UNA CULEBRA BOA, SIN RABO
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano
Recordando
pasajes de mi vida, esta mañana a las tres en punto, hora en que la razón pura
de la existencia de vida, del ser y no ser, me indica que ocupo un lugar en el espacio y en el tiempo de este
convulsionado mundo global, llegó a mi mente un pensamiento del momento aquel
en el mes de noviembre de mil novecientos sesenta y cuatro, en una tarde
asoleada, en donde el majestuoso rio San Jorge no daba razón de sus orillas,
parecía una manta de saco de algodón, arropando el remolino de la pipa, bajo el
desespero de unos pescadores de chinchorro ya casi desprovistos de alimentos,
los mayores nos encomendaron ir a cazar carraos, patos yuyo, iguanas, boas, chigüiros,
caimanes y babillas de cuatro patas.
Adentro
de los manglares, divisamos una boa contrita de unos siete metros aproximados
de longitud, los dos jóvenes no fuimos capaces de cogerla, menos de matarla
para el sustento de unas treinta personas, dimos aviso a la rancha ubicada en
un pretil barranco en una finca del sector, en donde un mes antes habíamos
llegado.
Personalmente
y con mis once años de edad, tratando de aprenderles a los Cadrazco de esa
época, presencie el enlace de la boa, la colgada en una mata de mangle, la
sacada del cuero y por último esa hermosa cola hecha presas y después guisada
con la sazón de una familiar, fue un manjar, pero se quedó en mi mente esa
barbarie.
Por
allá en el año mil novecientos sesenta y ocho, un veintiocho de diciembre, si
no estoy mal de memoria día de San Agatón, fiesta en corralejas en San-Pues,
nombre colocado por un paisa a ese hermoso pueblo y con mis quince abriles, se
me acercó una mujer de raza Zenú y me invitó a que me fuera con ella,
manifestándome que ella era la boa a quien yo, mi persona le había comido el
rabo, me desaparecí del lugar y fue la ultima fiesta de toros sabanero que en
mi vida asistí.
En
otra ocasión la niña pecho, una señora de San Pedro Sucre, también me confesó,
que ella era la Boa a quien mi persona le comió el rabo, no se si son cosas de
la mente ágil y queriéndome hacer una jugada de dominó, pero la verdad es que a
mis años no se me olvida ese momento de mi juventud.
Anoche,
venia por un camino con unos compañeros del B de la R. rumbo a mi morada y uno
de ellos dijo: viene un toro cebú, ellos corrieron a la derecha y mi persona a
la izquierda, por allí cogió el toro y al notar mi presencia detrás de un
matorral, me dijo te estoy observando, tú fuiste el que te comités mi rabo, le
miré la cola al toro y no la tenía, allí comprendí que era la boa del sesenta y
cuatro. Corrí por el playón de la villa y fui a tener a palitos, allí había una
bonga grande semi inclinada y de la velocidad que llevaba fui a dar al copito.
Allí permanecí hasta las cinco de la mañana, cuando mi esposa con el más sumo
cuidado me volvió a la realidad de la vida, porque me encontraba gritando
auxilio, auxilio, que la Boa contrita en forma de toro cebú, estaba rabiosa
reclamando su rabo que lo hicimos guiso para la subsistencia, en esa época de
mi juventud. A eso se suma una jauría de perros peleando, porque su rabo se lo
habían cambiado en una cantina de la Villa, después de una borrachera.
“Siempre
debes mirar hacia atrás con humildad y decencia, haber donde dejasteis la cola
de tu vida y el soñar de tu niñez y juventud, ellos son el soporte de la
estructura y tamaño que tienes en el presente”.