HOY, EN EL DÍA DEL
IDIOMA
LA TERTULIA CON GUMERCINDO MORETTI
Por Francisco Javier Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano
Hoy 23 de abril de 2021, siglo XXI, vamos a tertuliar de la historia de
la vida con un escritor amigo llamado Gumersindo Moretti. En el devenir de un
canicular sol en esta hermosa costa caribe, envidia de los fríos vientos de las
cordilleras, nos hacemos en el bunker de su casa, Moretti siempre me dijo que tenía
un bunker disponible para tertuliar con sus amigos y en especial con mi
persona, porque tanto a él como a mí, nos gusta el arte, la cultura e historia
de las familias.
Somos muy parecidos en conceptos culturales e
historias familiares; taburete en mano subimos al bunker, sorprendido, pensé
que nos íbamos a meter en una cueva rodeados del nivel freático de la tierra,
no fue así, subimos al cuarto piso del edificio 4 A; al abrir la puerta de
madera fina (Tulúa), con tintilla brillante, cual sorpresa, vi dos madrinas de
matarratón sembradas e inclinadas, esperando el espaldar de unos taburetes de
cuero de vaca barcina.
-
Siéntate. ponte cómodo- dijo.
En eso gritó con las dos manos en la boca haciendo bocina:
-
Ohhhhh
Catherine.
De la cocina sale la hermosa mujer, inspiración del
tema musical “Vallenata”, con dos totumas llenas de café, de marca Castilla,
revueltos con bicho (Platanitos), recogido de los playones de la Vieja Villa,
buen sabor y buena combinación, sin químicos, ni brujitos.
En el orden del día, habían dos temas jamás contados,
del historial de los dos escritores; a calzón quitao, después del delicioso tinto
bien preparado por Catherine, encendimos dos tabacos negros y amargos, doblados
por las manos de mujeres obreras, en las tabacaleras de Ovejas, Sucre, para
ambientar el lugar.
El sitio estaba compuesto por diez metros cuadrados,
cinco hamacas colgadas en los clavitos, una nevera de palo, taqueadita de
chicha de maíz, diez cubetas de helados de tamarindo y de cola con leche, cinco botellas de
gaseosas llenas de agua helada que estaban esperando al profesor Benjumea, otro amigo que rondaba ese lugar; un tablero
empotrado en la pared, de color verde, en donde recibían refuerzos los hijos de
Moretti, una radiola y unos 100 LP.
Hablemos de nuestros apellidos-, inicia la tertulia
Gumersindo Moretti. - El mío es Italiano, lo trajo un marinero que entró por
Riohacha cachi bacheando mercancías varias y como el boom era la ciudad de
Santa Cruz de Mompox, allá fue a tener a lomo de mulo, de pueblo en pueblo, hazte
tú la imagen de los turcos, que no eran turcos, eran libaneses con pasaporte
turco, vendiendo telas finas. Unos se quedaron en la Guajira, esos son los
Morelli, hay uno que es poeta compositor
en La Jagua del Pilar, la tierra de mi compadre Osvaldo Ramírez- Finalizó con
plena lucidez sobre su origen.
Tomó una pequeña pausa y Moretti continuó diciendo:
Cuando abrí mis ojos ya iban cinco generaciones, mi
persona es la sexta, cuando ese señor pisó terreno colombiano estaba la guerra
de los mil días en su apogeo, usted sabe, mi amigo, que en este país nunca y jamás
van a dejar de pelearse; cuando no es por una cosa, es por un lugar territorial.
Los españoles no les permitían a los criollos trabajar en oficios decentes,
solo era para amarrar ganado, bogar por los ríos y obedecer, no ha cambiado
nada el panorama, porque ahora son los puros criollos que copiaron de los
extranjeros, la mima “ñeee”.
Me cuentan los viejos que alcance a conocer, que
después de esa guerra, los españoles les dieron permisos a los puros criollos a
navegar y comerciar por las márgenes de los ríos La Magdalena, Cauca y San
Jorge y vea para qué les cuento, salieron disparados de esa diáspora de cuatro
calles rectangulares y a temperaturas de cuarenta grados, en donde las damas de
la sociedad se echaban fresco en la cara con abanicos de lujo que traía el
señor Moretti de Riohacha y Maicao.
La mayoría de hombres compraron una canoa enteriza y
se embarcaron con mercancías varias, útiles en esa hermosa región, insólitos:
Piedra de amolar, toldos, petates,
rulas, cuchillos, sal de mar o gruesa, panela, plátanos, cocos, esterillas,
angarillas, pitas para elaborar el chinchorro y la atarraya, anzuelos,
medicinas tradicionales, telas, tacos de baterías, linternas entre otros, compradas en la Albarrada de Magangué, centro
del comercio regional.
Analicé todo lo dicho por Moretti y decidí responder:
Nací a las diez y treinta de la noche, cinco minutos
después asomó la nariz chata Ernesto, mi hermano, el gemelo imaginario, en la
calle de las Avispas un 23 de Abril de 1953, ambos somos hijos legítimos de
Juan Manuel Cadrazco Rodríguez-Villarreal
y la hermosa indígena Cándida Rosa Díaz Arroyo, en la lejana población con título de Villa, San Benito
Abad, en el Departamento de Bolívar, al igual que usted estimado escritor, mi
apellido es extranjero, lo trajo un aventajado en la arquitectura o la Ingeniería
Civil de origen español, de nombre Francisco Javier y de apellido Carrasco,
nacido en Belalcazar, Córdoba, Andalucía, España en 1745 (POSIBLE), pero sus raíces son
de la tierra de Jesucristo, de esa zona convulsionada donde antes peleaban con
espada, hoy revientan bombas, pero no las de marca Sempertex; vino ordenado por la corona
española para construir Iglesias y casa coloniales en la ciudad histórica de
Santa Cruz de Mompox, tuve la dicha, el honor y la satisfacción de ocupar el
lugar en nombres y apellido de Francisco
Javier Cadrazco Román, hijo legítimo de Francisco Javier Cadrazco García
(Calderón) e Isabel María Román Madera, fui trasladado a ese hogar en el
corazón de La Placita.
Te cuento, mi estimado colega, que esa historia casi
nadie la sabe, se la he contado a dos de mis hijos que pernotan en mi hogar y a
mi estimada esposa de origen vallenata.
Lo que sucedió es que Francisco Javier Cadrazco Román se murió a sus doce años,
de disentería, entonces se trajeron para la placita a mi “apá”, Juan Manuel, a
los ocho años, porque su madre María Leonor Rodríguez Villarreal falleció y
como su tío Francisco Javier no tenía hijos, “chupundun”, para allá lo empacó
su papá Arcadio Modesto Cadrazco García (Calderón), Juan Manuel se crió al lado de su tío Francisco Javier (El
Cuba), unos días después que nací, me pasaron también para la placita y claro
me separaron de Ernesto. Bueno, fue para bien, porque Ernesto siempre vivía
peleando con mi persona, antes y después de nacer.
Me he sentido orgulloso de mi nacimiento, de la
crianza que recibí de mi apellido de la gran Familia Cadrasco, unos escritos
con S, otros con Z, ahora el Kadrazco
con K, pero somos los mismos, con las mismas personas, el entorno de crianza en
los pueblos tienen en la sociedad sellos de arriba y de abajo, de arriba los
apellidos empotrados en la cosa pública y el ganado, los de abajo, los
agricultores, pescadores, artesanos, ojo, te estoy hablando, mi estimado escritor,
en las primeras décadas y tercio medio del siglo XX, porque en la
contemporaneidad el cutarro se volteó y se derramó la leche de los tanques Inagrarios, esos que le cercenaron los tres
dedos a bombo Mocho, integrante de la famosa Banda 19 de Marzo de Laguneta.
Mi pueblo, mi patria chica, hermosa con sus doce
ensenadas de agua dulce, emanada de las montañas, caños y arroyos, impresionante
ver el Magdalena en la desembocadura del rio Cauca, haciendo hoyitos de
remolinos, sacar un chinchorro cargado de bagres y pacora, darme el lujo de
acostarme al lado de uno de ellos, siendo más pequeño mi persona; la
camaradería de los villeros, en especial de mi progenitor mamándole gallo a
todo el que encontraba, la berraquera en el trabajo, la fama de cada uno de
ellos, ya fuera pescando, ordeñando, amanzanado ganado o tumbando montañas a
estajo para que los ganaderos de la época sembraran hierba para sus animales,
de eso estoy completamente orgulloso, mi estimado Gumersindo Moretti.
Las letras de la cultura se las copie a mi madre
Isabel María Román, mi mayor inspiración poética, del Cuba sus consejos, su lucha por hacer de
mí una persona con valores, recto y correcto en todas mis decisiones, con
mentalidad abierta, buscando el camino del bienestar familiar, años después me
enteré que esos padres, tuvieron a bien legitimarme con sus apellidos Cadrazco
Román, en su matrimonio católico en el año 1958.
De mi entorno en La Placita, mis recuerdos, los
mayores me cuidaban, me alimentaban mis vecinos, que siempre pasaban la famosa sarapa
a mi hogar, compuesto por los dos ancianos
y mi persona. En el diario trajinar, mi estimado escritor, habían días
de lluvia, el famoso “chis chis”, que no dejaba
juntar el fogón, las chiribitas mojadas; otros días de resplandor, el
astro rey a mil en candela, noches de luna llena, estados de luna nueva, esa que revuelve el
cuerpo el pensamiento y el alma.
Hubo bullying, por la supuesta desventaja de tener
unos padres ancianos, pero a decirte verdad esos pereques como le llamaban
antes, rebotaban porque tenía una coraza de oro y plata en mi crianza, no
importando llevar unos zapatos rotos en la suela tapando el hueco con un
cartón, solo se notaba cuando me arrodillaba detrás del altar para cruzar de izquierda
a derecha la Santa Biblia en el altar, cuando ayudaba al sacerdote a oficiar la
Santa Misa; por todo eso mi estimado escritor Gumersindo Moretti, ahora
cincuenta años después, cuando pernoto a mi bello pueblo, sonrío cuando me
echan una mirada de reojos, de la cabeza a los pies y preguntan que si mi persona
es el Cubita, ese negrito de afros, criado en la placita por la niña Chave y el
viejo Cuba. “Ha lugar”, es mi
contestación.
Así transcurrieron los años, mi estimado Moretti, con
mi quinto año de Primaria no certificado, unas clases robadas, montado en los
barrotes de hierro de las ventanas del seminario, un poco de Filosofía y
Teología Católica, en un día de lluvia, mi Padre me empujó y me echó a volar
del hermoso nido, calientico, confortante y amoroso de mi hogar, quedaron los
dos cáñamos en la sala en donde guindaba mi hamaca, con cinco parches blanco de
lona remendados por mi madrastra Ángela María, el recuerdo vivo en mi mente de
esas dos criaturas que mi Dios me puso en mi camino de la vida.
Tenía que
hacerlo, en ese pueblo no había lugar para mí. Él, mi viejo, tenía muchas
aspiraciones que su hijo amado fuera una gran persona que contrarrestara su
pobreza de plata, porque de mente estaba “al peluche”, superara el mínimo vital del corte y venta de
una carga de leña seca para poder subsistir en la década de los cincuenta y
sesenta, montado en su burrito bayo.
Ya para despedir esta tertulia caribeña, histórica y
familiar, te cuento, mi escritor Moretti: apareció Ernesto, mi hermano gemelo; le prometí a mi progenitora en el lecho de su
muerte que cuidaría de él, lo mismo que a mis hijos y esposa, me rasparía las
rodillas y codos por sacarlos adelante, con educación y valores, unos se
acogieron a esos consejos de padre, al igual que los recibía de mi padre
Francisco Javier “El Cuba”.
Hoy, 23 de abril cerrando la cuenta en años de vida, son
sesenta y ocho perlas del collar de mi existencia, ruego a mi Dios me conceda
unos años más, para ver al mundo seguir volteando el cutarro de leche.
Feliz Cumpleaños Gumersindo Moretti, feliz Cumpleaños
Ernesto, mi hermano gemelo imaginario, feliz día del idioma y recordemos al más
grande escritor colombiano, Gabriel García y Márquez, en la eternidad.