sábado, 12 de septiembre de 2015

ENTRE LAS VERDES Y LAS MADURAS

ENTRE LAS VERDES Y LAS MADURAS
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano-Región Caribe

Prospero, Inocencio, Gaspar y Marielvira, son cuatro hermanos que Vivían en un pequeño poblado anfibio, en compañía de su madre, protegidos por su tío materno, porque a decir verdad, su padre no era un determinador en el hogar, cuenta Gaspar el tercero de los cuatro hermanos, que en el patio de su casa sembraban todo lo relacionado con pan coger y de eso se alimentaban, su tío Pancracio sembraba arroz que vendía en la población de edificios, no había que comprar casi nada eran autosuficientes en el hogar, de pronto llegaban a la tienda a buscar lo que hacía falta para la comidas del día y eso era a base de trueque.

Contábamos con mi tío Pancracio, el hacía las veces de padre, no sé porque lo mataron, lo trajeron en una hamaca, con cinco tiros de fusil, yo pensé que venía dormido, llegó mucha gente al entierro, mi mamá decía que nos quitaron el sostén del hogar, Prospero con un cuarto de primaria, Inocencio con tercero, mi persona solo podía deletrear y la niña solo empezando a caminar.

En el invierno fuerte el agua del majestuoso río, se metía en la casa y había que hacer tambos para poder vivir la temporada, pareciera una exageración pero con anzuelos y atarrayas pescábamos desde la sala de la casa y sacábamos bocachicos, bagres y pacoras, moncholos y doncellas, cuando íbamos para la población de los edificios en una chalupa o en yonson los sábalos saltaban del agua y caían dentro de la canoa, era una abundancia total que a pesar de las condiciones de vida que llevábamos vivíamos bien.

A los cinco días de enterrar a mi tío Pancracio, mamá estaba empacando en cajas de cartón la ropa y otros enseres y salimos a la población y de allí cogimos un bus grande que roncaba, los tres pavos que nos trajimos los metieron en la parte de atrás del bus en un deposito con rejillas, y vinimos a parar a una gran ciudad, la ciudad de las luces, de las casas de colores, de música y alegría, donde la gente baila en las calles, donde hay que comprar hasta un limón, hay que pagar los recibos de agua, luz.

Nos alojamos los cinco en casa de mi tía Ninfa una hermana de mi papá, esa casa era bonita y grande pero no se podía jugar dentro de ella ni tirar la saliva en el piso, tampoco se podía pescar, las matas eran de adorno, no daban frutos, no había mango, níspero y ciruela, los pajaritos estaban encerrados en jaulas, no eran libres al igual que nosotros, todo era distinto para nosotros, ese era otro mundo, nos prohibieron salir a la calle, porque nos podía atropellar los carros que pasaban a velocidad de una chalupa.

Un día mi tía Ninfa me dijo que atravesara la calle con mucho cuidado y le comprara un Plátano en la tienda y llegue a la farmacia de la esquina a comprar el plátano, era la única tienda que había visto alrededor de la casa y como allá en el pueblo todo se vende junto en la tienda.

A los pocos tiempos de vivir en casa de mi tía Ninfa, ella estaba molesta con nosotros, decía que no éramos humanos por el comportamiento que presentábamos y le dijo a mi mamá que se mudara, en ese tiempo había una invasión de terreno bien al sur allá llegó mamá con Prospero mi hermano mayor y compraron un terrenito y allí levantaron una casa con palos y cartón y allí nos metimos los cinco, siempre nuestra madre nos decía que había que estudiar y salir adelante, que no debíamos de portarnos mal y ser bien educados, que la pobreza es riqueza cada vez que tu frente este en alto.

Y para terminarles el cuento el taxista Gaspar, que nos trasladó de un centro comercial del sur de la ciudad donde bailan en las calles, nos dijo que sus dos hermanos mayores se fueron para Venezuela y cuando regresaron construyeron una media agua en material, a los pocos días a su humilde vivienda que ya era una pieza de material llegó un señor y nos dijo que si queríamos estudiar en el Sena, anotaron en una planilla a Prospero e Inocencio, el primero estudiaría Mecánica de Motores y el segundo Electricidad.

Así fuimos mejorando la calidad de vida, a mi hermano mayor lo emplearon en una empresa de la zona franca y después se fue para la Drumon, entre todos le construimos una buena casa a mi mamá con patio y sembrados como allá en el pueblo, al frente de la casa construyeron una urbanización y el entorno mejoró, todos nos casamos y trabajamos, este taxi es de mi hermano mayor, el me ayuda a ganarme la vida, valió la pena tanto sacrificio, pero mis recuerdos están intactos en mi mente de mi bello pueblo, mientras Gaspar narraba su historia de vida, mi esposa que venía a mi lado, trenzando su brazo con el mío, me miraba y sonreía, doce mil pesos costó esa carrera de taxi aquí en la ciudad de la alegría, después de cancelarle al taxista Gaspar le entregué una tarjeta de presentación personal, con la dirección de mi Blog: entrecuentosporrosyfandangos.blogspot.com, para que lea mis cuentos que como el  de Gaspar, los de Gabriel García Márquez, David Sánchez Juliao, el compae Pello y Reinaldo Ruiz Arrieta, salen del alma y enriquecen el acervo cultural de nuestros pueblos de la región Caribe Colombiana.

Gaspar y mi persona somos de la misma región, tenemos muchas cosas de vida en común y ambos llegamos a la Arenosa a buscar mejor forma de vida y extrañamos ese sábalo saltando del agua con una fuerza tan grande que peligraba la embarcación, a ambos nos hace falta el arroz subido, los cuatro filos y la cosecha de pan coger en el patio de la casa, sembradas por esas manos arrugadas de nuestra mamá.


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