domingo, 12 de febrero de 2017

CAMPESINO TRABAJADOR



CAMPESINO TRABAJADOR
Por Francisco Javier Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano. Costa Norte

Con esperanzas y sentido positivo y después de leer el Almanaque de Bristol, esperaba Ulises el mes de mayo, para aprovechar las primeras lluvias del año, ya tenía las semillas de arroz, maíz, ajonjolí, patillas, yuca y ahuyamas, esa serían las cosechas a recoger a fines de noviembre, pero antes le tocaba desmontar, quemar y arrancar los troncos de madera para que un tractor pudiera arar o voltear la tierra.

Todos los días se levantaba el campesino temprano, se reunía con sus colegas y en mitad de la calle, en la arena seca, hacían círculos y circunferencias, puntos a la derecha y a la izquierda, miraban al firmamento la salida y puesta del astro rey, fumaban tabaco negro y bebían café de papeletas, daban los buenos días y se quitaban el sombrero al entrar a la Iglesia y a las viviendas, compartían las cosechas y hacían trueques con otros campesinos.

Hermosos momentos vivían esos abnegados campesinos cuando san pedro habría la llave del tanque de la vida, el agua, patos nadando, pájaros secándose con sus alas abiertas, goleros emparamaos en la copa de los árboles, los niños y jóvenes corriendo por las calles, caminos y playones, la chambita a desbordar y el gran arroyo La Dorada arrastrando el pajonal, las Babillas, Caimanes y ganado, agua abajo hacia las ciénagas del gran río San Jorge.

Más emoción aún, cuando la semilla germinaba y brotaban de la madre tierra unas hermosas mata verdes, que con los rayos del sol crecían y crecían, hasta ver un frutal de buena calidad, con muchas ganas de madurar y llegar a los mercados y de allí a los hogares de mi hermoso pueblo.

Así era, pero ese proceso implicaba mucho trabajo y constante responsabilidad, tanto personal como monetaria, al fin trabajo. Después cuando llegaba el dinero por sus ventas, Ulises se descontrolaba, no tenía la capacidad de meterse al bolsillo los 400 pesos productos de la cosecha y terminaba metido en la única cantina que había en el pueblo.

Diferente era la actitud de sus compañeros de trabajo, ellos propendían por su hogar, con la ayuda de sus esposas planeaban sacar a sus hijos adelante, visionaban que después de la primaria había una secundaria y por ultimo una Universidad allá muy lejos, y juraban que sus hijos serían unos profesionales.

Ulises seguía en la misma rutina, ya sus hijos se estaban convirtiendo en hombres y mujeres, sin el soporte de la educación en casa, menos en los colegios, pasó el tiempo, desapareció Ulises y la vida siguió su curso, como pudieron y con la guía de su madre, quien hacia ingentes esfuerzos para sacarlos del atraso en educación, y prosperidad que necesitaban.

Antonio, Clemente, José, Calixto, María, Socorro, Ulises y Jesús, ocho hermanos quedaron chorotes de estudios, unos con sexto, otros con octavo, séptimo y noveno, luchan esta hermosa vida, sus progenitores desaparecieron, al contrario de su padre, ellos labran la tierra con responsabilidad y sentido de pertenencia con equipos sofisticados y le sacan el jugo a la vida, siguen siendo campesinos y viven orgullosos de su profesión.


“Ay! campesino trabajador no reniegues de tu pobreza. No desees la riqueza ajena que tú también tienes tu don. Porque el sudor que brota tu frente ese es un don que no tiene precio, el mundo es mundo y está bien hecho de lo contrario no habría vivientes. Si en el mundo todos fueran capitalistas oiga quién trabajaría, si en el mundo todos fuéramos pobrecitos señores tampoco serviría”. De la Autoría musical del Maestro OCHOA CAMPO, Calixto de Jesús.

sábado, 4 de febrero de 2017

EL RELOJ DE MADERA


EL RELOJ DE MADERA
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano, Costa Norte

A mi hermoso pueblo natal, erigido en Villa en siglos pasados y templo de peregrinación, oración y sanación, como todos sus habitantes, llegó una vez un humano Venezolano adinerado, buscando sanación para sus males, desahuciado de los médicos su dinero tampoco lo curaba, como la fe mueve montañas, llegó al punto preciso después de sortear un largo camino de carreteras, caminos de herraduras, y navegando por los ríos Magdalena y San Jorge.

Ismael (Ismaelito), se confundió entre los miles de peregrinos que visitan cada año el santuario de sanación del Milagros de la Villa, sus esfuerzos dieron resultados, la sanación de su cuerpo y alma, nació la voluntad  y generosidad de regalarle una Finca a su sanador y, se hizo efectiva.

A mis escasos años escuchaba que hablaban los mayores de la finca del Milagroso, regalada por un peregrino por su recuperación de vida, decían que tenía un reloj de madera, construido sobre el tronco o base de lo que fue un árbol maderero llamado Tolua Roja de finura y longevidad. La historia hablaba: que un mediodía soleado, a 39 grados de temperatura, los campesinos labraban la tierra y miraban al sol, para determinar la hora exacta del almuerzo y terminación del jornal de trabajo.

Ismaelito iba pasando por ese lugar y vio a los labriegos mirando hacia el sol, al preguntarle los motivos, le dijeron que estaban mirando la hora, ese fue el motivo especial para buscar el lugar en donde colocaría un reloj que interpretaría la hora con los rayos solares, para que los labriegos no se expusieran a la insolación por mirar directo al Astro Rey.

Para conservarlo le colocaron un casquillo de cobre que parecía Oro con los rayos del sol, tenía en su base dos varillas del mismo metal, cobre cien por ciento, horizontales y en su circunferencia, los números romanos del uno al doce, siendo el punto doce arriba y el seis debajo, las varillas, una de cuarenta centímetros y la otra de sesenta, suponemos que la de menor tamaño daba la hora y la otra era el minutero, en el centro de la circunferencia estaba la figura del milagroso de la Villa.

Todos los Domingos, después de la misa de nueve, los peregrinos, acudían a la finca a ver tan novedoso invento del reloj que daba la hora a través del Astro Rey,  así como lo hacían el siglo pasado con la visita a la rancha La Punta de la Pesquería.


Esa finca montañosa inicialmente se llamaba San José, con el paso de los años la llamaron Macedonia, está situada por el Paso de los chivos, siglo después, fue vendida inicialmente a Don Napoleón Imbett Campo, luego a Don Lacides Pérez, allí cantaban los quinientos gallos finos, cuidados por mi Bisabuelo Manuel Vicente Díaz Vanegas.


Esta es una Joya histórica, por su calidad de regalo a la fe y sanación de un humano colocado en manos del Señor de los Milagros, desaparecida en el tiempo, mas no en el espacio de mi hermoso pueblo San Benito Abad Sucre Colombia. Te invito a Visitarlo.