LA
GUACHARACA TORCAZA
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano
Decía el viejo Cuba, “donde canta la
guacharaca, hay corozo·. Sabias palabras de las costumbres ancestrales de
nuestro pueblo, es más en esas matas de lata llenas de puyas ellos buscaban la
manera de salir, allí era donde estaba el peligro, pasó Toño cerca del nido de
las Guacharacas y escucho el pillar de los polluelos, queriendo salir de ese
enjambre de puyas.
Sigiloso Toño logró sustraerse un ejemplar que
en dinero alcanzaba para comprar una cubeta de helados que contenía diez
cuadritos, una de leche con coco, o de
taramindo (tamarindo), eso recibió el joven de manos de la niña Vere, una
señora amante de los animales, la crio con leche de ganado y maíz trillado y de
vez en cuando miel de panela.
Tenía la niña Vere un cercado de patio de
palitos, unos diez metros, en donde anidaban los ovejones, negros y monos, que
delicia para esa juventud restregar un trozo de palo seco por esa cerca, en
carrera del lado afuera de la calle, pensando en el perro y en especial a la
Guacharaca torcaza que no toleraba acercamiento humano a esa casa.
Bueno primero tuve problemas con el perro, un
criollo utilizado para encerar las
vacas, ese día en particular dejaron el portón del patio abierto, me mandaron a
comprar una panela a la tienda y mi mente ordenó: Rastrlla el Palito en la
cerca y veras la adrenalina de correr, con ese perro por dentro del gran patio.
Como las matracas de Chinu, o como la decolada de un avión arranque por esa
pista de diez metros aproximados: Trarrrratratraaaa, era el sonido de la cerca,
con tan mala suerte que el portón estaba abierto de par en par y me voy dando
de lado con el gran perro, calle arriba.
Habían unos jóvenes en la esquina y cuando
vieron semejante carrera me decían corre Cubita, no te dejes esguazar, le corrí
en zig-zag unos dos quilómetros y medio
y no me alcanzó.
El otro altercado fue con la guacharaca
torcaza, que al sonarle la madera ella salía volando bajo del lado adentro del
patio, de la misma manera le sonábamos los palitos a gran velocidad y cuando
llegábamos al portón éramos salvos, pero ese día no fue así, esa ave amaneció
con el ojo rojo purpura y se voló el portón, me prendió a picotazos en la
cabeza, ella busca el brillo de los ojos para sacarlos de un picotazo, pero los
míos no fueron porque eso ya me lo habían advertido.
Perdí un chicote de orejas y en el cuero
cabelludo me suturaron puntos en el puesto de salud. De esa lejana fecha, cargo
en mis manos un tubo pvc de un metro y no
puedo escuchar el cantar de la
Guacharaca Torcaza, porque me vuelvo árabe-.