HILOS,
BOTONES Y TIJERAS
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano
Unos días antes de las dos fiestas de mí
Pueblo, La Villa, de San Benito Abad,
llegaba un cacharrero de Sincelejo, con una chaza de madera, vendiendo entre
otros productos: Hilos, Botones, Tijeras, dedales, correderas etc. Ya mi personita estaba para cumplir los ocho abriles, con el fin de colaborar con
el sustento de mi hermoso hogar, me ofrecí a acompañar al mono en su periplo y
pregonar por las cinco calles y callejones
de mi pueblo, a cambio de cuatro monedas de cinco centavos diarios, que al
sumarlas daban veinte centavos, suficiente para adquirir comestibles en la
tienda de Díaz
Por las carencias de la vida. No por la
pobreza, porque a decir verdad, los Cadrazco nacimos inteligentes y con valores
Éticos, que a estas alturas muchos han perdido, pero este no es el motivo de mi narración, el cuento es
que para esa fecha, los niños jóvenes no usábamos ropa interior, en mi caso,
camisa de cuero, cuero, pantalón mocho y zapatos de cuero, cuero, para resumir
solo una prenda, el pantalón, lo demás lo bronceaba el Sol.
Bien temprano me bañé, con la mano erice mi
cabello-afro-indígena y me aposté en la puerta del hotel en donde se alojaba el
Mono, con el fin de iniciar el día de trabajo, con la chaza de madera en mi
panza, sostenida con una correa que pasaba por mi cuello.
No habían corrido dos minutos, cuando del
interior de la residencia, salía una mujer de mal carácter a decirme que me
retirara del lugar, porque le iba a espantar los comensales, que por cierto
eran muchos, hasta esta fecha, no entiendo que quiso decir la señora, pero esta
afrenta a mi persona, jamás se me ha borrado de la mente, no quiero especular
con sus palabras, pero a carta pelada me corrió porque no tenía camisa, menos
zapatos y mi afro cabello no reunía las condiciones para estar en tan lujoso
hotel.
Como el tiempo pasa y deja huellas, unas buenas
y otras malas, la vida cambia de acuerdo al camino que elijas, en ese mismo
hotel, después de cincuenta años, tuve la oportunidad, no de pararme en su
puerta, si no de alojarme con mi familia,
pasar desapercibido como un forastero y ser bien atendido por su dueña
heredera, a vuelta de cinco días, fue que se enteró, que la familia que estaba
allí alojada, era del Cubita como cariñosamente me decían en mi Pueblo. Esta
narración es hecha con todo el cariño para mi gente linda de mi Patria Chica,
la cual abandoné desde mi juventud, buscando caminos de progresos, solo es una
referencia de como mi Dios traza los caminos de la Vida, a cada ser humano.