sábado, 24 de octubre de 2015

SENCILLO, MI ESTIMADO GUASÓN

SENCILLO, MI ESTIMADO  GUASÓN 
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano – Región Caribe



Carlos Carpintero y Torrenegra, era un personaje de la vida pública, de baja estatura pero de decisiones firmes, Abogado Litigante conocedor de la letra menuda, orador nato, motivador, seguidor de Jorge Eliecer Gaitán, polémico, usaba las plazas públicas para instigar a los jóvenes universitarios que usaban boina negra y gris, le daba palos a los dirigentes políticos y funcionarios que manejaban la cosa política a su antojo, hoy en uso de buen retiro.

Cuando se apoderaba de un caso en litigio, lo llevaba hasta las últimas consecuencias  judiciales y jurídicas, si era de ir a hablar con el Presidente de la República no le temblaba el pulso vocal para decir cuántas verdades que meritaban la ocasión.

La autoridad policial tenía sus reservas sobre el conocido y reconocido abogado que les daba sopa y seco cada vez que tenían que controlarlos, digo controlarlos porque el séquito respaldo de la clase estudiantil, gremios, sindicatos eran la mayoría, y a esa altura se podía expresar el sentimiento de un pueblo oprimido, como dicen en mi hermoso pueblo que me vio nacer, a esa persona  le pesaba la cola.

En una ocasión de la vida humana, programaron una multitudinaria manifestación contra todos los males patológicos, sociales, políticos y económicos que agobiaban a este querido pueblo colombiano, en especial a Barranquilla, los servicios públicos, los salarios de los obreros de overol, el transporte, la educación, la salud y la cantidad de parásitos enquistados en las oficinas de los estamentos del estado y la nación y las partidas para mejorar estos servicios, llegaban partidas, hecha trizas y las desviaban de su objetivo específico.

El paseo de Bolívar era la plaza escogida y entre las carreras Progreso (41) y Veinte de Julio (43) armaron tarima, al frente del Almacén Tarud, punto conocido y reconocido por sus telas y sus dueños de descendencia Libanes, no turca.

A las tres de la tarde no cabía un alma más, la multitud con banderas, pancartas, pasamontañas, pañoletas, mochilas llenas de piedras para contrarrestar a la policía, que solo podían usar un bolillo de madera guayacán, inteligencia y contra-inteligencia, pendientes de los acontecimientos de manifestación pública, medio recurrente para ablandarles el piso a los dirigentes políticos y conseguir partidas para mejorar las condiciones de vida de un pueblo en legítimo derecho.

Hablaron los estudiantes, los gremios, los sindicatos y el plato fuerte era nada más que el Doctor Carlos Carpintero y Torrenegra, lo tenían reservado y acomodado dentro del Almacén Tarud, ya le habían dado cinco tragos de Whisky, más una cerveza águila que cargaba en su mano derecha, porque en la izquierda tenía el discurso escrito.

Dentro de la Institución Policial, los grupos de inteligencia por orden del Coronel comandante de Departamento y el mismo Presidente de la República Misael Pastrana Borrero dieron la orden de no dejar subir a la tarima al polémico abogado, ¿pero cómo?, se preguntaban, si ese personaje vivía rodeado y cercado por sus seguidores, las estrategias de seguridad de la policía no daban para bajarlo de la tarima.

Ya en pleno discurso y agitación de las masas Carlos Carpintero tenia encendida la llama de la inconformidad de un pueblo lleno de problemas por causa del sistema de gobierno y más…

Había entre la multitud un personaje diminuto de estatura pero con una gran inteligencia, Cirilo Waitt, estudiante asistente al segundo año de derecho de la U de A, se le acercaron dos hombres y le dijeron que si se quería ganar unos quinientos pesos colombianos de la época y le propusieron que subiera a la tarima y le dijera al oído al polémico agitador de masas que el mismísimo Presidente de la República lo llamaba vía telefónica en el almacén tarud.

Les dio resultado la estrategia, el orador bajó de la tarima rodeado de sus seguidores entre ellos un joven delgado alto moreno, con un tabaco habano en la boca y una mochila que le llegaba a donde estiraba su brazo,  y entró al Almacén, taponaron la puerta del almacén,  llegó a la trastienda y allí habían unos seis expertos policiales, lo sacaron por la puerta trasera que da al pasillo del edificio y en la esquina contigua había un vehículo con vidrios polarizados y fueron a dar a la tienda cantina “La Magdalena” a orillas del gran río del mismo nombre, en el barrio Las Flores.

Ya en el vehículo blindado con 5 puntos de seguridad, le hablaron, le dijeron que eran sus amigos de verdad y que no le iban a acusar ningún daño físico menos verbal y seguido a eso le daban tragos de whisky, en la tienda cervezas van y cervezas vienen, de una manera amena y sabrosa iniciaron la parranda acompañados de la salsa brava, departieron con el admirado político y abogado Carlos Carpintero y Torrenegra, un gran amigo, un luchador y una excelente persona. A las siete de la noche  llevaron al personaje a su vivienda, sano y salvo, y al día siguiente todo el mundo a trabajar.

En el paseo de Bolívar ese domingo por sustracción de materia se disolvió la manifestación.


SENCILLO, MI ESTIMADO GUASÓN.

domingo, 18 de octubre de 2015

UN HOMBRE DE BLANCO, EN LAS MATAS DE LATA

UN HOMBRE DE BLANCO, EN LAS MATAS DE LATA
Por Francisco Javier Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano- Región Caribe



En el camino real que iba desde el pueblo hasta la orilla del río, algún humano se sentó a comer corozos y dejó las semillas a mitad del camino, cuando llegaron las lluvias del invierno y la tierra se suavizó, comenzaron a germinar y a crecer, estaban centradas al camino que todos los transeúntes tenían que desviarse, con el tiempo era un referente de tiempo, brújula de los borrachos que cogían ese camino a media noche hacia las ranchas pesqueras de ese hermoso sitio turístico, poblado por pescadores en tiempo de verano.

RUGERO PITUFFO, un joven metido en sus veintiún años, terco como la mula de don José de la Ossa, se quedó bebiendo en el pueblo, a las doce de la noche menos diez minutos, se levantó del banco de madera de la cantina de la Tite, miró la luna y cogió viaje para la rancha de pesquería llamada “Los Jobos”.

Advertido por su madre Manuelita, por su papa, Pascualino, pero los tragos y la juventud de Rugero, eran ánimo condicional para experimentar y hacer lo que a él le venía en ganas.

Tan pronto dejó la última casa del pueblo, sintió que lo venían siguiendo y minuto a minuto fueron desapareciendo los tragos de ron blanco que llevaba entre pecho y espalda, los que le daban ánimo para coger ese camino de playón, la única vegetación en su camino eran las matas de corozo o lata como la llaman en mi hermoso pueblo.

Que va mi hermano, cuando Rugero quiso llegar a la mata de lata ya venía desprotegido de la valentía de los tragos, y fue cuando tuvo que acudir a la parte religiosa, miró hacia atrás y el reloj mecánico de la Iglesia y con la luna llena las manecillas marcaban las doce en punto, entonces escucho doce campanazos sórdidos y profundos que le calaban el alma y lo hacían temblar de miedo, pero no se devolvió.

En las matas de lata, había un hombre grande vestido de blanco que se desaparecía por momentos y volvía a aparecer en otro lado, pero siempre alrededor de las matas de lata, a pie pisado de Rugero comenzaron a darle vueltas a las matas, Rugero delante y el hombre de blanco detrás, así estuvieron hasta que el mismo reloj que dejó sonar los doce campanazos cuatro horas antes, le mandó cuatro campanazos más, o sea las cuatro de la mañana.

A Rugero lo encontró su primo Cesar en horas de la mañana, divagando en el inmenso playón que rodea el pueblo, sus padres preocupados salieron bien temprano a buscarlo en el pueblo, al pasar por las matas de lata, vieron huellas en la tierra, así como cuando los bueyes de trapiche, dan vueltas y vueltas para moler la caña de panela, unos metros más adelante encontraron sus dos abarcas reventadas, en ese instante ya traían a Rugero, acompañado de una multitud de curiosos.

Días después,  ya recuperado Rugero, contó todo lo sucedido esa noche que no quería recordar más. Y decía: Yo me jugaba con el señor Firpo todos los días, el me correteaba y me decía en un tono grosero, que cuando se muriera me iba a salir, pero como eran cosas de juegos, por mi mente nunca pensé que podía ser verdad, recordando su entierro a él lo vistieron de blanco y su estatura coincidía con el hombre de la mata de lata.

El día Domingo en misa cantada en la basílica menor del señor de los milagros, Rugero Pituffo, se presentó vestido de blanco acompañado de sus padres y familiares salieron con el sacerdote y el monaguillo hacia el cementerio y en la tumba de Firpo le oraron y Rugero le pidió perdón por las burlas que le hacía cuando estaba vivo.

Acto seguido se dirigieron a las matas de lata y con un cavador o barretón y la erradicaron con toda la raíz, a los habitantes del pueblo, quizás se les haya olvidado ese sitio, pero a Rugero y a mi persona JAMAS.  

In nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti amen.


sábado, 10 de octubre de 2015

CARAMBOLAS VILLA Y BOLAS, PALO POR LAS COSTILLAS, JUAN DÉJALA PASAR

CARAMBOLAS VILLA Y BOLAS, PALO POR LAS COSTILLAS, JUAN DÉJALA PASAR
Por Francisco Javier Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano – Región Caribe



La elegancia de Jesús Polo en la forma de jugar Billar de tres bolas, las atacapiruetas, hacían que sus contendores cogieran rabia y por su puesto perdieran el partido o chico de Billar, en su juventud Jesús era un mamador de gallo, toda la plata se la jugaba en Billar y por sobre de él pasaban carros y carretas.

Cuenta Licho Cumplido, que no era cumplido porque a todo el mundo le quedaba mal, que Jesús se levantaba bien temprano y cuando Luis Figueroa quería subir la cortina metálica a su negocio ya estaba en la puerta, esperando al primer marrano que se le acercaba.

Su estrategia era darle a ganar los dos o tres primeros partidos y después los levantaba a jugadas nunca vistas en ese juego, se subía a la mesa y atacaba con un solo brazo, milimetrada las bolas con su ojo izquierdo y cantaba carambola de la azul a la roja con globo hacia la azul y así salían las carambolas.

No había un cristiano a un mil  kilómetros a la redonda que le ganaran un chico de billar a Jesús Polo, pero como a todo puerco gordo le llega su san Martin, se presentaron al pueblo Villa y Juan, dos contrincantes expertos en la materia de la calle de la Albarrada de Magangue que traían una canoa taquiaita de plátano.

En el puerto preguntaron por las mesas de billar y quienes eran los fuertes en el juego, vendieron los plátanos y se fueron derechito a jugarse la plata de los plátanos, con la descripción que llevaban de Jesús Polo lo invitaron a jugar.

El billar estaba lleno de personas en espera del marrano como decían vulgarmente, pero sin ofensas ni vulgaridades, todos se miraron, Villa pidió cervezas para todos los presentes, Figueroa mandó a traer canastas vacías para depositar las botellas ya consumido el líquido y con la doble intención de meter unas cuantas sin consumir para sacarse el día a costillas de los marranos de Magangue.

Se regó la bola en el pueblo y todos concurrieron a ver perder a los dos forasteros, Jesús se dejó ganar los tres primeros partidos, ya iban cincuenta canastas de cervezas consumidas, Villa y Juan se miraban y se secreteaban, cuando comenzó el juego de verdad:

Carambola de Villa por la banda derecha, bola blanca pisando tres bandas decía Juan animando a su compañero de fórmula, y así era, ya iban setenta canastas de cervezas y Jesús miraba a su compañero Carambola, estaban embolatados no sabían si se dirigían a Carambola en persona o carambola al atacar, bueno la cosa estaba tres contra diez, ganando los magangueleños que seguían atacando y nuevamente gritaba Villa:

Carambola Villa y bola, Juan déjala pasar.

El récord era de tres a veintiuno, tremenda paliza para Juan Polo y Carambola, pero las estrategias y los planes era no dejarse ganar y menos pagar las canastas de cervezas y con qué plata, si ninguno de los dos refiriéndome a Jesús y Carambola, trabajaban.

Dicho y hecho Juan dejó pasar una carambola, como lo había anunciado Villa, esa era su jerga de juego y ellos pensaron que ya tenían el partido ganado, pero no, venia Jesús con Carambola a darle vuelta al marcador, se pusieron de acuerdo con Figueroa y mandaron a traer del depósito cien canastas de cervezas solo con las botellas y las colocaron en las columnas de las ya consumidas, eso se parecía a los bafles del pick el Sibanicú en Quilla.

Frías vienen, frías van, ya los ánimos estaban caldeados, y decían los presentes como es que Jesús se va a dejar ganar de esos forasteros, Carambola decía calma pueblo calma, necesitamos silencio para pensar las jugadas, todo quedó en silencio, ataca Carambola, comienza la mamadera de gallo, frotaba el taco, se pasaba polvo de tiza por las manos, le juntaba al taco, miraba las jugadas, hablaba solo, milimetrada las bolas y el desespero de Villa y Juan era total, el marcador estaba dando la vuelta, veintiuna a sesenta.

Cuando los magangueleños vieron las cosas malucas, contaron las canastas que se bebieron y las clavijas que metieron, se miraron y gritaron:

SE ARMÓ LA GORDA.

Comenzaron a repartir palo por las costillas a los contrincantes y presentes, salieron por la puerta de atrás del billar y se perdieron por las largas calles empolvadas del pueblo.

Jesús y Carambola se dirigieron al puerto fluvial donde estaba la gran canoa de los plátanos, le soltaron la cabuya del ojo de buey y canalete en mano la traspusieron en el ojo de agua, un sitio tranquilo de aguas cristalinas donde se bañaban los mayores con totuma.

La multitud alcanzó a los dos forasteros, lo llevaron a la autoridad para que pagaran los daños causados y las contusiones a los presentes en la mesa de billar, quedaron debiendo y les salió barata, el capital, las ganancias de los plátanos y la canoa pasaron a manos de Figueroa, Jesús Polo y Carambola, más la multa de la autoridad, fue el último chico de billar que se jugó Jesús, los forasteros tuvieron que coger el camino real para venir a dar a corozal a pies.

Después de este suceso, quedó el dicho mal dicho en el pueblo:

CARAMBOLAS VILLA Y BOLAS, PALO POR LAS COSTILLAS, JUAN DÉJALA PASAR.


sábado, 3 de octubre de 2015

LA PATRULLA LOCA

LA  PATRULLA  LOCA
Por Francisco Javier Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano – Región  Caribe


En este hermoso país, como en muchos otros hay personas altruistas, con muchos deseos de servir a la sociedad que los rodea, prestando un servicio público en donde prima el interés general sobre el particular, en un prestigioso colegio de bachillerato, habían unos cinco jóvenes en edad de 18  a 21, a punto de graduarse, ellos decidieron estudiar en la universidad pública Filosofías y Letras, a petición de su profesor en la materia, se presentaron a exámenes de admisión más de un millar, para solo aceptar 55 alumnos, estoy seguro que sus exámenes traspasaron el umbral exigido por el alma mater, pero como aquí en Colombia cada estamento del estado tiene nombre propio y preferencias, los deseos y metas trazadas por los cinco jóvenes, se truncaron, no aparecieron en la lista de admitidos.

Ellos venían a estudiar y ser unos profesionales, ya se pintaban dictando clases de Filosofías y letras en un Colegio, en una universidad, hablando de Can, Sócrates, Tales de Mileto, Platón, Aristóteles, Heráclito, Anaxímenes, Anaximandro, Pitágoras, San Agustín de Hipona, Karl Marx, Friedrich Engels, Jean-Paul Sastre, José Ortega y Gasset y otros, comiendo tiza y afilándose la garganta con unos traguitos de ron blanco, el teso de esa hermosa época.

Al ver que no estaban entre los escogidos en la U. bajaron las dos cuadras que los separaba de la universidad al comando de la policía en el departamento del Atlántico, en donde había un gran letrero en verde y blanco que decía: Jóvenes de Colombia, ingresa a la Policía Nacional para que le sirvas a tu patria, prestando un servicio a la Sociedad.

No había de otra porque los cinco jóvenes salieron de sus humildes hogares y ya estaban a cinco tabacos de distancia, para regresar con el rabo entre las piernas y ser la burla de todo un pueblo, como dice un popular refrán, pueblo pequeño infierno grande. Ellos eran la esperanza de sus padres, de sus hermanos y de todita su familia.

Subieron los cinco escalones y llegaron a la guardia, los recibió el comandante, los hizo pasar a la oficina de reclutamiento y desde ese momento ya se pintaban la cabeza rapada y vestidos de verde oliva, haciéndole mofa al Presidente de Cuba Fidel Castro.

Alistaron su documentación y a los quince días, sin el consentimiento de sus padres se encontraban en la Escuela de Policía Antonio Nariño de la calle 17 con carrera 6, barrio Simón Bolívar de Barranquilla. El primer inconveniente surgió cuando los mandaron a motilar esa hermosa cabellera que traían de la civil, eran unos jóvenes rebeldes que no se dejaban tumbar el cabello del peluquero, mandaron a traer al sargento de guardia y fue la primera vaciada que se llevaron, después de motilados no se conocían duraron una semana para saber quién era quien.

Buenos estudiantes de los  código de policía, código civil, penal, la constitución política de Colombia, ética y valores y la parte militar, como venían de la provincia se la quisieron montar los Barranquilleros, pero como la unión hace la fuerza y la costumbre es ley, se amoldaron a la situación y salieron graduados de Policía de Vigilancia, por sus buenas calificaciones y comportamiento se quedaron en el Departamento de Policía Atlántico. Diez días de permiso para presentarse a laborar, decidieron los cinco visitar y enfrentar la realidad de la vida ante sus padres que los hacia estudiando en la universidad.

De regreso decidieron conformar la Patrulla Loca y salir a las calles a enderezar a los torcidos, cobrar los impuestos por espacio público, por establecimientos de cantina y a todo el que se cogían mal parqueados en la vida, le aplicaban el código correspondiente a la infracción o delito cometido. Eran amigos del inspector del permanente sur, un lugar horripilante parecido a un chiquero de marranos, ubicado al frente de la entrada de la cervecería Águilas, las multas no daban espera y a las dos horas estabas en los calabozos de la municipal a órdenes de un juez de la república.

Cogieron tanta fama y hacían tanto bien a la sociedad que las condecoraciones y medallas no cabían en el pecho, colgadas con unos broches, como también se presentaban  muchas quejas de personas que manifestaban inconformidad por sus actuaciones,  el comando decidió trasladarlos por separado para otros departamentos. Piedrahita y Fonseca el Loco, para la Guajira, Parking Luna y Ambrosiano, para el Chocó, Luther se retiró por voluntad propia y entro a estudiar a la universidad en la carrera de derecho y a los cinco años de sacrificio era un prestigioso abogado que enderezó su camino y la rebeldía de adolescente pasó sin dejar secuelas en su vida.

Cuarenta y un años después el doctor Luther, se encuentra con una figura humana de aproximadamente 1.80 centímetros de estatura, encorvado, con poco pelo en su cabeza, camisa manga larga a rayas verticales, lo aborda y le pregunta: Disculpa, ¿ tu pertenecisteis a la patrulla loca?. El individuo lo mira fijo a los ojos, hizo un recorrido mental durante cuatro décadas y lo ubica a la edad de 20 años, lo asoció con la famosa patrulla y le contesta, herda código, refiriéndose a que fue su compañero militar, yo lo hacía a usted muerto.

Se citaron para hablar de la patrulla Loca, aquella famosa ley, sin códigos ni normas que enderezo el rumbo de muchos jóvenes de la época y a personas que se encontraban delinquiendo por no tener oportunidades ni guías de progreso en este hermosa país, de eso hacen cuatro décadas.

Parking el alto es sastre de profesión y Luther el bajito  de estatura es abogado, administrador de empresas y está pensionado, además es escritor, ambos con un gran corazón, con sentido de pertenecía hacia una ciudad que los acogió, hoy siguen luchando cada uno desde sus profesiones para que cada día este mundo sea mas viable para los humanos.

Piedrahita y Ambrosiano, fueron dados de baja en una emboscada a la patrulla donde andaban prestando servicio a la comunidad, hoy son viajeros del tiempo en la eternidad, Fonseca El Loco, se retiró voluntariamente de la policía y andaba por la puerta de la universidad, ahora no se sabe dónde está, los dos miembros de la extinta patrulla loca lo andan buscando.

Las tertulias por aquellos años mozos, son el pan de cada tarde, entre estos dos señores metidos en 60 y 62 años de edad, refiriendo los cuentos y anécdotas sobre el camino que cogieron sus cinco vidas, sus sueños de ser Filósofos y la conformación de “La Patrulla Loca”.