, se vino la figura de lo que en algún tiempo
fue una prestigiosa tienda de propiedad de una mujer de buen corazón, que lo tubo
todo otrora de la bonanza del algodón en un hermoso pueblo del caribe
colombiano.
Tenia
unas vitrinas grandes, un mostrador de madera en forma de L, sobre de él, unos
quince frascos de vidrio con tapa, en donde pienso que habían galletas de
panela, arropillas, turrones, bolitas de coco, tamarindo, cacao, ajonjolí,
trompadas, pudines, caballitos, ponqués, merengues de huevos y más.
Los
anaqueles con compartimientos grandes, me los imagino llenos de telas para
hacer pantalones, supernaval, naval, otomana, paños, lino, overol de trabajo y
ropa para damas.
Botas
pantaneras, rulas, piedras de amolar, palas, cavadores, escobas, rastrillos,
sacos de algodón, latas de manteca, petróleo, sal y más.
Pero
la realidad fue que esa tienda- almacén se vino a pique, los motivos los
desconozco, ahora lo de buen corazón de parte de su dueña, era que a todo
lotero que llegaba a su tienda le compraba hasta toda la lotería y lo mandaba
para su casa a atender sus hijos y su mujer.
El
hueso duro era cogerle la hora a su hijo, un algodonero de carácter que hasta
pelaba el revolver que llevaba en el cinto cada vez que veía un lotero a los
alrededores de su casa, y los amenazaba de muerte, la custodia era permanente y
uno por uno iban llegando a la tienda después que el hijo se marchaba a atender
sus inmensas tierras cargadas de algodón.
Corrieron
los años y no se supo más de la señora de la tienda, pero como este mundo va
dando vueltas en un mismo eje y las casas de la tierra están en un mismo sitio,
un día de la vida llegó razón de la bella señora de la tienda en un pueblo
macondiano de esta costa caribeña.
En
un Salón de clases de una prestigiosa Universidad entraron los Primíparos y uno
a uno se fueron presentando con nombres apellidos y región de donde venían, sus
estudios cursados y sus planteles educativos, me llamó la atención uno de
ellos, sus apellidos eran similares al del hijo de la señora de la tienda,
cuando se terminó la clase, le hice la entrevista y como buen investigador y
sabueso policial, además abogado di en el calvo con punta de acero.
Era
nieto de la señora de la Tienda de los frascos vacíos en donde reciclaba todos
los billetes de loterías que perdía todos los días, ya a esas alturas ella no
existía pero su nieto dio todos los detalles habidos y por haber, al
preguntarle por los frascos comentó que ella en sus últimos días de vida se
dedicó a ayudar a las personas más necesitadas, que le compraba lotería a
cuanto lotero se presentaba a su casa, que su papá no gustaba de esos loteros
que la estaban arruinando, más de lo que estaba, pero lo que no comento fue que
su abuela se ganó un billete de Lotería de Medellín y le dio al lotero que le vendió el premio a
comienzos de la década del setenta, un obsequio por valor de setenta y cinco mil pesos y con esa plata ese joven se
vino para Barranquilla a estudiar y progresar.
No
aguanté el cortado de la conversación y le confesé al joven estudiante que mi
persona conocía a su abuela y a su papá,
que era uno de los Jóvenes Loteros que cada día le llevaba la suerte a su casa
y me tocó contarle mi historia de vida que para bien fue ascendente siendo hoy
un multiplicador del conocimiento, compartido con jóvenes que quieren superarse
y dejar atrás momentos difíciles.
q bien Pacho. no serias el q se gano el premio. aunque lo mejor es todo el conocimiento q te ha dado la vida. Felicidades
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