PIN Y SU MULO PRIETO
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano Región Caribe
Por Francisco Cadrazco Díaz Román
Escritor Colombiano Región Caribe
Decían los mayores que por el
camino viejo ya no se podía transitar en el día, menos en horas de la noche,
ese camino fue olvidado y la maleza lo fue cerrando entre cardones, tunas y
enredadera, el agravante fue que las malas energías se apoderaron de el para
hacer toda clase de festines con los humanos.
Plinio PIN, tenía su roza de
aquel lado del arroyo calzones, cuando el sol le pegaba diagonal a su rostro,
se quitaba el sombrero, se sacudía el sudor con la manga de la franela amansa
locos, ensillaba su mulo y partía con los últimos rayos de sol para su casa en
el pueblo.
De un momento a otro sonó un
trueno, se vino una ráfaga de vientos fríos se oscureció y a llover se dijo,
cayeron granizos grandes que atormentaron la humanidad de PIN, esa noche no
llegó a su casa, ni el mulo tampoco, cosa extraña porque en otras ocasiones pin
se quedaba tomando, pero su fiel compañero de trabajos llegaba con la carga.
Al día siguiente había quedado
una estela de árboles en el suelo, las matas de plátano, el maíz, la yuca y el
ñame, a ras de piso, indagaron por pin, nadie lo había visto y por mucho tiempo
pin no apareció.
De la montaña barriera vino el
capataz a dar aviso que el mulo de pin se lo estaban comiendo los samuros, se
encontraba a diez metros de altura en el copito de un viejo árbol de mamón
macho, fueron a inspeccionar y si era el animal con ti angarilla, aperos y
carga, hicieron un barrido al lugar y no dieron con la pista de Pin.
Por la región de córdoba en
las estribaciones de la serranía de Ayapel, encontraron a un señor con las
características de Pin, sus familiares fueron a averiguar, un poco
desesperanzados por la distancia de su pueblo al sitio donde se encontraba el
anciano, una casa finca en donde criaban toros bravos de corraleja, había un
letrero grande fondo amarillo con letras en negro que decía: “Hacienda
Bellavista, toros bravos no entre”.
Allí recostado a la madrina seca de un árbol
estaba un taburete espaldar de cuero y sentado en el nada más que el PIN. Tan
pronto divisó a su mujer y al Alcalde del pueblo y dos policías amigos, se fue
en llanto.
Contó PIN en voz baja que
cuando el aguacero una ráfaga de viento levantaron al aire a su mulo y que unos
angelitos negros lo rescataron a él, y volaron y volaron y lo dejaron al lado
de unos toros que estaban durmiendo en esa finca, a la mañana él se despertó,
analizo el paisaje y se dio cuenta que estaba al lado de unos animales que por
su apariencia y corpulencia era un viaje de toros de lidia en corraleja, allí
se quedó hasta que los animales se fueron a pastar.
Han pasado los años y es la
hora que todavía no se sabe la verdad de lo sucedido a Pin, un hombre
trabajador, que por desgracia se lo cogió la noche en el camino viejo, que ya a
estas alturas del tiempo nadie se acuerda de él, pero sí de la perdida de pin y
su mulo subido a un gran árbol de diez metros.
¿Quién se llevó a PIN?, ¿quién
subió su mulo a esa altura?, que lo averigüe mandraque el mago.