LA PUERCA GRANDE AZABACHE
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Villero
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Villero
Me
cuenta mi Primo hermano Darinel Villalba Cadrazco en el patio de su casa metido
en una hamaca grande, como se construyó la primera casa en calle nueva, fue
Santander Martínez, quien se ubicó en la esquina, todo era agua y fueron
aterrando el sector, ya con esa casa, seguido mi tío Aureliano Villalba (El
Chito), levantó una en canillas, que duró así mucho tiempo, cuando Santander se
mudó para la suya, la familia Villalba Cadrazco ocupó la propiedad.
Para
esos años de la primeras décadas de los noventa, en mi pueblo había personas
animosas, entre ellas el chito Villalba, media la hora por la luna, pero la
mayoría de las veces iba adelantado, se levantaba y cogía camino para carbonero
y cuando llegaba a la finca corralito, solo eran las dos de la mañana.
Salía
para las ciénagas bien temprano a coger hicoteas y regresaba al día siguiente.
Cosa que no se puede decir de los primos Santander, Servio José y mi persona,
allí no tenemos cabida, nos espanta una hoja seca.
En
ese sector de su casa había al frente un solar en donde tiraban basuras
escombros y demás, con el fin de aterrarlo y hacerlo acto para construir, tenía
una cerca con un portón de madera, por allí salía la inmensa Puerca de una
talla de cien centímetros de alto por dos de largo, con pelos de espina como de
puerco espín, negra azabache como el caballo Timoteo de Miriam Zabaleta en
Sincelejo.
Una
noche de esas oscuras en la Villa y bajo de un aguacero, mi tío escuchó a unas
personas conversando en la calle, acto seguido le tocaron la puerta, se levantó
abrió y salió a la calle se dirigió al portón en donde la conversación estaba en
un punto álgido ya para pelea, abrió el portón y salió fue la enorme puerca, al
estilo cuando en la plaza grande de mi pueblo le abrieron la puerta del toril
al toro Candelillo.
Como
decía Juan Cuba, “Hombre prevenido, vale por dos”, llevaba mi tío chito una
vara de corozo punta afilada, en esa época la llamábamos lata, se le abalanzó
esa enorme puerca a comérselo vivo, ella a tumbarlo y mi tío a quitársela de
encima, persistente, insistente, ese mal momento a media noche duró unas dos
horas, fue una lucha de vida, su esposa sentía la pelea encarnizada afuera pero
ella hacia a su compañero en la cama a su lado durmiendo.
Al
regresar a su casa, con palabras entre cortadas le contó a mi tía lo sucedido, con esa enorme puerca negra en lo que es hoy Calle
Nueva vía principal de entrada a la Villa, ruta de los buses intermunicipales,
y no sólo fue mi tío el que la vio, muchas personas sabían que en ese solar
salía la puerca negra dispuesta a comerse vivo a todo el que transitara a media
noche por ese lugar, por ejemplo tres borrachos que cruzaron la calle, tuvieron
su zafarrancho con la puerca negra. Mi persona con solo escuchar a mi primo
hermano narrar esa historia villera cambie de ideas de dormir en el quiosco
ronero que hay en el patio de su casa.
Allí
en ese solar también veían una fogata a media noche y cuando los animosos le
llegaban se desaparecía, afirmaban que era un entierro en oro de veinticuatro
quilates que había en ese sitio, todos los vecinos la vieron arder hasta de un
metro de altura, se perdió esa oportunidad de ser rico en oro, solo queda esta
historia villera de la oscura y fantasmal Villa de las primeras seis décadas
del siglo pasado. De que las hay, las hay.