martes, 27 de septiembre de 2022

UNA TRAVESIA ANCESTRAL

 


UNA TRAVESIA ANCESTRAL
Por Francisco Cadrazco Díaz (Román).
Escritor Colombiano.

 

Cuando los caminos a través de montañas y valles llegaban a algún destino específico, como el camino desde Codazzia (Codazzi) Cesar llegaba a Machiques Venezuela, a través de la manigua, acechaban tigres, culebras, arañas ponzoñosas, los campesinos colombianos de la región caribe se arriesgaban para ir a trabajar a las materas, como se le llamaban a las fincas. Centenares de hombres, con rulas y hachas, se abrían caminos para subir la serranía del Perijá y llegar a los montes de occa  traspasar la frontera. Hablaban en mí pueblo los que ya con experiencia habían recorrido ese camino, expuestos a los peligros de animales salvajes  de una tribu caníbal que pernotaban en esa región, en la plaza principal de mi pueblo referían sus anécdotas, por ejemplo el tigre que se devoró a Juepajé, un hombre de mediana estatura de tés morena, tosco en su andar  ligero de vocablo cultural costumbrista, han de creer ustedes que ese cuento me erizaban  los bellos del cuerpo  por su puesto esa noche no dormía bien. Pero resulta que el cuento no terminó allí, porque después que el felino devoró vivo a Juepajé, a este joven no lo pudo digerir, acordándose Juepajé que cargaba una navaja pico de loro, amarrada en su abarca derecha, como pudo se contorsionó  logró agarrar el objeto corto punzante y sin más demora le abrió el vientre al tigre y se escapó. Sus compañeros de rutina observaron impávidos como el felino se devoraba a Juepajé, solo alcanzaron a huir y salvarse. Cruzaron la frontera y daban por muerto a Juepajé su amigo y compañero de andanzas. Juepajé camino en medio de la manigua y fue a dar del lado de Venezuela, a la primera matera que encontró les narró con lujos de detalles y con poder de convencimiento todo lo ocurrido con el tigre de bengala en el camino hacia la frontera patria. Una joven que se encontraba en el lugar, le rogó a su papá que recibiera al joven, que lo pusiera a enrejar terneros pero que no lo dejara ir. Y se fue afianzando el joven al trabajo y la dirección que le confiaron los dueños, en especial la atención de la joven a quien le referías cuentos y le daba clases de su escaza primaria.

Llegó el día en que el dueño de la matera, viendo el comportamiento de Juepajé, le confió administrarla, ya la joven le había puesto el ojo a Juepajé, quien correspondía a su caprichos, en vuelta de un año el joven se casó con la dama  de inmediato heredó la mitad de todos los bienes a nombre de la joven. A su pueblo pernotaron los amigos del joven sin él, pero con la trama de que no quiso regresar, consiguió un buen trabajo y solo mandó saludos.

No había formas de comprobar esa cuartada, pero no estuvo mal, porque era un gran problema para ellos llegar con semejante noticia, además era común que en un cruce por esas montañas, los animales se comieran a los humanos y los humanos se comieran a los humanos (caníbales).

Llegó la pesca y se fue la pesca, hora de retornar a Venezuela, ya estaban contratados allá, por su buen comportamiento, solo faltaba Juepajé, cuando cruzaron la frontera se dieron de frente con la Matera en donde mandaba Juepajé, llegaron pidiendo trabajo, ya que estaba más cerca de donde ellos contrataron para el año siguiente.

Que sorpresa cuando el administrador les informa que iba a hablar con el dueño, que también era colombiano, sale la figura de Juepajé, con un sombrero tuchinero de 21 vueltas, con el letrero Juepajé. Los amigos se desplomaron  tuvieron que echarle agua lluvia fría que había depositada en un tanque de hierro.

Al despertar, su amigo Juepajé,  les narro la historia con el tigre de Bengala y su salvadora navaja pico de loro y los acogió para que le amansaran unas montañas para sembrar cosecha de caraotas venezolanas. Sus amigos, por perequera le llamaban: Don Juepajé.

Esta y muchas historias se narran de ese tenebroso camino de montañas enmarañadas entre Codazzia y Machiques Venezuela, una Travesía Ancestral.


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