UNA BETA DE PIEDRAS DE MARFIL, EN EL CASCAJAL
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano
Erase la poza del Cascajal un lugar mágico, en
donde una vez los Bolaños se les dio por sacar tierra con piedras (Cascajo),
para levantar cimientos de casa, achicar los huecos de las calles llenos
de agua lluvia y más, mágico porque allí
nos bañábamos los jóvenes cundo despuntábamos la pubertad.
Lo malo de la poza el Cascajal
era que después de zambullirnos, jugar y retozar hasta que las tripas internas
nos daban el alerta que ya el almuerzo estaba a la hora en casa. Llegábamos de
color blanco y con la piel reseca, solo era hacernos la prueba en el brazo y
quedaba una raya blanca plateada, por eso nos echábamos manteca de corozo de la
tienda de la niña Gilma Garcés antes de llegar a casa.
De la poza el Cascajal se sacó
tanta cascajo, que el hueco era inmenso, es más allí se ahogaron muchos de mis
compañeros de juventud. Una noche estando soñando se me apareció una bella dama
y me confesó que en el Cascajal habían unas piedras de colores varios, blanco
blanco, azul cielo, amarillo pollito, rojo tinta, rosa, clavel y marfil.
A todas esas, no creí, ya
había soñado con toda clase de oro, plata y marfil, de nuevo la Dama me dijo,
vez a la casa del Alcalde y observa las paredes de la fachada para que veas
como las piedras brillan con el sol, duré quince días con un sol canicular a 39
grados, observando la terraza del Alcalde, ya me daban por desquiciado, tanto
así que terminé citado a la Alcaldía, me trajeron el medico del pueblo, este me
miró a los ojos, la boca, me preguntó la tabla de multiplicar hasta el 10,
camine para allá, devuélvase, haga el cuatro con las piernas y miraba el medico
al Alcalde y negaba con la cabeza estilo Pedro el Apóstol, terminaron
prohibiéndome la estadía al frente de la casa del Alcalde.
La otra oportunidad de tener
piedras de Marfil, era escarbar la poza como puerco trompa largo buscando
lombrices, cogí media totuma y sacaba la tierra y piedra por piedra analizaba a
ver si brillaban con el sol y como el que persevera alcanza se me dio, cargaba
una media de zapatos rellenita de piedras al igual que la media de Abadías
Méndez Tolosa, llena de bolitas de uñita.
Cuando los Sacerdotes
españoles me dijeron que ya no estaría más con ellos y me vine para Corozal, mi
mamá Chave, vendió los libros que estaban en una mochila de lona de hamaca,
allí iban las piedras de marfil, que tiempo después le reclamaba con
insistencia al pariente, dándomelas por perdidas.
Debía ser una fortuna, porque el
joven pariente se educó y compro combis en Sincelejo, bebe ron todos los días, pero
como mi Dios nunca en la vida me ha desamparado, soplaron vientos agradables al
alma y al corazón, hoy solo son recuerdos que se me vienen a la mente de las
piedras de Marfil en la poza del Cascajal, en el barrio zapato en mano, en mi
querida Villa de San Benito Abad, una tierra macondiana a la que nunca voy a
olvidar, hay que visitarla.