EL CABALLO RELINCHÓN
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano
Esa noche de octubre, a la luna la cubría una espesa nube negra, que viajaba del norte hacia el sur de la ciudad, con destino desconocido, en el patio grande de la casa había una guadua de unos tres metros en el final un bombillo de 25V, cubierto en la parte de arriba con una cubierta de zinc, para protegerlo del agua, cuando llovía.
El papa Páez era un muchacho inquieto que no le temía a la oscuridad, esa noche se levantó a orinar, al fondo del gran patio vio un objeto que alumbraba y le causó curiosidad, avanzaba sigiloso hacia él, hizo la comprobación, se trataba de una olla de aluminio que en tiempos pasado se regocijaba de ser la reina para un sancocho de hueso de rabo de res, hoy fungía como una potera rellena con estiércol de animal y una mata de orégano medicinal, que con el paso de las nubes le permitían a la luna encontrarse en ese punto con la luz de la bombilla haciéndole sombra al objeto de metal.
De regreso el papa a mitad de camino escuchó un relincho de caballo, aligeró el paso y como rayo en velocidad buscaba la puerta de entrada hacia su la morada, pero no la encontró, hasta allí le llegó su valentía, un “Hay mi Madre”. Se dio de frente con un caballo color azabache (negro brillante), amarrado a soga corta en una esquina del patio, que le relinchaba para que le diera un mazo de hierba fresca, porque a eso lo mandaba su padre, después del arduo día de trabajo, sustento del hogar. Sus padres escucharon el grito y el caballo relinchando en el patio, linterna en mano salieron apresurados al patio y entre claro y oscuro, contemplaron la escena del papa inconsciente y el caballo lamiéndole la cara.
Su madre trajo la
botella de contra y con un paño se la pasó
por la nariz respiradero y volvió en sí, pero estaba atolondrado
vociferando incoherencias de esta y la otra vida.
Al día siguiente, narró por primera vez, este cuento
del Caballo Relinchón.