EL CHIVO MONO
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Caribeño Colombiano
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Caribeño Colombiano
A Temilda, una joven Wayuu,
la dotaron y la casaron con Euclides, le dieron doscientos chivos, veinte
collares, cuatro pulseras y diez cadenas de oro de veinticuatro quilates, más un rancho al lado de la casa de
los padres de Euclides, donde se fueron a vivir.
Entre los chivos recibidos
por los familiares de Temilda había uno que tenía dos colores en su piel,
cascos negros con medias blancas, el resto del cuerpo era Mono, barba larga
amonada, ojos café con aureolas azules, bemba larga y caída, cachos grandes
alunados.
Por su edad el chivo Mono era
el rey de la manada, hasta que llegó a la ranchería de los padres de Temilda y
los revolvieron con doscientos chivos que había pastando a cielo abierto en esa
ranchería
Le colocaron el nombre del
Chivo Mono, porque había otro chivo de color negro con blanco y mandaba en la
ranchería.
Tan pronto llegó el chivo
mono, el negro lo encaró y le hizo saber quien mandaba allí, el mono que venia
del 30, tierra que jurga, no pensaba dejarse ningunear, menos perder el amor de
sus hembras de la manada.
Apartó el chivo mono a toda su manada que traía de la otra ranchería, entre ellas a ciento cincuenta y seis hembras paridas que cuidaba celosamente, pero el chivo negro no estaba dispuesto a compartir la manada y se opuso a tal propuesta.
Apartó el chivo mono a toda su manada que traía de la otra ranchería, entre ellas a ciento cincuenta y seis hembras paridas que cuidaba celosamente, pero el chivo negro no estaba dispuesto a compartir la manada y se opuso a tal propuesta.
En horas de la tarde los dos
chivos tuvieron un pequeño enfrentamiento, donde el chivo negro midió fuerzas
con el mono, allí quedaron empatados, a la noche siguiente encerrados en un
corral de varetas y ante la mirada
temerosa de la manada, estas dos fieras se tranzaron en pelea, abrieron campo,
contaron diez pasos y salieron del punto equidistante al punto cero, en velocidad
de diez kilómetros por hora.
Como resultado del primer
choque, al chivo negro se le partió un cacho y al chivo mono se le desfiguraron
las dos astas.
En el segundo encuentro
seguido del primero, el chivo mono estudio la estrategia de quitarse para
siempre al negro que le estorbaba en su manada compuesta por trescientos
noventa y nueve chivos, con estrategias de vencedor, miró el corral de varetas
y se dirigió hacia donde habían dos postes cerca, cuando el chivo negro venía
con ímpetus de embestirlo, el chivo mono le sacó el cuerpo y el chivo negro fue
a incrustarse a los dos maderos, donde para sacarlo tuvieron que sacrificarlo.
Reinó el chivo mono durante
dos años, en la noche hablaba confidencias con la luna, y aprovechó ese tiempo
para multiplicar la cría de ganado caprino, rico en leche y su carne una de las
mejores en la sazón caribeña.
Había un inconveniente para
el chivo mono, el chivo negro dejó crías, cinco chivos machos en crecimiento y
después de dos años, estaban dispuestos a pelear con el chivo mono, vengar la
muerte de su padre y uno de ellos sería el rey de la manada.
Una tarde los recogieron a
todos de donde estaban pastando, caso inusual porque ellos buscaban el corral
de varetas a las seis de la tarde,
fueron clasificándolos y apartándolos de la manada, al primero que sacaron fue
al viejo chivo Mono, después siguieron las chivas hembras y viejas, en ese
instante el chivo mono se dio cuenta que para su lado solo echaban las hembras más
viejas y flacas de tanto parir, cosa que alertó al mono quien pensaba que los
iban a sacrificar y vender su carne al mercado de Riohacha.
Después de clasificarlos y
apartarlos de la manada, el chivo mono escucho cuando sus dueños en lengua
Wayuu dijeron que mañana temprano venían por ellos, reunió a sus chivas en círculo y en voz baja
les contó lo que pasaría con ellos y les planteó la estrategia de fuga, les
dibujó en la tierra el camino a seguir y el derribo de la cerca de madera.
Tan pronto el gallo cantó a
las nueve de la noche, sigilosamente los animales emprendieron feroz carrera
hacia el cercado y lo derribaron, se sacudieron y en carrera de chivos
abandonaron la ranchería.
En su camino pasaron por
Cuestecita, el treinta, el molino, San
Juan, Patillal, Aguas Blancas, Bosconia, Plato, Zambrano, Córdoba Bolívar,
Magangue, Buenavista Galeras, Sincé Sampues, chimú Sahagún la Ye y fueron a dar
a la finca los Pepinos del hacendado Vinicio Cordero, donde
habían unos cuarenta toros negros de lidia en corralejas, unas quinientas vacas
pastando, todas de color negro, era evidente que tan pronto se dieran cuenta de
su presencia, los echarían a patadas de la hacienda por la fama que tienen de
destruir todo lo que encuentren a su paso.
Allí fue cuando el Chivo
Mono, cachos malos, pensó en convertirse en ganado al igual que los toros y
vacas de la hacienda, se apartó de la manada y habló con su amiga La Luna y
esta le concedió su deseo, fue poco a poco cambiando su estructura muscular,
después su tamaño, siguió la cara, sus ojos se engrandecieron y se ocultaron un
poco, su cornamenta creció defectuosa y su silueta era parecida a un buey por
su estatura, y su cara parecida a un chivo, manso, despacioso y dócil, las
chivas, se fueron convirtiendo cada una en hermosas vacas de color mono.
Cuando los trabajadores le
fueron a dar vueltas al ganado, encontraron a un toro mono, de gran estatura de
unos doscientos kilos de peso, de inmediato dieron aviso al dueño de la
hacienda y este dio la orden de tenerlos a parte, para entregárselos a su propio
dueño, cuando este viniera buscándolos.
Pasaron seis meses y nadie
vino por los animales, y ya se acercaba la fecha de lidiar los toros negros en
la corraleja de Sahagún Córdoba, un toro de los negros se partió una pata, peleando
con otro toro y se descartó para la corraleja, en su remplazo solo estaba el
toro cara de Chivo Mono, a quien ajuntaron en la manada.
El dueño de la hacienda dijo
que ese toro era como un buey, que solo le serviría para guiar a los toros
negros Bravos y manifestó que tan pronto saliera a la corraleja lo enlazaran y
lo trajeran de vuelta al toril.
Eran las tres de la tarde
del segundo día de toros, cuando sacaron a la corraleja al Chivo Mono, dieron orden
de no garrocharlo, solo manta, sonaron las tres bandas de música sabanera y un
osado garrochero se quiso lucir, garrochando al Chivo Mono, este se dio vueltas
y saco del camino al garrochero y a su caballo.
Todos los presentes se
pusieron de pies en los palcos, la algarabía y los gritos, lo mato, lo mató, se
confundían con los sonidos de las bandas y los picok debajo de los palcos, el
Chivo Mono escarbaba como diciendo quien sigue ahora.
Los enlazadores iban a
cumplir su faena de devolverlo al toril y con una seña del dueño del toro que
lo dejaran, un mantero se acercó al palco de honor y le dijo al dueño del toro,
que lo mantearía por Quinientos mil pesos, el sí del hacendado fue una Sentencia
de muerte para el mantero, y así fue cogiendo fama el Chivo Mono.
En todas las corralejas de
la costa caribe colombiana, donde se presentaba, había muertos por cornada del
famoso toro, a su paso dejó a muchos hogares de la costa enlutados, corneo a
más de treinta personas, tenía la inteligencia de abrirse de la corraleja para
ver quien caía de los racimos de humanos que se hacían en las varas del
ensogado y dar cuenta de ellos.
Murió en los rodeos de la
hacienda Quibdó, en el departamento de córdoba, con las luces del día, por eso su
aliada la Luna no pudo hacer nada por él.
Dejo El Chivo Mono, una
estela de hijos, regados tanto chivos en
las rancherías de la Guajira, como toros criollos de lidia en córdoba y sucre.
Temilda y Euclides, dos Indigenas de la Etnia Wayuu, de la Alta Guajira Colombiana, vivieron una vida feliz, sin saber que en la Dote de Matrimonio, venia El Famoso y temido CHIVO MONO.
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