martes, 26 de febrero de 2019




UN TIGRE DE BENGALA A LA MITAD DE LA MAR

Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano


Venía un Barco Japonés surcando las aguas del Océano pacifico para cruzar por el canal de panamá, administrado por estados unidos por espacio de 99 años, , cargado de mercancías del occidente, su tripulación y un circo en donde venían toda clase de animales salvajes, lo llamaban el gran circo de don Pacho, con toda su tripulación cirquera con dirección a la placita de la Villa.


Entre los cirqueros venia un joven de unos 16 años, hijo del dueño del circo mas su mamá, ellos de origen Indio, a mitad de la noche se formó una gran tormenta con rayos y centellas y estas fueron a dar al motor del Barco y este se estalló, volando en diez mil pedazos, sólo quedo bien una canoa salvavidas de color blanca, el muchacho nadó hacia ella, pero ya en su interior estaba acomodado el tigre de bengala que le peló sus dientes blancos y no lo dejó subir, el muchacho recogió  pedazos del barco e hizo una balsa, pero se aferró a la cabuya que sujetaba el ancla que ya no existía, allí amarrado al barco bajo la intemperie al amanecer divisó el panorama y no había humano respirando, no mas quedaba el tigre de bengala y él.

Ya el felino presentaba agresividad, comprendió el joven que esos dos animales tenían hambre, había que buscar la manera de conseguir comida para el tigre y por su puesto para él, se tiro a la mar y recogió una maleta metálica y pudo comprobar que se trataba de elementos de auxilio en caso de un naufragio, luces de bengala, un Jarpón, un anzuelo, un chinchorro de mallas pequeño, un cuchillo banquero y unos guantes de cuero fino.

En la lucha de poderes, el joven le cortó con el cuchillo un pedazo de oreja al tigre y con eso se dispuso a pescar, la justicia divina estaba de su lado, ya que era un joven educado en la religión de a su país, pescó una pacora de vente kilos y no la podía subir a la balsa, allí fue donde intervino el tigre que por primera vez le hablo al joven y entre los dos subieron la pacora y la mataron con una porra de madera, a los cinco minutos los estaban rondando mas de veinte tiburones, cual de ellos fuera más grande, atraídos por la sangre, con ellos llegaron un cardumen de sardinas y llenaron el bote del tigre que ya había hecho las pases con el muchacho.

Exhaustos y llenos de estomago se quedaron dormidos, la barca pasó por el canal de panamá, cogió orillas de Urabá, Cartagena y toda la costa hasta llegar a bocas de ceniza en Barranquilla, pasó el puente Pumarejo, el Alejo Duran, el puerto de Magangué y entró por la boca a quince kilómetros antes de Magangué, pasó por la boca de san Antonio, jegua rio san Jorge arriba y fue a dar a doña luisa, una hermosa playa de mí pueblo, la Villa de San Benito Abad, unos pescadores de chinchorro estaban en la orilla a las tres de la mañana jalando cinco chinchorros, eran unos treinta hombres y atónitos vieron a dos vallenas anclar el bote blanco, acto seguido  bajó  el tigre de bengala, le siguió  un joven negro, con una melena larga, cuando en esa época de la vida el corte de cabello era bajito, con un copete o moña en el jopo.

El tigre fue a dar a la placita, desde ese momento reina el tigre en ese lugar, claro que después se mudo para la ventana al mundo, el muchacho lo veían al lado del tigre, con un pantaloncito mocho, seguía melenudo, era un experto en subirse a los árboles entre ellos las palmeras de coco y bajar cuanto fruto tuviera, nadaba en la chambita y se bañaba con sus compañeros de la placita en los reventones, jalaba trompadas en la esquina de la niña pupo, después ayudaba al cura a decir misa y tocaba las campanas.

Por esos motivos casi nadie sabia quienes eran sus verdaderos padres, solo la adopción de dos ancianos, quienes lo protegieron hasta que un día desapareció de la vista de los Villeros.

El Tigre ronca de vez en cuando por los lados de palito, las vallenas moran en doña luisa y el joven lo han visto de vez en cuando en la misa de diez, la de los peregrinos del señor de los milagros.


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