domingo, 20 de noviembre de 2022

EL CABALLO RELINCHÓN

 



EL CABALLO RELINCHÓN
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano

Esa noche de octubre,  a  la luna la cubría una espesa nube negra, que viajaba del norte hacia el sur de la ciudad, con destino desconocido, en el patio grande de la casa había una guadua de unos tres metros  en el final un bombillo de 25V, cubierto en la parte de arriba con una cubierta de zinc, para protegerlo del agua, cuando llovía. 

El papa Páez era un muchacho inquieto que no le temía a la oscuridad, esa noche se levantó a orinar, al fondo del gran patio vio un objeto que alumbraba y le causó curiosidad, avanzaba sigiloso hacia él, hizo la comprobación, se trataba de una olla de aluminio que en tiempos pasado se regocijaba de ser la reina para un sancocho de hueso de rabo de res, hoy fungía como una potera rellena con estiércol de animal y una mata de orégano medicinal, que con el paso de las nubes le permitían a la luna encontrarse en ese punto con la luz de la bombilla haciéndole sombra al objeto de metal. 

De regreso el papa a mitad de camino escuchó un relincho de caballo, aligeró el paso y como  rayo en velocidad  buscaba  la puerta de entrada hacia su la morada, pero no la encontró, hasta allí le llegó su valentía, un “Hay mi Madre”. Se dio de frente con un caballo color azabache (negro brillante), amarrado a soga corta en una esquina del patio, que le relinchaba para que le diera un mazo de hierba fresca, porque a eso lo mandaba su padre, después del arduo día de trabajo, sustento del hogar. Sus padres escucharon el grito y el caballo relinchando en el patio, linterna en mano salieron apresurados al patio y entre claro y oscuro, contemplaron la escena del papa inconsciente y el caballo lamiéndole la cara. 

Su madre trajo la botella de contra y con un paño se la pasó  por la nariz respiradero y volvió en sí, pero estaba atolondrado vociferando incoherencias de esta y la otra vida.

Al día siguiente, narró por primera vez, este cuento del Caballo Relinchón.

 


sábado, 5 de noviembre de 2022

EL INGENIERO DOMADOR DE MULOS

 


EL INGENIERO DOMADOR DE  MULOS
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano

Hay Artes que se heredan de nuestros Padres, es el caso del Ingeniero, al lado de su progenitor  desde niño, lo vio batallando con mulos cerreros, el animal más peligroso de montar y amansar, como todo arte tiene su ciencia en particular, el Ingeniero a sus doce años, ya sabía el resabio de esos híbridos, especialistas para cargar y sacar los alimentos de las montañas, adaptados a la adversidades del terreno. 

En el relevo generacional tomó las riendas del oficio y se fue posesionando y posicionando que agarró fama en la región de los montes de María la Alta en Bolívar, habían meses que domaba treinta mulos cerreros, o sea uno por cada día, tan pronto se apoderaba de la rienda y el cabresteo, tres vueltas de campana en un corral de madera, era mulo manso, disponible para subir a la sierra y bajar con dos bultos de ñame espino más el jinete encima.

Adquirió el ingeniero un terreno de unas cuarenta hectáreas y las sembró de pan coger  seguía domando vestías, hasta que una tarde noche le llegaron a su rancho, le mostraron un reloj con cronometro con punto muerto de 24 horas, para que abandonara lo que con mucho sudor adquirió.

Acá en Barranquilla tenía un tío, agarró su maleta de acordeón, cuero de babilla y se vino para la mole de cemento, con sus manos forradas de sobre cayos por su actividad anterior, su hablado campesino y su mente en pausa, fue a dar a una escuela de mecánica automotriz y por allí inicio su viaje a la Ingeniería. Mi persona no lo conocía a pesar que tiene su taller a tres cuadras de mi hogar, allí fui a tener en busca de una solución a mi cacharrito Ford. Sorprendido por sus conocimientos en el ramo, su fuerza corporal que no necesita un gato hidráulico para desmontar un motor de vehículo, para diagnosticar el comportamiento y funcionamiento de un motor, que lo apodan el Ingeniero, no entrega el vehículo hasta llevarlo a la perfección y el visto bueno de su dueño.

En todas estas comencé a indagarlo, como buen investigador del árbol genealógico familiar, logrando obtener toda esta valiosa información y apoyándolo Jurídicamente para la obtención y devolución de su tierra productiva, en manos de particulares, con la esperanza de mejorar su local y atender a más clientes.

 El Ingeniero, como le llamamos no pierde sus costumbres de los montes de María la Alta. Así vive el Ingeniero Domador de Mulos. Cerreros, entre tuercas  tornillos, mangueras y correas y lo más importante, una amplia sonrisa a la vida.