sábado, 22 de octubre de 2022

PIDIENDO PISTA

 

PIDIENDO PISTA
Por Francisco Cadrazco Díaz- Román
Escritor Colombiano

 

Por allá en los años 50 del siglo pasado, llegaron a la Villa unos gringos, con maquinaria pesada, con el fin de perforar los pantanos o playones y  conseguir petróleo crudo. Se instalaron en Palito, de inmediato rasparon cinco quilómetros lineales, paralelo con el camino que da a San Roque, corregimiento de la Villa. A esa pista de cascajo prensado le llamaban Aeropuerto de Palito, lo de palito por una finca ganadera que se encontraba en ese lugar.


Todos los jueves aterrizaba una avioneta procedente de Cartagena la capital del Bolívar grande a la cual pertenecía la Villa. Una multitud de personas entre ellas quien escribe,  atravesábamos el playón, unos cinco quilómetros de distancia del poblado y nos deleitábamos observando la planeación aterrizaje y de colaje de la nave, que venía cargada con mercancías, alimentos, repuestos y objetos personales de los trabajadores. Siempre nos traían algo de golosinas  los tiraban desde la escotilla, antes de bajar la inmensa escalera.


Como cuando lanzan en las corralejas las arropillas y los billetes de un peso, se formaba un polvorín al que más recogiera golosinas, después repartían un mercadito a las señoras que estaban presentes, les daban trabajo a los habitantes, con una buena paga. Pero un día jueves lluvioso la aeronave no planeo bien el aterrizaje e ignoro la pista y la calle de honor que hacíamos los presentes, pidiendo pista para aterrizar, sus motores eran una cola de humo negro,  dio tres vueltas en el aire y se precipitó a tierra a unas dos leguas de la pista. La multitud corrió a presenciar el percance, gracias al creador del mundo, No hubo heridos, menos muertos, lo que si se rocío con gasolina blanca fueron los comestibles, que con una retroexcavadora o cata pila en esa época, los enterraron en el lugar del siniestro.

Tiempo después fueron recogiendo la maquinaria, los aparejos, bolsa, cartones, muebles y enseres lo repartieron en la población que todos los jueves acudía a presencial algo no usual en la Villa. Parte de la maquinaria quedó abandonada en el aeropuerto, Hacen años atrás volví a mi pueblo y la pista ya estaba invadida y con nuevos propietarios.

 

En mi hogar, habían dos tambores de cartón con un aro metálico, que nos servía como escaparate para guardar la ropa y dos bancas de madera, que no quiero acordarme de ellas, ya que se convirtieron en mi cama de no dormir. Fue la herencia que recibió mi progenitor. Si alguno de mis lectores Villeros, se acuerdan de ese hecho, escríbanme porque del Aeropuerto de Palitos, se acuerda mi persona.

Si no contamos las historias en vida, se van perdiendo,  después no hay quien enderece el entuerto, decía mi padre “el cuba viejo”.


jueves, 6 de octubre de 2022

DE UN SUBTENIETE A UN SARGENTO MAYOR

 


DE UN SUBTENIETE A UN SARGENTO MAYOR
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano

Para ilustrar este cuento, comienzo por desglosar estos dos grados: Un Subteniente es el primer grado en la carrera de un oficial en las fuerzas militares y de policía y un Sargento Mayor, es el último grado de la carrera de Suboficial, ahora un subteniente o swich, como se les denomina dentro de la institución, lo carga un joven entre los dieciséis a los veintidós años, después de pasar por la escuela de oficiales Francisco de paula Santander, durante dos años, en esta me refiero a la policía nacional, o sea este joven viene con la teoría, no con la práctica porque el policía se hace intercambiando experiencia con la Sociedad, bueno eso fue lo que me enseñaron en la Academia.


Ahora un Sargento Mayor, es un policía con la más vasta experiencia en el ramo, ya ha pisado la Escuela Gonzalo Jiménez de Quesada seis veces, durante más de 30 años al servicio de la Sociedad y ha llenado más de un centenar de libros de minutas de órdenes de servicios a sus subordinados o colaboradores. Ambos policías, tienen mando sobre el personal, pero el Subteniente es más grado que un Sargento mayor y este formaría a la izquierda del joven.

Dicho lo anterior, comienza mi cuento, en unos ejercicios de disciplina dentro de la Institución Policial, el Sargento Mayor estaba en Instrucción y los colaboradores no le obedecían al pie de la letra sus órdenes, el Subteniente con esa fiebre de mando con que salen de la Academia, al observar la escena, entra en acción, ordenándole al Sargento Mayor entrar en la fila, para comenzar  los ejercicios.
Un señor de más de 40 años, con seis grados en su hombro, fuera de los años de Academia, con la panza grande de Sargento mayor, ya tetón, esperando su retiro, sería una falta de respeto de un joven de 20 años, ordenarle entrar a la fila y ponerlo al igual que los colaboradores a darle vuelta a una cancha de entrenamientos.


Eso fue lo que mis ojos vieron y mi mente observó en el corto tiempo de paso por esa institución policial: A la fila Sargento Mayor, grito el Swich, le contesta el Sargento Mayor, lo siento mi Subteniente, mi grado de Sargento Mayor, no me lo permite, respete mi antigüedad de más de cuarenta años, al servicio de la Institución Policial.



A la fila dije Sargento Mayor, en esos gritos del joven oficial, venia entrando el Coronel Comandante del Departamento de Policía Atlántico, paró orejas y escuchó al joven lanzándole improperios al anciano  Sargento Mayor, para mí, un policía distinguido (Dragoneante), sabía que el mando era del Subteniente, por ser un oficial, pero el contra peso del Sargento Mayor, las balanzas estarían a favor del Sargento, esperábamos los más de doscientos policías que estábamos en formación de orden cerrado (ejercicio).

Gritó el Coronel: A la fila Subteniente, el Sargento estaba al lado del Coronel, y escuche las siguientes palabras: Vea teniente, hay que saber impartir ordenes, es una falta de respeto que usted con dos años y medio en la Institución, envíe a la fila de orden público, a este Sargento Mayor, quien ha dado toda su vida al servicio de la Institución y la Sociedad, mi persona con grado de coronel y comandante de esta institución no puede tolerar estos irrespeto, usted tiene el mando sobre los demás, incluyendo al Sargento Mayor,  pero no le da facultad de faltarle el respeto a este héroe de la Patria.  Y sancionaron al Subteniente con una orden de arresto severo, en el casino de oficiales, continúe usted con el mando Sargento Mayor. Resulta que cuando un servidor de ese rango (Sargento Mayor),  pide su retiro, lo pensionan con el grado de Teniente Efectivo  de la Policía Nacional, un grado más,  por encima del joven subteniente.


domingo, 2 de octubre de 2022

UN ÁRBOL DE MANGO EN EL PATIO DE LA CASA

 


UN ÁRBOL DE MANGO EN EL PATIO DE LA CASA
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
escritor Colombiano

Un frondoso árbol de mango, sus ramas se cargaban de frutos en invierno, las delicias y su sabor deleitaban el paladar de los estudiantes de las escuelas primarias femeninas y masculinas de la famosa placita de la Villa, punto focal del saber. Había dos Escuelas de Primaria.

Ese árbol se convirtió en amigo imaginario, tenía dos ramas extensas, bifurcadas por una horqueta a los dos puntos tres metros de altura, sitio que servía para estudiar de memoria las lecciones para luego soltar ese rollo de conocimientos en el salón de clases, porque la competencia no esperaba a que se rajaran, allí entraba el docente, con su tabla de madera de cuarenta por doce centímetros de longitud, por cuatro centímetros de altura, o sea que: 0.40 x 12 x 0.4 = igual a palmada  de la mano hinchada y roja.

El inmenso árbol también servía de refugio, cuando por peleas de niño en la famosa esquina de la casa de la niña pupo y frente al colegio de varones, se formaban las trifulcas, por desavenencias en el salón de clases, en esa época no le llamábamos bulín, sino peleas y simplemente peleas, allá el que se la dejara montar de los otros alumnos.

 Un grupo de muchachos que se escapaba a bañarme en el cantil, la chambita o los reventones, siempre había uno que le iba a avisar a los padre,  salían a buscarnos con un cáñamo de guindar hamacas, pero siempre teníamos un ángel que daba aviso de la presencia de los padres y emprendíamos carrera  a refugiarme en el copito del mango y hasta allí no llegaba ese cáñamo, como tampoco el sombrero vueltiao, la abarca, con que nos educaban en casa. Ese árbol frondoso de mango era para nosotros, como un segundo padre, el árbol nos daba sombra, cobija, comida y refugio, a veces nos poníamos  a conversar con él, lo que no podíamos hacer con los humanos y recibíamos  sus consejos de árbol sabio. A estas alturas de mi vida, ese hermoso árbol de mango tiene existencia en mi mente y es  un referente de mí ser.


LA GUITARRA SONORA

 



LA GUITARRA SONORA
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano      


Viniendo de Guartinajas por el camino viejo entre cayo de la tía y el siso, para salir al inmenso playón de la Villa, en mi burro bayo, como él se sabía el camino hasta la placita en donde se encontraba ubicada mi morada y como en todos los viajes llegaba de primero que mi persona,  después que cruzamos el arroyo la dorada, con su puente de tablas y listones de madera fina, escuche en la montaña el sonar de una guitarra, pero no cualquier guitarra, era armónica, sonora y bien afinada, con unas puntadas en el diapasón que enamoraba al oído de cualquier persona, sin pensarlo me tiré del burro y con mi cauchera y cien piedras en mi mochila me interné a la montaña, con mi oído fino direccioné mi andar hacia la Guitarra Sonora, caminé, caminé y caminé y en cada paso su sonido era más lejano, pero ya me atraía y por la distancia recorrida, no me podía devolver, seis de la tarde seguía en la montaña, hasta que vi luz en una choza de palma, de allí salía la melodía, la puerta de palitos se abrió de par en par, había una figura semihumana, con una guitarra con destellos de oro, contemple por un buen rato la escena, era agradable estar allí, me dijo la figura, estas melodías son para ti, te vi por el camino viejo y quise compartir con tu persona esta hermosa noche, sé que tienes buen oído para la música y te va a servir en tu vida, entra siéntate en el piso, dejó de tocar la guitarra y se dirigió a la cocina, en su fogón de leñas con tres bindes de termitas había una olla de barro y hervía un delicioso café tinto.  Sirvió en una diminuta totuma  y medio de beber.                  

Al día siguiente en horas tempranas de la mañana, estaba tocando la puerta de mi casa, solo recuerdo la conversación al llegar a la choza, el hermoso sonido de la guitarra,  lo demás no lo sé explicar, lo que si se explicar, fue que desde ese día se me quitaron los resabios de pelao  grosero, en mi hogar los dos viejos que me criaron, no me creyeron el cuento de la guitarra sonora, espero que ustedes mis lectores,  si me crean, porque la imaginación y la fantasía, caminan  más que la mente humana.