CUANDO TU IBAS, YO VENÍA
Por Francisco Cadrazco Román
Escritor Colombiano, Región Caribe
Por Francisco Cadrazco Román
Escritor Colombiano, Región Caribe
Así es, Manuel Jacinto a La
Cintura, cogió camino en su canoa de cinco varas, punteada por su socio Carlos
José con un palo de tres metros una horqueta en su punta y navegaba por una
tabla de cativo al lado derecho de la gran embarcación, mientras tanto Manuel
Jacinto la timoneaba sentado en una tabla, con un canalete de dos metros.
Río arriba cargado de
plátanos, que vendían la mano a dos pesos, recordando que la mano de plátano o
pescado es de cuatro unidades, por eso de las matemáticas inexactas, y en cada
veinte plátanos o cinco manos se le agregaba un plátano más.
La mercancía la contaba
Carlos José bajo la mirada de águila de Manuelito Jacinto, allí estaban las
ganancias de tanto trabajo y navegando el inmenso rio Cauca, en esa correría
llegaron a la boca del Cura, llamado así a un caño que mandó a abrir un Cura Párroco religioso de las Misiones de
Burgos España en Guaranda Sucre y que comunicaba los ríos cauca y san Jorge.
En los albores del día,
salieron los amigos a cerrar el recorrido, desde la otra orilla un negociante
de panelas sacó un pañuelo blanco y lo ondeaba cual bandera izada, esa
señal o código de río da aviso a que la canoa llegue a esa orilla.
Era Camaleón, un hombre de
esos que el ojo le jugaba y al menor descuido sacaba su partida, se alertaron
los dos hombres, pilas que es Camaleón, se saludaron y el hombre de la orilla
del río le dijo a Manuelito Jacinto que tenía unos bultos de panela para
canjearlas por plátano, aceptaron el canje se orillaron y comenzó el conteo,
primero contaron las panelas.
Cuando habían contado veinte
panelas Camaleón paró el conteo, porque no habían colocado la panela del
vendaje, Manuelito le hizo ver que la panela no tenía vendaje, menos eran
cuatro la mano, porque la panela no tiene mano.
Al terminar de contar la
panela habían quinientas panelas que serían cambiadas a palo limpio por
quinientas manos de plátanos según los códigos mercantiles de la Costumbre y la
razón Comercial del siglo diecinueve y veinte, en nuestra costa caribe
Colombiana, donde las reglas se imponían de palabras y que palabras.
Había un pero en esta transacción
comercial, como era un canje de productos no había vendaje a las cinco manos de
plátanos, cosa que no le gustó a Camaleón y volvió a alegar con Manuelito y
Carlos más los cargueros que tenía Camaleón, fue cuando Manuelito le dijo a
Camaleón que cuando él iba ya yo estaba en casa reposado, allí fue donde Camaleón
cambio de color, mandaron a buscar al inspector más cercano y este determinó
que Manuelito estaba actuando en razón, que en Canje de Mercancías y Fiaos de
las mismas no había vendaje.
A los comerciantes se los
cogió la noche en esa orilla, contrataron a un celador para que cuidara las dos
canoas cargadas con plátano y las quinientas panelas canjeadas.
Cuando la madrugada comenzó
a despuntar a orillas de río, al celador se le caló el frío en la espina dorsal,
que ni el tabaco habano que se estaba fumando para espantar los mosquitos, quitar
el sueño y el hambre pudieron y sus
parpados se entrelazaron y comenzó un concierto de ronquido, que hasta las
babillas se saltaron a la orilla a bailar.
Momento que aprovecharon
cuatro hombres fornidos que había mandado Camaleón a robar la mercancía de
Manuelito y Carlos que a esa hora departían en la cantina del pueblo dos
botellas de ron Ñeque o ron campesino, ese que hace pelear hasta un cura.
A la mañana llegaron a la
orilla desamarraron su gran canoa y se largaron para sus casas a tres tabacos
de distancia. Mientras tanto Camaleón le daba una fuerte muñequera a los cuatro
ladrones que se robaron la canoa de él. Y el celador cogió playón porque lo
andaban buscando por dejarse robar.
Cuando tú ibas, yo venía,
ese fue el letrero que dejó escrito Manuelito con carbón de leña de mangle en
el costado de la canoa del vivo de Camaleón. Cuando camaleón quiso llegar al
puerto donde desembarcaron los dos negociante a reclamar, ya un camión de
estaca estaba en el mercado de la capital desembarcando la panela.
Cuando tu Ibas, yo Venía.