LA MOCHILA DE LANA DE CHIVO
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano
Un amigo, de los verdaderos
amigos, carga en su hombro derecho una mochila tejida con lana de chivo macho,
esa labor la realizan nuestros hermanos en la sierra nevada, allá en lo más
alto, donde se desnucó el Gallo, él me dijo que a esa mochila le caben
quinientos limones de esos que nacen en la sierra, a medida que le van echando
limón, ella se va estirando, cuando la forzan mucho queda como nido de toche en árbol de cañaguate.
A decir verdad, a mí persona le
encantan esas mochilas, eso sí originales, ellas se conocen porque huelen a
chivo sofocao, pero es un orgullo portarla, y se la encargue a mi amigo, una de
esas mochilas la cargaba mi pariente Don Clodo, cuando iba a curar los mordidos
de culebra en el sur de Bolívar, con lo que es y lo que no es.
Bueno, llegó mi mochila y de
una me la clave en el hombro, allí guardo los libros que escribo, los cuentos
que narro, una docena de bolígrafos de toditos los colores, los códigos de
Derecho, la santa biblia, con ella voy al mercado y traigo la compra, cuando
veo algún sospechoso que me quiere intentar atracar, de una meto la mano y
apunto con un guineo verde que cargo de revolver y le digo al contrincante
cuando me pide la cartera.
Vea valecito, muéstreme que
trae usted para querer despojarme de mi cartera, si no me muestra, le comunico
que ya me estoy enojando y ese si va a ser el problema grande que usted va a tener
con mi persona, porque a decir verdad cuando estoy rabioso, le disparo al que
es y al que no es y santo remedio, se van de rever y se esfuman.
Para todo eso sirve esa
mochila, con decirles que una vez en la Universidad, estaba realizando un
examen de Derecho Procesal Penal, la cosa estaba peluda porque las preguntas no
figuraban, ni en el código, menos en los apuntes, una de esas preguntas
rebuscadas del Licenciado.
Han de creer ustedes que la
mochila me sopló toditas las repuestas, esa noche en particular, saque un
cinco, desde ese momento hasta duermo con ella, mi esposa me grita que
últimamente hiedo a chivo macho.
El otro día venían unas damas
a pleno sol con un paragua de esos mampanos y cuando oigo es a la mochila: Adiós
hermosas mujeres, capullos de Alelí, sol que me quema, luna que me alumbra en
las noches de penumbras. Las señoras me quedaron mirando y dijeron, hay niñas,
ese si es un hombre, que Piropaso.
Esa hermosa mochila, tejidas
con la mano de una Kamkuamo, me da concejos, me indica los caminos y es mi
confidente, lo malo es que en ella no se puede guardar plata, porque se la
gasta en ron. Carga una panela de hojas y una botella de contra preparada y
bebe un trago cada seis horas y le pega un mordisco a la panela, vea compa, mosquito
que se atreva a picarla, cae redondito, no hay hormiga o avispa angolita que se
pare en el cuerpo. Hay veces que se le olvida que es una mochila y berrea como
el chivo, vejeejeee, vejejeee.
Cuando está en tres quince se
canta el Carrito Brujo: Ay Atanques se está llenando de pura mujer Patillalera,
yo no más las estoy dejando, y las voy a jondear pá fuera. Yo no más las estoy
dejando, las voy a jondear pá fuera. Ellas dicen que son brujería, que son
brujería para enamorar. Mentira no tengo nada, lo que yo sé es parrandear.
Honor que nos hace esa bella melodía de Rafael
“Wicho” Sánchez e interpretada magistralmente por los hermanos Zuletos. Y
terminamos emparrandao, la mochila, mi
amigo Édison y mi persona.