EL INGENIERO DOMADOR
DE MULOS
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano
Hay Artes que se heredan de nuestros Padres, es el
caso del Ingeniero, al lado de su progenitor
desde niño, lo vio batallando con mulos cerreros, el animal más peligroso
de montar y amansar, como todo arte tiene su ciencia en particular, el
Ingeniero a sus doce años, ya sabía el resabio de esos híbridos, especialistas
para cargar y sacar los alimentos de las montañas, adaptados a la adversidades
del terreno.
En el relevo generacional tomó las riendas del oficio
y se fue posesionando y posicionando que agarró fama en la región de los montes
de María la Alta en Bolívar, habían meses que domaba treinta mulos cerreros, o
sea uno por cada día, tan pronto se apoderaba de la rienda y el cabresteo, tres
vueltas de campana en un corral de madera, era mulo manso, disponible para
subir a la sierra y bajar con dos bultos de ñame espino más el jinete encima.
Adquirió el ingeniero un terreno de unas cuarenta hectáreas
y las sembró de pan coger seguía domando
vestías, hasta que una tarde noche le llegaron a su rancho, le mostraron un
reloj con cronometro con punto muerto de 24 horas, para que abandonara lo que con
mucho sudor adquirió.
Acá en Barranquilla tenía un tío, agarró su maleta de acordeón,
cuero de babilla y se vino para la mole de cemento, con sus manos forradas de
sobre cayos por su actividad anterior, su hablado campesino y su mente en
pausa, fue a dar a una escuela de mecánica automotriz y por allí inicio su
viaje a la Ingeniería. Mi persona no lo conocía a pesar que tiene su taller a
tres cuadras de mi hogar, allí fui a tener en busca de una solución a mi
cacharrito Ford. Sorprendido por sus conocimientos en el ramo, su fuerza
corporal que no necesita un gato hidráulico para desmontar un motor de vehículo,
para diagnosticar el comportamiento y funcionamiento de un motor, que lo apodan
el Ingeniero, no entrega el vehículo hasta llevarlo a la perfección y el visto
bueno de su dueño.
En todas estas comencé a indagarlo, como buen
investigador del árbol genealógico familiar, logrando obtener toda esta valiosa
información y apoyándolo Jurídicamente para la obtención y devolución de su
tierra productiva, en manos de particulares, con la esperanza de mejorar su
local y atender a más clientes.
El Ingeniero,
como le llamamos no pierde sus costumbres de los montes de María la Alta. Así
vive el Ingeniero Domador de Mulos. Cerreros, entre tuercas tornillos, mangueras y correas y lo más
importante, una amplia sonrisa a la vida.
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