EL GRAN HOMBRE LOBO
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano de la Región Caribe
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano de la Región Caribe
En lo más profundo de mi mente
en mi niñez, se vienen momentos como lucecitas a la distancia, recuerdos cuando
mis familiares de apellido Cadrasco, se reunían en mi casa, planeaban limpiar
un pedazo de la montaña para sembrar
arroz y maíz, hacha y machete en hombre y cinto, cada uno de ellos salían bien
temprano, cuando el astro Sol no había despuntado en el oriente.
Llevaban en su mochila tejida
con fique, la panela, los tabacos y el envuelto de viuda de pescado con yuca
cosida, un bangaño con agua de panela y pare de contar, en la montaña se
repartían la tarea, hablaban de un cuarterón cada uno, inspeccionaban el lugar,
quemaban los paracos de avispas y comenzaba el tan, tan, tan del hacha, el
zuin, zuin, zuin de la rula colín y todo lo que estaba a su paso caía como
naipe, inclusive las bravas y mordidas de las serpientes, que con el son del
hacha se doblegaban al grito y el filo del machete.
Entre ellos había un guía como
al jarear el ganado, él se encargaba de narrar cuentos cantados para animar el
hacha y el machete que picaban y repicaban en las montañas, nos hablaba de un
hombre que se transformó en Hombre Lobo, que era un fornido humano, de estatura
alta, musculatura atlética, cabello lacio, nariz chata, de abarca tres punta,
manos gruesas y llenas de cayos del trajín diario, aventajado en todos sus
quehaceres de la vida.
Cada uno arrancaba parejo a sacar la tarea y a los pocos minutos les cogía ventaja y a las once y treinta am, estaba recostado debajo de un árbol frondoso echándose fresco con su sombrero concha de coco, almorzaba, dormía y a la una y treinta de la tarde, se incorporaba y le ayudaba a sus familiares a sacar la tarea.
Nos decía el guía, que una
tarde el humano no quiso regresar al pueblo, tenía un carácter melancólico,
distraído y pensativo, se quedó en la inmensa montaña, de árboles grandes,
tigres y serpientes, espantos y culebras voladoras, no hubo humano que lo
convenciera a regresar, a la media noche cuando el buhío canto o chifló, se incorporó
el humano y emitió un sonido: Auuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu, y repitió tres veces,
las aves volaron sin rumbo, los animales aullaron y gimieron.
La montaña se envolvió en un
manto de nieve, y al humano le salieron barbas largas negras, el cabello le
creció, se le rasgaron sus vestiduras y corría de un árbol a otro, se sonaba su
pecho y se volvió peludo, hasta que el canto del gallo a las cuatro de la
mañana a la distancia, lo hizo reaccionar y poco a poco volvió a la normalidad.
Regresó al pueblo harapiento,
cansado, con hambre y con su mirada perdida a la distancia, todo esto lo contó
mano perro, un amigo fiel que se quedó acompañando al hombre Lobo esa noche de
luna llena. Todos estábamos atentos al cuento que nos narraba el guía esa noche
oscura en la esquina de la placita, sonó el corcovado en la serranía de San
Lucas y cada muchacho que escuchaba con miedo este hermoso cuento, cogió camino
en la oscuridad del pueblo a casa y se envolvió con los bordes de sus hamaca,
cada movimiento que se escuchaba, les taladraba sus mentes, pensando que el
hombre lobo venia por ellos, hasta que el sueño los vencía y despertaban al día
siguiente con los rayos del Sol.
Mis recuerdos Hombre Lobo.