A UNA REINA VALLENATA.
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano.
De esas anécdotas de vida, que a través del
tiempo les he narrado, esta es una de mis favoritas, como mi persona sabe de dónde
viene y para donde va, basado en la experiencia por mi paso fugaz por la Policía
Nacional, en el tiempo de la cosecha de la marimba, un día cualquiera me confundieron
por mi físico con un guajiro Riohachero, que por cierto fueron desagradables
esos momentos y que luego del suceso, mis amigos me decían el Guajiro.
Sabia de mis cercanías de mis Bisabuelos y Tatarabuelos eran nacidos
en la Guajira y que sus castas eran Díaz Barros y Calderón, hasta allí la
película, en mi andar de rueda suelta y con ganas de madurar me encuentro a una
bella mujer, que no la deje respirar, me pegué y dieron sus resultados, después
de 36 años, ya este cuento está añejado en toneles de roble blanco, ya se puede
narrar, para que los hijos nietos lo
lean y digan Waooo Abooo.
No fue fácil conquistar a esta bella Dama
Vallenata, quería un hombre especifico y a mí me faltaba una sola cualidad de
su lista de deseos, la escuché le capte sus mensajes y me lancé, quería casarse
con un hombre natural de la guajira, vea ella que me dice eso y de inmediato
deje de golpear las palabras como buen sucreño y me convertí en guajiro; Veee
prima si yo nací en Urumita, no te suena el apellido Díaz de mi Madre y seguí
hablando guajiro que por cierto se me escucha bien y por ultimo cerramos la
conversación con un Achooo.
Visitas vienen , visitas van, llegue a su casa
con la pinta que me caracteriza, zapatos de cueros marrones, pantalón gris, camisa
manga larga floreada, cinturón cuero de babilla y una leontina colgante con un
reloj ferrocarril de Antioquia, un buen trabajo, estudiando en la noche y el
respaldo de una buena empresa, más para donde.
Llegamos al sexto mes de amores y no aguanté más,
había que decirle la verdad a esta bella mujer, que me tenía pechichón con su
forma de tratarme, yo que venía a los empujones, pero haría cualquier cosa por
no perderla, sus padres muy complacidos, un sábado la invite a Almorzar a un
restaurante y después de la comida le solté el bombazo y le manifesté que por
no perder esa oportunidad que la vida me brindaba, me cambie de Sucreño a
guajiro, como ella lo deseaba, respaldándome en mis apellidos lejanos de mis visa
y tatarabuelos, fue un rato amargo, pero después nos nivelamos este feliz matrimonio con la bendición de mi
Dios y como todo, con sus altos y bajos, ya traspasamos la barrera, con tres
hijos y dos nietos, pisando fuertes los treinta y seis años y varios carnavales.-
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