lunes, 28 de marzo de 2016

EL CABALLO DE HERRADURAS AL REVÉS

EL CABALLO DE HERRADURAS AL REVÉS
Por Francisco Cadrazco Román
Escritor de la Región Caribe- Colombia

Imbastaro Primorí era un señor entrado en edad, su defecto en la vida era enamorar a las niñas, comprárselas a sus padres por diez pesos, él había llegado en un barco carguero desde la Alemania Nazi y se arrinconó en Pisa Bonito.

Una vez pisó mal, se enamoró de la hija de Rula de dos filos y perdió el año, la bravura y la cordura mental, al saberlo el padre de la menor, se colgó la Vaina y dentro de ella la rula afilada en piedra de amolar, lo buscó toda la noche y en la madrugada le siguió las pisadas de herraduras del caballo de Imbastaro.

La sagacidad del Forastero llegó a un camino de dos salidas, allí se bajó del caballo, sacó puntillas y martillo y en un dos por tres le cambio las cuatro  herraduras a su caballo, se las colocó al revés para despistar y cogió el camino derecho, por el camino izquierdo mandó a un trabajador a todo galope, a tres kilómetros venía Rula, que al llegar a los dos caminos notó que un caballo venia por el camino derecho y otro caballo iba por el lado izquierdo, por supuesto que seguía al caballo del camino izquierdo.

Mientras tanto Imbastaro le llevaba una distancia prudencial difícil de alcanzar, al llegar a Boscanta, pueblo grande con un cruce de tren abandono su caballo de herraduras al revés, cogió tren y guardo distancia con Rula que pernotó a las cinco horas al punto de cruce de tren.

A la primera parada del tren se bajó y cogió chance en un camión que venía hacia el cruce del tren de donde partió al dejar su caballo, rula descubrió el caballo en un parqueadero y le notó que tenía las herraduras al revés y se llenó de rabia hacia el forastero y juró que se las pagaría, a los pocos minutos venia el tren y se embarcó siguiendo al forastero.

Imbastaro llego al punto del tren se bajó del camión buscó su caballo y nuevamente le cambio las herraduras, llegó a Pisa Bonito buscó a su mujer, alquiló un camión carguero y se le llevó todo lo que tenía Rula en Casa, sacó un permiso al camión hasta Boscanta y luego en vez del seguir al norte cogió camino al sur, dejo a su mujer donde una tía de ella y siguió camino sin rumbo.

Totalmente despistado Rula, retornó a su hogar encontrando su casa sin sus muebles y pertenencias, entonces se volvió camionero y recorrió todo el país buscando a Imbastaro y su hija.

Una tarde noche llegó a un paradero y parqueaderos de carro mulas, se bajó buscó alojo y contemplo la figura ya vieja de Imbastaro y un niño de un 8 años a su lado, se le acercó le pago el parqueo del carro mula, lo analizó, detallo y busco la peca roja al lado de la nariz del viejo y preciso allí estaba.

En horas de la mañana rula se subió a su camión y siguió a Cartago, entregó mercancía, regresó al sitio donde estaba Imbastaro, parqueo su Carro mula comió durmió y al día siguiente cogió carretera, entregó el Carro mula al dueño, le dijo que no trabajaba más, con la liquidación compró un revolver y se devolvió a arreglar cuentas con el forastero y rescatar a su única hija.

Las únicas palabras que escuchó Imbastaro el Alemán fueron: “Imbastaro vengo por mi Hija”, seguido de un sonido pan pan pan pan pan pan y le vacío los seis tiros que estaban en la recamara de un Coll Caballo 38 largo pavonado. Hechos sucedidos en este mundo, donde unos pocos quieren ser más hombres que otros.

Rula afilada de los dos lados, cogió una moto se alejó de la escena del crimen llegó al comando de policía entregó el revólver y se acusó culpable en defensa propia por la burla de Imbastaro y el perjuicio a su hija menor de 14 años, le colocaron en el juicio un Abogado de Oficio y a los dos meses salió libre de culpas, hoy vive en el mismo sitio con su hija y un nieto que le dejó el viejo verde de Imbastaro Primorí un Alemán que huyó de la Guerra de Hitler.

Entre el cielo Y la tierra solo cabe la Y, lo demás está al descubierto.






sábado, 12 de marzo de 2016

LA LAMPARITA DE LA VIDA

LA LAMPARITA DE LA VIDA
Por Francisco Cadrazco Román
Escritor Colombiano- Región Caribe

Sorprendido de lo que le acaba de suceder al señor Buenahora, emite un suspiro largo, se sonríe y se acomoda en su silla, su esposa que se encontraba en la oficina (cocina), su cuñado Pacho estaba leyendo un Libro, sentado en un taburete que se encontraba apoyado por una madrina de un árbol de campano seco, le preguntan, ¿Que sucede Buena?, vea mis familias lo que les voy a contar no sé si lo creerán. El cuñado pacho, se limpió sus oídos y se dispuso a escuchar y captar la narración, seguro que de allí saldría un hermoso cuento Cultural Costumbrista.

Ustedes se acuerdan del edificio viejo de cuatro pisos color amarillo al lado de la Iglesia, en la entrada había un frondoso Árbol de Arizal, por allí salía la camioneta Power Wagon manejada por Caña, bueno mi persona se encontraba esperando la salida del vehículo, cuando venía pasando un señor alto de barbas copiosas que le llegaban al pecho, para mí era familiar, ya lo había visto en otra ocasión.

Volvió a suspirar Buena delante de su esposa y cuñado, no era su costumbre ni sus modales, además él se había quedado dormido un rato, siendo casi el medio día, ya que en la noche estaba pescando en las playas. No se sabía si lo que nos estaba contando le sucedió en la noche o ahora.

Ese señor de barbas se acercó a mi persona y dijo, ¿tú quieres saber de la lamparita de la Vida?, bueno en mi ignorancia sobre temas del más allá de la tierra le dije que sí, me tomó de la mano llegamos a un inmenso cuarto oscuro y contemplé esa belleza, esa paz interior, el ambiente, el olor a rosas frescas, un mundo espiritual donde reinaba la tranquilidad.

Y de inmediato pregunté que eran esas lamparitas, las habían grandes, medianas, unas que desaparecían y otras que se encendían. El señor de barbas largas con la paciencia del patriarca Job, me dijo te voy explicar paso por paso el significado de esa Bóveda entre la Vida y la muerte,  otro mundo y cada una de las lamparitas.

La curiosidad mató al gato,  Buena en un descuido del maestro comenzó a jugar con una lamparita, le pasaba los dedos y como no quemaban, hasta que el maestro lo vio y le dijo, no juegues con las lamparitas que cada una de ella representa una vida humana,  las que alumbraban bastante eran larga vida, las que alumbraban poco eran corto periodo de vida y las que se estaban apagando ya venía la muerte por ellas. Pero había otras que comenzaban a alumbrar con mucha fuerza, esas eran intermitentes al comienzo, significaban  nuevas vidas, los niños, el comienzo de un mundo individual y que al final era colectivo, llamado en la tierra Sociedad.

Este era el mundo colectivo de la vida, esta era la Sociedad, que al contrario de la nuestra funcionaba mejor por la unión de cada lamparita, sin reparos, odios y rencor, aquí había amor, felicidad, comprensión y cuando una lamparita desaparecía, otras surgían de la oscuridad y la reemplazaban.

Preguntó Buena al Maestro, cuál era su lamparita, el miró a su alrededor y señaló una lamparita muy opaca, casi apagándose, el Maestro salió a atender un llamado de la vida y la muerte y Buena aprovechó para acercase a su lamparita y verla casi agonizando, le entraron los nervios y recorrieron  de los pies al cerebro y en vez de avivar la llama de la vida, la sopló y se murió.

En ese instante llegó el Maestro y Buena no estaba, se había ido con su lamparita de vida a otra parte del Universo, se apresuró el maestro sacó una yesquera y con su don sobre natural encendió la lamparita de vida de Buena y fue cuando esa criatura humana emitió ese suspiro largo, se sonrío y se acomodó en su silla, venia de la muerte hacia la vida.

Su esposa y su cuñado Pacho se miraron, tierno cuento, hermoso relato de la lamparita entre la vida y la muerte, la inmensa bóveda celestial, donde casi nadie vuelve para contarlo, y concluyeron que a Buena le había caído muy mal la viuda de pescado con ñame harinoso que se había comido horas antes de dormirse.


martes, 1 de marzo de 2016

LA MUERTE AMARRADA A UN ÁRBOL


LA MUERTE AMARRADA A UN ÁRBOL
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano-Región Caribe


Llegó la muerte a un pueblo de la Costa Atlántica en Colombia, comenzaron a morirse las personas a cualquier edad, había una tristeza porque hasta los perros que cuidaban el pueblo de las personas extrañas del más allá, en las noches oscuras cuando la luna descansaba, se murieron, las autoridades civiles decían que ese chicharrón de la muerte  suelta no les competía a ellos, instaban al Sacerdote a que conjurara el pueblo, que le echara agua bendita a todo ser vivo.

Todos los días habían tres entierros, el médico del pueblo no sabía qué hacer, ninguno tenía un diagnostico critico de muerte, por ejemplo El Pirri se murió con una pepa de mamón atravesada en la tráquea, cuando quisieron llevarlo al puesto de salud, ya había colgado los guayos, la señora Trinitaria no estaba marchita y se murió de una sofocación corporal, se sacudía la pollera, le echaban aire con un abanico de hoja de palma y cayó desplomada en mitad de la calle y para que les cuento más hechos desechos de esas pobres personas.

El Sacerdote mando a buscar refuerzos y determinaron  amarrar a la muerte que hacia desastre en ese hermoso pueblo, el hueso duro era quien se atrevía a hacerlo. Y se acordaron de los poderes del Cura Luis, un español de aproximadamente 40 años de edad, de uno con noventa y nueve de estatura, fornido, con una nariz como la de pinocho y el cabello como puerco espín, el sabia sus secretos porque a los jóvenes del pueblo los mandaba a buscar una hoja de periódico y les soplaba en las manos y salía un billete de 0.50 centavos nuevecito, lo entregaba y se reía al verlos correr hacia la tienda más cercana a comprar galletas de panela rociada con bicarbonato.

Esa noche todos los habitantes del pueblo, los adultos salieron con antorchas a amarrar a la muerte, el cura Luis iba adelante, le seguía el monaguillo con una vasija con agua bendita, seguían los Sacerdotes y por último el pueblo y el médico.

Se la encontraron sentada bajo un palo de mango de rosas, con una totuma llena de mangos los más bonitos, un cuchillo banquero y el gancho de guayacán tirado a dos metros. El Cura Luis formó un polvorín de arena y palos viejos y le cogió el gancho a la muerte, el señor Calazan le dio dos vueltas a un bejuco de amarrar las casas de  bahareque y se la colocó en la cintura, la llevaron a la estaca y la amarraron en la centenaria bonga.

Desde ese momento y por treinta años nadie se moría, el que se estaba muriendo de hambre física era el sepulturero, no había trabajo para él, los señores se volvieron ancianos con barbas que le caían hasta el pecho, los niños se hicieron hombres y reinó la longevidad.

Después de ese prolongado tiempo las autoridades decidieron desamarrar a la muerte, pero ya el Cura Luis no estaba, en su remplazo estaba el monaguillo Mano Yeyo a quien el Cura le enseñó varios secretos entre ellos desamarrar y amarrar la muerte, lo localizaron le propusieron el negocio, veinte bultos de yuca, cien de ñame espino y cinco hectárea de tierra sembrada de arroz y aceptó soltarla.

Esperó que la luna descansara de turno nocturno y se fue a la estaca y le dijo a la muerte, yo te suelto y tu coges camino, no va a haber represalias con ninguno en este pueblo, y a mí me vienes a buscar después de los 100 años, por ahora ni se te acontezca porque si me incumples te vuelvo a amarrar por cincuenta años más, la muerte juró por la vida de ella a que se esfumaba tan pronto mano Yeyo la soltara.

Cincuenta nudos con el bejuco Martín Moreno, treinta vueltas a la derecha y treinta a la izquierda y una vuelta en cruz amarraban la muerte. Tenía mano Yeyo toda la noche para soltarla, hasta las cuatro de la mañana, antes de que cantaran los Gallos del pueblo.

La brisa venia del norte hacia el sur, Mano Yeyo se situó donde la brisa no lo fuera a llevar con la fuerza de la muerte, el mudo se oscureció, los perros aullaban, las gallinas cacareaban y los gallos cantaron hasta que el galillo les falló, todo el ganado cimarrón que estaba en la plaza cogió playón.

Desde ese momento todo volvió a la normalidad, paulatinamente se fueron muriendo los ancianos  ya habían longevos hasta de ciento veinte años, el cementerio lo pintaron de blanco y le colocaron una cruz grande para que la muerte no volviera tan seguido.

Lo que si le dijo la muerte a Mano Yeyo es que iba a buscar al Cura Luis Arocena, de que se las pagaba se las pagaba, le pregunto que para donde se había ido, pero el  salió primero del pueblo que el cura.


Ahora cuando se muere una persona en el pueblo, no viene la muerte, manda a su hijo, ella juró no volver más.