UN CABALLO Y UN JINETE SIN CABEZA
Por Francisco Cadrazco Díaz Román y Matías Cadrazco Blanco
Escritores Colombianos
Por Francisco Cadrazco Díaz Román y Matías Cadrazco Blanco
Escritores Colombianos
Me contaba mi nieto Matías que
él vio pasar a través de la ventana de su cuarto un caballo sin cabeza, era de
color blanco y llevaba un jinete sin cabeza, se arropó pie y cabeza y al otro
día le refirió a su papá lo sucedido y como es un niño de cuatro años, pusieron
en duda su historia.
Una noche su papá venia de
trabajar, manejaba su carro por la avenida la circunvalar y al frente del cementerio
vio atravesar de lado a lado de la carretera, un caballo aperado, pero no le
vio cabeza, al igual que su jinete, tampoco se le vio cabeza, cuando llegó a
casa le contó a su esposa quien le dijo
ese fue el sueño de Matías.
Mi persona, abuelo y padre de
los dos, no sabía nada de ese cuento, una tarde en casa, mi nieto Matías me
narro el cuento con pelos y señales y luego mi hijo me contó su cuento, a mi
persona que no se le olvida ni el día que su mamá lo trajo al
mundo, (que es hoy, 23 de abril), tiró
su casete memorial y se retrajo a sus escasos seis años y comenzó a recordar:
La noche que cayó un aguacero
de queso en el pueblo de mi suegro, Salamina Magdalena, la noche oscura que el
caballo relinchón entro por el callejón de María Correa, la noche que el Candelillo hizo su arribo al
pueblo y se arrinconó en la placita, el sueño de las
lombrices gigantes en la vieja
bomba de agua que había en la placita, también el día que Alonso Olivero
salió a cortar un vejuco para amarrar las
corralejas y se perdió por tres días en la bola de monte de los barrios
en la villa, los Jolones de cuero arrastrados por un caballo por las cuatro
calles de la villa en los años 50 y 60, donde reinaban los mechones de
petróleo.
Cuando la Luz del playón no se había mudado
para las playas de la Villa y era la reina en los cuatro puntos cardinales de
mi hermoso pueblo, jugaba con las cuatro patas de los caballo de
José Morón, el Nello Montes de
Oca y Héctor Atencio, también se me viene a la mente el día que llegó el Primer
carro de color negro a la villa, el hombre vestido de blanco en la mata de lata
en la vía a los jobos, la totumita de oro que caía en la poza
el cantil y los reventones, el perro negro en la esquina de la niña chancho botando fuego por su boca.
El día que el caimán mocho del
remolino de la pipa, se tragó al Parie Pablo en el lance de Marralú, la mañana
temprano en que oí el pito de la chiva la melón que manejaba el señor Acosta,
venia del puerto recogiendo pasajeros, me levante de mi hamaca, le quité la
tranca de mangle a la puerta y salí a la plaza, con tan mala suerte de que no
había más pasajeros en la vía, corrí detrás de la chiva, me subí al primer escalón
de la escalera, el bus cogió velocidad y cuando iba por donde Acisclo me tiré y
rodé por el cascajo diez metros,
desperté en el puesto de salud en la plaza. Tampoco se me olvida el hermoso
cuento a mi Tío Político Adalberto De la Hoz, Q.P.D. El gallo Guacharaco, Rey
de las Galleras.
Y para no alargarles los cuentos, la noche que mi bisabuelo Manuel
Vicente Díaz Vanegas Barros se tropezó con un cajón con cuatro velas debajo de
unos árboles de bolonbolo en el camino hacia el paso de los chivos.
La verdad es que mi persona no
quiere tropezarse con ese caballo menos el jinete, porque a decir verdad, para
eso tengo a mi amigo Édison, un Kankuamo de pura Cepa, de que le aplico el
credo al revés como lo hizo Francisco el Hombre con el que sabemos, porque a mí
no me brinca un chivo macho y no me
cogen ni corriendo, menos a mi hijo, amén de mi nieto Matías Cadrazco
Blanco, el heredero de la gran dinastía de papá Yé.