BELLA Y MAGÍCA DURMIENTE
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano de la Región Caribe
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano de la Región Caribe
Como la mente humana hurga y
camina dormida y despierta, en su mundo del subconsciente, un negro esclavo de
la vida y el amor, llegó a tocar la puerta de un castillo encantado, insistió
en sonar la aldaba de hierro fundido contra la madera de un viejo portón, hasta
que alguien con voz suave y tierna de mujer, sacaba las aldabas que la aseguraban, ya voy, ya
voy.
Hermosa figura angelical, creación
divina, para estar en un pedestal, vio y pensó el negro sin mirar, pero ya la
había visto, ella abrió una ventanita diminuta y asomó su ojo izquierdo, azul
como las bolitas de cristal con que jugaba en mi niñez. Que desea señor dijo,
deseo trabajar en su mansión, que sabe hacer. Siembro y corto rosas, claveles, le
quito las espinas, siembro nardos y cardones, amapolas y tulipán.
En eso viene la madre de la
Bella Durmiente que se desaparece, abre el portón y pregunta ¿que desea señor?,
ahora no tengo nada que regalarle, vuelva mañana, el negro le dice: No señora
yo busco trabajo en esta mansión, no tengo trabajo a aquí señor vivo sola y soy
auto suficiente, dice la señora entrada en edad, con facciones limpias y señorial,
sola?, preguntó el señor, sí sola, tengo una hija pero está dormida desde hace
treinta años y no despierta, es aquella que está en esa estatua del jardín. La
mente rápida y audaz del negro reacciona y dice:
Mi persona se la hace
despertar, reinará en ella el amor, la felicidad y la esperanza, será el
amanecer de la vida, dijo el negro, no mire mi señor aquí han llegado muchas
personas y no han podido lograr ese sueño tan anhelado, ver a esa bella dama
caminar y actuar, subir peldaños hasta llegar a lo infinito de la vida, ella
está así porque le han marchitado su corazón, dijo afligida la hermosa
señorial.
Entre señor, no lo voy a
descartar, daría mi vida entera por la felicidad de la Bella Durmiente y a
usted lo recompensaría con Oro y Plata, si lo llega a lograr, no mi bella
señora, a mí el oro y la plata no me interesan, yo solo quiero felicidad, amor
y comprensión.
Fue alojado el negro en una
habitación con vista a esa hermosa estatua del Jardín, donde la luz de la luna
en noches de primavera, alumbra con más fulgor, a las doce de la noche el negro
se levanta y camina hacia el jardín acompañado de mil luceros, mira a todos los
lados y le estampa un beso en los labios de la Bella Durmiente, como magia y
encanto, revolotearon las golondrinas, las mariposas aletearon formaron un
corazón, los nardos abrieron sus capullos y la bella durmiente se fue
levantando lentamente, se despoja de sus mantos y se lanza en brazos del
esclavo de la vida y el amor.
Como un resorte desde su cama,
su madre se incorpora, aletargada por su sueño y grita: Despertó, despertó, mi
hija despertó, entra a la mansión en brazos del negro y pregunta ¿Que me pasó?,
su madre le dice: hija has estado durmiendo por espacio de treinta años, en
espera de un beso de amor, se sientan en
la mesa del comedor, silla de honor para el Príncipe encantado, a su derecha la
bella durmiente y a su izquierda la madre de ella, quien cumplió su promesa y
acepto una relación libre y amorosa entre su hija, la Bella Durmiente y el negro
esclavo de la vida y el amor, reinó la felicidad y la comprensión, en esas del
subconsciente, suena el timbre del reloj por tres veces, poco a poco, el negro va despertando y se
encuentra tendido en cartones de ilusiones y cabeceras de ese otro mundo
mágico, surreal y verdadero existente en los humanos, que lo hacen soñar con Bellas
Durmientes.
“No importa el color de la
piel, valen los sentimientos intrínsecos del ser humano, sus valores y virtudes
para interactuar en la vida, ficción o realidad, al fin sentimientos”.