domingo, 26 de septiembre de 2021

LOS PASOS ACOMPASADOS POR LA VIDA

 

LOS PASOS ACOMPASADOS POR LA VIDA
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano. RELATOS.

 

La verdad que no he tenido la precaución de contar los pasos que he dado en esta vida, pero sé que son muchos, porque el calendario y el almanaque de Bristol, están marcando hasta hoy 68.5 abriles, quizás recuerdo ciertos pasos por la intrincada,  con barro rojo, en cueros original con la marca ADN y otros por calles amplias, avenidas, con la frente en alto, pisando con humildad para no maltratar a las hormigas, diminutos seres creados por mi Dios.

Sopesando él debe con el haber contable, son más los debes que el haber, para un saldo positivo.
Primero le doy gracias a mi Dios, por traerme a este mundo, bajo el vientre de mi madre, quien no de gracias por esta osadía de preñarse y cargarnos por nueve meses en esa bolsa a ojos del que dirán “otra vez  preñada’.  Ya llevas cinco,  tú qué piensas”. Sin saber que faltaban siete más.

Hoy elevo una plegaria para que el creador  tenga con bien a ese ser que me trajo al mundo, lo demás que haya sucedido, son pasos de vida. Ahora si les voy a contar hechos reales dando pasos por la vida. Sé quién me acompaña y quien pone puentes para que siga en esta vida dando pasos, unos cortos, otros gigantes que me asombran, que me hacen pensar, esos pasos los di yo, un ser diminuto que pasa desapercibido en la Sociedad, pues sí. No soy la persona que le corresponde decirlo.

Una vez en mi juventud, estando de pesca acompañado de mi Padre, un anciano metido en los sesenta Octubres y otros familiares, en horas de la noche se formó una tormenta, con rayos y centellas, un diluvio de agua a las cuatro de la mañana en una ensenada a una hora de mi pueblo La Villa, que duró dos horas, nos refugiamos bajo los árboles, por  tener la mala costumbre de no cerrar los ojos con los rayos eléctricos, vi esa figura de candela que me dijo, te salvas por estar bajo el regazo de tu padre, eres afortunado.

Otra vez, caían al suelo ojivas de plomo, me pasaban al derredor de mi cuerpo y ninguna me tocó, a mi lado cayeron mis compañeros heridos, corrían gente de un lado a otro, me sentía protegido por ese ser que hoy goza de la eternidad.

Otra vez, por situaciones de ubicación en la ciudad, venía de trabajar y no había transporte, me embarque en el bus 11, o sea a caminar y cuando llegaba a mi aposento veo a la distancia dos figuras humanas de gran tamaño que venían hacia mi persona, de rapidez entone en latín el Padre nuestro y las dos figuras se abrieron a la orilla de la calle, con el reojo miré hacia atrás y salieron despavoridos calle abajo.

A los pocos días de ese último suceso, un conocido porque no lo voy a llamar amigo, esos los tengo contados y no llegan al quinto, me aborda y me dice, supe que te iban a atracar, ya tenían la pico de loro lista si ponías resistencia, pero de un momento venías acompañado por un hombre de casi dos metros,  figura imponente  y desafiante, quien era ese señor, subí el labio derecho de mi boca y la ceja izquierda en forma de satisfacción, a sabiendas quien es mi protector. Por todo esto, me cuido de andar fuera de los parámetros de la Ley y el Orden Constitucional, estos pasos de vida, se los cuento a mis hijos y  mis nietos,  para que pisen en las señas que van dejando mis abarcas sabaneras tres  punta.

 

“DE PURO MIEDO”

 

“DE PURO MIEDO”
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor “Villero”, Colombiano

 

Había un Solar enmontado a una cuadra de mi casa, que como ustedes saben estaba ubicada en La Placita, Barrio en Prado en San Benito Abad Sucre, La Villa. Durante el día, en compañía de la Novicia Margarita Domicó, indígena Zenú, del resguardo Juan José, allí en ese solar a medio día cuando el Sol estaba a 42, sacábamos  lobitos de los huecos de un promontorio de arena.

Pero en la noche, de ocho en adelante ese solar se embrujaba, daba miedos, percibíamos sonidos, silbaban los árboles, a mí personalmente las orejas se me crecían, la cabeza me daba vueltas, las piernas se me encaran ganaban y no daba pasos, menos para correr, y no había un ser humano que me socorriera, tan así que perdí  esa vía para llegar a mi hogar. Lo último que vi con mis dos ojos, fue una sábana blanca en forma de paragua estirándose hasta el cielo, ya llevaba dos metros de altura y seguía creciendo, como pude me destrabe de piernas y corrí y corrí, cuando ya alcanzo el primer metro de palitos de cerca de mi patio, me espero del lado adentro del  patio el perro Capitán, a medida que avanzaba el can me ladraba, cuando alcanzo la puerta de palitos, brincó el perro y me rasgó el único pantalón mocho que tenía, se escuchó un sonido comparado a la caída de mil platos de loza china encarrados unos sobre otros, sobre un piso de cemento. Me cuentan que Isabel Román, mi Madre y el viejo Cuba me echaron agua lluvia, fría y así desperté, el perro no me reconoció, todo esto por estar hasta las nueve pasado meridiano en la calle jugando con mis amigos, cuando el permiso era hasta las seis de la noche.

Después de tantos años con esa figura de la sabana creciendo, pienso que por la falta de energía en mi pueblo, lo sano de esa juventud, el miedo que nos infundían los mayores, cargábamos en los hombros y la mente “PURO MIEDO”.

sábado, 25 de septiembre de 2021

UNA BROMA A MI VIEJO

 

UNA BROMA A MI VIEJO
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor

La Mona Angella, hermana del Velocípedo Maracucho, era una Esbelta mujer, de talla grande, cintura de guitarra, su padre la tenía controlada porque le gustaba el baile  se les escapaba en un cerrar de ojos del viejo. Pero que va, siempre se salía con las suyas  se iba de farra. A las nueve de la noche su papá la llamaba donde estaba hablando con sus amigas y amigos: Angella, venga a acostarse, le contestaba: Ya voy apáaa, le decía a sus amigas, muchachas no se vallan sin mí ya vengo, voy a dormir al viejo que estaba pendiente, cierre con tranca esa puerta, ya el viejo estaba en su cuarto, sonaba la puerta, sonaba la tranca y silencio total.

A los quince minutos, cuando el viejo estaba roncando con el parlante roto, Angella se levantaba sigilosa, tomaba los zapatos y salía en cuclillas, la puerta no estaba atrancada, menos la tranca colocada en forma horizontal, cogía calle y le dejaba una luz a la puerta con una chancla atraverzada, regresaba con sus amigas a las cuatro de la mañana, Cerraba la puerta con cuidado, atravesaba la tranca y nuevamente en cuclillas a su cuarto, eso si el velocípedo, su hermano la cuidaba.

El velocípedo Maracucho tenía un vacilón con una muchacha, siempre llegaba a la casa a buscarlo. Una noche como a las siete, llegó una esbelta muchacha preguntando por el velocípedo, la atendió el viejo que ya estaba un poco corto de vista y a oscuras: Buenas noches dice la muchacha, el viejo le contesta buenas noches, está el Mono, si señorita ya se lo llamo, le pasó una banca de madera y la mandó a sentar, siéntese aquí señorita, el viejo se le acercó y sintió el perfume para mí, de Palmolive, era un perro rejugado con las mujeres.

Cuando el viejo sale a buscar al Velocípedo, la Joven que era Angella, su hija le dice: Apáaa, no me conoce soy su hija Angella, el viejo se devuelve, se quita la Abarca y le grita Madeciosea puñetera y le lanza la abarca con rollete, directo a la nalga derecha, antes de coger la puerta, por ultimo le grita: Aquí no vienes a dormir.