“LA MALA
HORA”
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Caribeño
Bien clarito me lo dijo mi mamá de crianza,
mijo Sico, no te dejes coger la noche por esos caminos, siempre hay gente que
quieren hacer la maldad, me cogió la noche en el arrozal de madre de Dios, me
puse a jugar bolitas de uñita con unos amiguitos que vivían en unas parcelas
cerca de la roza de mi papá, como iba perdiendo la mitad de una media de
calzado, tenía que recuperarlas, además la luna estaba bien clara, mi persona corría
bastante, era como si fuera volando bajo, la luz del playón no iba a
perseguirme porque no era el día de ella salir, el toro candelillo estaba en la
placita acompañado del ganado, caballos, burros y mulos, todos ellos
cimarrones, solo había un gran peligro, el tigre de la placita que acechaba por
la vía del cantil, por allí venia yo.
Llené mi media de calzado, de canicas, dije no
juego más y cogí camino, pasé por el cementerio de San Roque y debajo del palo
de mango frondoso que había en el centro, con la mirada del ojo izquierdo vi un
bulto negro que me llamaba, las orejas se me pusieron pesadas y aligeré el
paso, ya a distancia del cementerio volví a mirar de reojos pero con el ojo derecho
y no vi nada, por recomendación de papá Ye, oraba mentalmente y rezaba el padre
nuestro, el credo y el ave maría, todos esos rezos me los enseño mi profesora
la niña Cristy, después de media hora de camino venia lo bueno, la entrada al
pueblo, los solares vacíos llenos de monte, donde pastaban en la noche
criaturas imaginarias de mi mente.
Como venía a pies descalzos y con un pantalón
mocho, sin camisa porque a los jóvenes de esa época, estaba prohibido usar
pantalones largos y camisas manga larga, eso era para los hombres adultos, la
charca de agua que corría desde la ceja y venía a dar a la hermosa chambita,
estaba a reventar, agua a la cintura supere en cinco minutos el paso, después
venia la esquina y primera casa de mi Pariente Berania Cadrazco, esquina con el
patio de la niña Matilde Buelvas seguido la casa de la Familia Hernández Gómez,
con un súper patio, seguido un solar sitio predilecto del Toro Candelillo,
cuando llegue a esa dirección, observe, óigase bien No miré, Observé una sábana
blanca, blanca que se levantaba en punta hacia el cielo, ya llevaba como dos
metros de altura, ahora si se me espelucó el cabello como puerco espín, me
faltaba superar la placita, empujar con el hombro la puerta principal y caer a
mitad de la sala, pidiendo auxilio, no sé cómo lo hice pero llegué, cuando
escucho en ese solar un estropicio como cuando se caen al piso de cemento mil
platos de loza encarrados uno sobre el otro.
Alcancé a decir
“Hay mi Madre”, la respiración se me acortó, las canicas se regaron en
el suelo, mi mamá en mitad de la sala orando para que se desapareciera La Mala
Hora. Eso a acompañado de un regañón, fue lo que oí cuando me pusieron un trapo
con alcohol en los huecos de la nariz. Al día siguiente, cuando salió el sol,
fui a inspeccionar el sitio, a ver si había pedazos de platos de lozas
esparcidos por el lugar de los acontecimientos, pero no, todo estaba normal.