PIDIENDO PISTA
Por Francisco Cadrazco Díaz- Román
Escritor Colombiano
Por allá en los años 50 del siglo pasado, llegaron a
la Villa unos gringos, con maquinaria pesada, con el fin de perforar los
pantanos o playones y conseguir petróleo
crudo. Se instalaron en Palito, de inmediato rasparon cinco quilómetros
lineales, paralelo con el camino que da a San Roque, corregimiento de la Villa.
A esa pista de cascajo prensado le llamaban Aeropuerto de Palito, lo de palito
por una finca ganadera que se encontraba en ese lugar.
Todos los jueves aterrizaba una avioneta procedente de Cartagena la capital del
Bolívar grande a la cual pertenecía la Villa. Una multitud de personas entre
ellas quien escribe, atravesábamos el playón,
unos cinco quilómetros de distancia del poblado y nos deleitábamos observando
la planeación aterrizaje y de colaje de la nave, que venía cargada con
mercancías, alimentos, repuestos y objetos personales de los trabajadores.
Siempre nos traían algo de golosinas los
tiraban desde la escotilla, antes de bajar la inmensa escalera.
Como cuando lanzan en las corralejas las arropillas y los billetes de un peso,
se formaba un polvorín al que más recogiera golosinas, después repartían un
mercadito a las señoras que estaban presentes, les daban trabajo a los
habitantes, con una buena paga. Pero un día jueves lluvioso la aeronave no planeo
bien el aterrizaje e ignoro la pista y la calle de honor que hacíamos los
presentes, pidiendo pista para aterrizar, sus motores eran una cola de humo
negro, dio tres vueltas en el aire y se
precipitó a tierra a unas dos leguas de la pista. La multitud corrió a
presenciar el percance, gracias al creador del mundo, No hubo heridos, menos
muertos, lo que si se rocío con gasolina blanca fueron los comestibles, que con
una retroexcavadora o cata pila en esa época, los enterraron en el lugar del
siniestro.
Tiempo después fueron recogiendo la maquinaria, los
aparejos, bolsa, cartones, muebles y enseres lo repartieron en la población que
todos los jueves acudía a presencial algo no usual en la Villa. Parte de la
maquinaria quedó abandonada en el aeropuerto, Hacen años atrás volví a mi
pueblo y la pista ya estaba invadida y con nuevos propietarios.
En mi hogar, habían dos tambores de cartón con un aro metálico,
que nos servía como escaparate para guardar la ropa y dos bancas de madera, que
no quiero acordarme de ellas, ya que se convirtieron en mi cama de no dormir. Fue
la herencia que recibió mi progenitor. Si alguno de mis lectores Villeros, se
acuerdan de ese hecho, escríbanme porque del Aeropuerto de Palitos, se acuerda
mi persona.
Si no contamos las historias en vida, se van perdiendo, después no hay quien enderece el entuerto,
decía mi padre “el cuba viejo”.