1.
LA CUEVA DE MARIANGOLA
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano
Enclavada en la falda
de la Sierra Nevada de Santa Marta, se encuentra Mariangola, corregimiento de
Valledupar Cesar, caracterizada por sus cosechas de aguacate que los
campesinos bajan de la sierra, en la
temporada de cosecha.
Me contaba José
Antonio Carrascal, un hombre conocedor de la región, que subiendo la sierra por
los lados de Mariangola, en los primeros cerros, hay una inmensa y milenaria
cueva, con un espesor en la entrada de aproximadamente un cuarto de kilómetro
cuadrado, mas adentro se va angostando en forma de embudo.
En horas del día, todo
se ve normal, pero en la noche las cosas se ponen pesadas en ese sector. Cuando
el sol se está ocultando por el occidente y su color es rojizo, tipo cinco y
treinta pasado meridiano, de la cueva comienzan a salir unos murciélagos que
por su tamaño diríamos que son goleros y comienzan a revoletear y surcar el
derredor de la cueva.
Luego desaparecen para
darle paso a una luz azul cielo que ilumina toda la falda de la montaña,
incluyendo las fincas de Inarco de la Hoz y la hacienda de Yuyo Quintero,
llamada Caja Negra, al igual que los enjambres de murciélagos, al poco tiempo
desaparecen y reina la oscuridad.
Ya bien entrada la
noche, emergen del fondo de la cueva dos hermosos Leones, uno melenudo y grande
como los puercos que sacrificaba el negro Adán en la diecisiete de
Barranquilla, el otro más pequeño, se supone era la hembra.
Y toda la noche se
pasean en la entrada de la cueva, emitiendo un rugido agudo de alerta y prevención
a no permitir el acercamiento de ninguna criatura viva, menos de otro planeta.
Todos los humanos de
la región saben de la existencia de la mítica cueva de Mariangola, pero no
todos saben del hermoso misterio que encierra, ya que solo una persona entro a
ella y regresó con vida.
Don José, calla por un
rato su hermoso relato, mire pariente, refiriéndose a la gran amistad y
familiaridad que conservaron el Blanco de la Hoz y él, que un día llegaron de
Sabanas Magdalena en busca de progreso y bienestar, a la vez este Sabanero de
Sucre, que les narra este cuento está casado con una nieta del Blanco de la
Hoz.
Decían los mayores que
ya no están en este mundo, que a esa cueva entró una noche un misterioso hombre
que bajaba de la sierra a Aguas Blancas, montado en un mulo negro barriga blanca,
cascos blancos, bien aperado, a vender la cosecha de aguacates y a comprar
provisiones para su parcela ubicada bien adentro de la sierra.
Después de la
transacción comercial que efectuaba, se iba para la tienda de la prima Ague,
así rezaba un letrero hecho en lámina de cinc, amarraba el mulo en un árbol
frondoso de cañaguate, saludaba a los presentes y pedía una botella de ron que
a los pocos minutos solo estaba la botella sola, se tomaba otra y otra, y
guardaba tres docena en las alforjas de cuero que llevaba en el mulo, llegada
la medianoche, con un gran atino de la
hora se despedía de los parroquianos y decía:
Muchas gracias a los
presentes, prima Ague este roncito esta sabroso pero me tengo que ir, hoy va a
ser la noche que voy a entrar en la cueva de Mariangola, pase lo que tuviere
que pasar.
Seguido de esas
palabras, a media noche y entrar en la misteriosa cueva, todos los presentes se
hacían con la mano derecha la señal de la cruz en su cuerpo, el hombre
misterioso emitía una sonrisa y dejaba ver su dentadura a media boca abierta,
con una destreza después de ingerir varias botellas de ron, ayudado por una
vara se subía a su animal, también un poco misterioso por sus brillantes
colores en la piel, blanco y negro.
Esa fue la última vez
que el hombre del mulo, bajó de la sierra, esa fue la última vez que lo vieron
con vida en la tienda de la tía Ague, en Aguas Blancas Cesar, hasta esa media
noche se escucharon los rugidos de los dos leones en la puerta de la cueva.
Ahora el que cuida la
cueva es el mulo de dos colores ensillado y con carga encima, esperando su
dueño que no ha salido más en estos últimos siglos de vida.
Pregunto: ¿Bueno pero
usted pariente me decía hace pocos minutos que solo un hombre salió de la
cueva, quién fue ese hombre?
Dicen que ese hombre,
era el hombre lobo, porque era peludo, que sus melenas eran filamentos de oro,
llego a la primera casa que había en la entrada del pueblo, donde moraba una
ancianita con una nieta, les toco la puerta y entro, les contó el misterio de
la cueva y desde ese momento quedó mudo.
¿Y de la ancianita y
su nieta, que pasó?
Ellas al día siguiente
de llegar el hombre lobo, salieron bien temprano con un costal de fique en el
hombre, se embarcaron para el Valle en un bus de Cosita Linda y ni más se supo de
ellas.
¿Y el hombre Lobo?
Ese lo ven todas las
noches, los campesinos que suben y bajan de la sierra, pero ya no es de color
oro, ahora es negro peludo y horripilante.
O sea que descargó
todo el oro que sacó de la cueva en casa de la ancianita, sí señor, ese sitio
donde estaba esa choza de paja embutida de barro rojo, los guaqueros la
tumbaron y se llevaron la paja y el barro creyendo que se les va a convertir en
oro.
¿Bueno y que se dice
de la cueva y el hombre misterioso?
Los comentarios acerca
de la cueva son pocos, ya eso hacen muchos siglos, la versión más acertada es
que allí vivió la Luna antes de subir al espacio en compañía del Sol que al
ocultarse se refugiaba en la cueva con ella, después cambio de habitante, que
fue el hombre Lobo y por ultimo para cerrar este hermoso cuento, la luna se fue
con el sol y dejo cuidando al hombre lobo, los leones y los murciélagos.
Al entrar el hombre
del mulo de dos colores, sacó de su trono al hombre lobo, este se arropo en oro
y salió derrotado.
Dicen los campesinos y
finqueros de la región que hoy reina en la cueva de Mariangola el hombre
misterioso, que a media noche ven a una silueta que sale a la entrada de la
cueva, habla con el mulo, le saca de las alforjas tres botellas de ron, le da
de beber una al animal y se entra a la cueva nuevamente.
En este instante
cantan los gallos del pueblo la primera vez y don José mira su reloj
Ferrocarril de Antioquia que carga en el antebrazo izquierdo, me informa que ya es hora de
dormir, recoge sus taburetes y se adentra a la casa.
Mi persona, recoge la
grabadora humana y se traslada en el tiempo y el espacio hacia su hogar, a
dormir el resto de la noche.
Maravillosa historia,
sacada de la mente de un humano, entre cuentos porros y fandangos, se permite
nárrala.