CAMPESINO TRABAJADOR
Por Francisco Javier Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano. Costa Norte
Por Francisco Javier Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano. Costa Norte
Con esperanzas y sentido
positivo y después de leer el Almanaque de Bristol, esperaba Ulises el mes de
mayo, para aprovechar las primeras lluvias del año, ya tenía las semillas de
arroz, maíz, ajonjolí, patillas, yuca y ahuyamas, esa serían las cosechas a
recoger a fines de noviembre, pero antes le tocaba desmontar, quemar y arrancar
los troncos de madera para que un tractor pudiera arar o voltear la tierra.
Todos los días se levantaba el
campesino temprano, se reunía con sus colegas y en mitad de la calle, en la
arena seca, hacían círculos y circunferencias, puntos a la derecha y a la
izquierda, miraban al firmamento la salida y puesta del astro rey, fumaban
tabaco negro y bebían café de papeletas, daban los buenos días y se quitaban el
sombrero al entrar a la Iglesia y a las viviendas, compartían las cosechas y
hacían trueques con otros campesinos.
Hermosos momentos vivían esos abnegados
campesinos cuando san pedro habría la llave del tanque de la vida, el agua,
patos nadando, pájaros secándose con sus alas abiertas, goleros emparamaos en
la copa de los árboles, los niños y jóvenes corriendo por las calles, caminos y
playones, la chambita a desbordar y el gran arroyo La Dorada arrastrando el
pajonal, las Babillas, Caimanes y ganado, agua abajo hacia las ciénagas del
gran río San Jorge.
Más emoción aún, cuando la
semilla germinaba y brotaban de la madre tierra unas hermosas mata verdes, que
con los rayos del sol crecían y crecían, hasta ver un frutal de buena calidad,
con muchas ganas de madurar y llegar a los mercados y de allí a los hogares de
mi hermoso pueblo.
Así era, pero ese proceso
implicaba mucho trabajo y constante responsabilidad, tanto personal como
monetaria, al fin trabajo. Después cuando llegaba el dinero por sus ventas,
Ulises se descontrolaba, no tenía la capacidad de meterse al bolsillo los 400
pesos productos de la cosecha y terminaba metido en la única cantina que había
en el pueblo.
Diferente era la actitud de
sus compañeros de trabajo, ellos propendían por su hogar, con la ayuda de sus
esposas planeaban sacar a sus hijos adelante, visionaban que después de la
primaria había una secundaria y por ultimo una Universidad allá muy lejos, y
juraban que sus hijos serían unos profesionales.
Ulises seguía en la misma
rutina, ya sus hijos se estaban convirtiendo en hombres y mujeres, sin el
soporte de la educación en casa, menos en los colegios, pasó el tiempo,
desapareció Ulises y la vida siguió su curso, como pudieron y con la guía de su
madre, quien hacia ingentes esfuerzos para sacarlos del atraso en educación, y
prosperidad que necesitaban.
Antonio, Clemente, José,
Calixto, María, Socorro, Ulises y Jesús, ocho hermanos quedaron chorotes de
estudios, unos con sexto, otros con octavo, séptimo y noveno, luchan esta
hermosa vida, sus progenitores desaparecieron, al contrario de su padre, ellos
labran la tierra con responsabilidad y sentido de pertenencia con equipos
sofisticados y le sacan el jugo a la vida, siguen siendo campesinos y viven
orgullosos de su profesión.
“Ay!
campesino trabajador no
reniegues de tu pobreza. No desees la
riqueza ajena que tú también tienes tu
don. Porque el sudor que brota tu frente
ese es un don que no tiene precio, el mundo es mundo y está bien hecho de lo contrario no habría vivientes. Si en el mundo todos fueran capitalistas oiga quién trabajaría, si en el mundo todos fuéramos pobrecitos señores tampoco serviría”. De la Autoría musical del Maestro OCHOA CAMPO,
Calixto de Jesús.