SEIS PESOS DE SALDO, AL
HABER
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano
Faltando
una hora para que el Astro Rey se ocultara, en la ensenada de Machado (sitio de
pesca, río San Jorge), en donde se sacaban toneladas de Bagre y Pacora a peso de chinchorro en
la década de los cincuenta y sesenta del siglo pasado, su componente humano,
todos de la misma familia, apellido adelante, apellido atrás, daba lo mismo.
Se
formaban las características polémicas sobre la familia, el trabajo, la
economía, la política y la religión, aquí afloraba la terquedad de ciertas
personas, queriendo opacar las opiniones de los demás, sin una base
fundamental, cimiento de una buena conversación, con altura, moderada, y con
valores éticos.
Una
tarde, el caporal mayor tocó el tema de la familia mientras regábamos el
chinchorro para después jalarlo a hombros y alegrarnos del resultado de la
pesca, dijo: “Si los hijos valoraran la crianza que se les da, el dinero que se
les invierte, quedarían a deber a sus padres”.
El
hijo mayor, terco como una mula en amanse, le contestó a su padre, delante de
treinta hombres más, criados bajo el respeto y la obediencia: Vea Paa, no estoy
de acuerdo con usted en su apreciación, cuidado y le saco la cuenta y me va a
quedar debiendo, por allí se fue el hilo de la discusión, intervinieron varias
personas, pero el circulo se volvió vicioso y durante veinticuatro horas de la
jornada de pesca, no hubo poder de convencimiento entre el padre y el hijo,
ambos cortados con la misma medida.
Terminada
la ardua jornada, llegamos a el sitio de reposo, el progenitor hacia trazos
numéricos en el suelo mojado con un léxico que no formaban palabras, total era
llevarle la contraria a su padre y colgarse la placa de la identidad de terco.
Cuando
la señora que atiende la cocina grito golpe de mano (a comer), ya el hijo mayor
estaba ubicado en el puesto de la mesa que le correspondía a su padre, quien
reclamó su trono, de inmediato el joven le dijo a su padre que ya había sacado
la cuenta y que le quedaba debiendo seis pesos. No quiso argumentar del porque
su padre le debía ese dinero de la crianza. Todos nos quedamos atónitos con la
actitud del joven, hoy un adulto mayor, cuando se liquidó la venta
de la pesca el día sábado, el hijo pretendía descontarle los seis pesos que la
mente le indicaban, que su Padre le debía.
Ya
con ochenta y cinco años de edad, su padre en la eternidad, sigue igualito a
como actuó esa tarde de pesca, ese evento estaba olvidado por el tiempo pasado, pero siempre hay una persona que no olvida, más cuando es del entorno familiar.
El joven sacó la cuenta de lo que el padre se gastó criándolo e
hizo la cuenta contraria y a su favor, total era discutir el hecho sin
fundamentos, para probar lo anterior, saque mi arma de la mente “La Palabra”, y
narre la historia cuando llegó a mi pueblo “La Villa”, el primer vehículo,
procedente de Corozal Bolívar, en el año 1904, narrado por una persona quien en esa época contaba con siete años de edad, ya lucida de mente
para poder afirmar ese echo trascendental de la vida de un pueblo apartado de
la civilización, porque los medios de transporte eran en animales como el
caballo y el mulo.
Terminando
de esbozar la historia, ripostó: vea historiador y escritor, yo nací en 1934 y recuerdo
que mi padre me enviaba a corozal a comprar medicina y me transportaba en un
caballo, no es posible que haya entrado un carro en 1904 a la Villa. Le contesté, tampoco
creo que su padre le quedara debiendo seis pesos por la crianza que le dio. Después de este evento y sorprendido por la actitud del actor le conté a un amigo y este se fue en carcajadas, más sorprendido aún, sin saber los motivos, me dijo, vea primo ese tipo es el hombre que lleva la bandera de la terquedad en la Villa, todavía alega que su padre le debe seis pesos por la crianza que le dio.