domingo, 26 de julio de 2015

VEREDICTO DE ANIMALES

VEREDICTO DE ANIMALES
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano-Región Caribe



El Honorable Pato Lucas era el más espectacular abogado penalista, por allá a comienzos del siglo XX que existía entre los animales, había nacido de la unión de la pata perla con el famosísimo pato Flimans, estudio Leyes en la universidad de Pensilvania EE.UU. 

Adquirió tanta fama, había defendido a docenas de animales, acusados de homicidio en primer grado y ninguno de ellos había ido al temible tronco de madera, donde descabezaban a los culpables, al único que se negaba a representar en su accionar delictivo era al León de Melena.

Era un maestro en su oficio y había opacado a los abogados defensores que brillaban cuando el comenzó a ejercer, podía escoger su clientela, pero luchó siempre con su pico y patas por cada uno de sus representados.

Hasta que llegó el día que tuvo que defender al león de melena, quien había peleado con su archí enemigo el tigre de bengala al invadir su territorio, cada caso le parecía un desafío personal que lo llevaba a la Sala de Jurados con el mismo estado de ánimo con que otro cualquiera hubiese trepado a la lona de un ring de box. Pero, al igual que los campeones, no confiaba en la furia incontrolable para contener  a sus oponentes.

Iba al juicio tan bien entrenado y preparado como cualquier boxeador que sube al ring, en el lenguaje del boxeo, había desarrollado lo que se le llama habilidad para el contraataque. 

Que un fiscal ejecute una maniobra descuidada, que un testigo contrario se distraiga un momento y baje la guardia: entonces el honorable Lucas ataca sin misericordia con el ariete de sus feroces interrogatorios.

Llegó la hora de subir al estrado, bajo la mirada certera de los doce animales que componían la mesa del jurado, más el fiscal que en ese caso particular era el burro, centenares de animales y aves se encontraban presentes entre todos ellos sobresalía el rey golero, en la primera banca se encontraba el gallo guacharaco con sus espuelas torcidas hacia arriba.

Silencio por favor el honorable Juez Conejo Cotilino hace su entrada a este recinto, todos de pie dijo el guarda de seguridad del condado de la chambita, pueden sentarse, por la magnitud de este litigio entre el honorable defensor el pato Lucas y el fiscal el burro carca, ante ustedes el caso de homicidio del Tigre de Bengala, presunto acusado el león de melena.

Tiene la palabra el abogado defensor:

Señor Juez, señores de la mesa del jurado, señores animales, sin más preámbulos, presento mi defendido o poderdante, el león de melena, un animal respetable y temido entre todos sus animales, que ruge y hace temblar la tierra, pero él también tiene su corazón noble, me refiero a que la tigra mercedes, esposa del difunto tigre de Bengala, le hacía pantallas amorosas, se le metía en su rancho, buscando lo que no se le había perdido, provocando, incitando a la pelea a estos dos fieros animales, para enemistarlos más de lo que por naturaleza son.

Y llegó el día que se aparearon y de esa desafortunada unión nacieron dos hermosos leontigres, tan pronto esa situación ocurrió, el esposo de la tigra se dio cuenta de la abundante melena de los dos animales de sexo macho, rabioso salió a reclamarle su osadía al león, pero este tan pronto vio que el tigre de bengala venia furioso se escondió en una cueva, con su olfato el tigre lo localizó y le grito:

Sal de tu escondite cobarde que esto no se va a quedar así, te espero mañana temprano, antes de salir el sol en el peladero de la montaña de tecas, melenudo cobarde.

A esa palabras el León invitó a todos los animales de la comarca, incluyendo como testigos a los feroces tigres de bengala a presenciar la pelea más espectacular de ese siglo.

Honorable señor juez, honorables jurados, les pido a ustedes piedad y compasión para este padre de familia que fue asaltado en su buena fe, por esa temible y despiadada tigresa, se sabía que alguno de los dos animales que protagonizaron esa riña, tenía que morir, ante ustedes mis testigos son todos estos animales que se encuentran presentes, ellos pueden afirmar que fue una provocación de la tigra mercedes para ver correr sangre entre los animales, no tengo más que decir señores del jurado, tomen ustedes mis palabras como las más convincentes y deliberen a favor de mi poderdante.

Y se prendió la sala de jurados con tantas voces de animales y aves a favor y en contra,  apostados hasta en las ventanas del recinto, tirando estiércol a diestra y siniestras, para el señor juez era imposible llamar a los testigos, por lo que no los tuvo en cuenta, pero los miembros del jurado captaron las palabras del prestigioso abogado defensor, su habilidad en invitar a todos los animales a atestiguar en favor del acusado, presentes en la pelea entre el tigre y el león.

Por orden del Juez, toma la palabra el fiscal acusador:

Señor Juez, señores del jurado, respetables animales presentes, en esta oportunidad me tocó por obligación la defensa del temido tigre de bengala, un animal poderoso en las montañas de teca, cada rugido representa para nosotros los animales una sentencia de muerte, en especial nosotros los burros, cuya carne es apetecida por este animal, sin embargo, señores presentes, el no se merecía una muerte tan atroz, provocada por su misma esposa la tigresa mercedes, quien no se conformó con la presencia de su raza, los tigres, animales de rayas amarillas con negro, elegantes, fuertes fieros, para ir a provocar a el león de melena.

Esa fue una pelea injusta y desigual, porque a ese tigre de bengala, óigase bien señores del jurado, le hacía falta una pata, que la perdió por una trampa colocada por los humanos, en esa orden de ideas, pido señores del jurado, señor juez, un veredicto ajustado a las consecuencias de tiempo, lugar y modo, en que ocurrieron los hechos de criminalidad entre estos dos animales archí- enemigos y pido la pena más grande para el culpable o los culpables. No tengo más que argumentar.

A todas esas el honorable Juez el Conejo Cotilino, no tenía ya fuerzas para sonar el mallete, de los zafarranchos de los animales presentes, enfrascados en el sí y el no de la culpabilidad del melenudo león, rey de la selva.

El Jurado se retira a deliberar en un receso de quince y eternos minutos donde la sala de audiencia parecía un mercado persa, hubo peleas entre los presentes, la policía no tenía el control de la sala y tuvieron que mandar a buscar el Esmac y el Esmenos.

Orden en la sala gritaba el diminuto Conejo Cotilino, vestido de negro hasta sus pesuñas, con un gorro representativo de la Ley, el jurado después de deliberar se pusieron de acuerdo y el entregaron el veredicto al honorable juez, quien leyó, el acusado León de melena es:

INOCENTE.

Y como los veredictos de las honorables cortes de los EE.UU. en la sala de jurados, este prestigioso abogado, el pato Lucas, después del zafarrancho que se formó en la sala de audiencia, donde no quedo una banca de madera en buen estado, salió victorioso en hombros, como el más elocuente político de esta época.

La custodia de los dos leontigres, se la dieron a  la tigra Mercedes la madre, a quien le colocaron restricción permanente a no acercarse a ningún león de melena a veinte tabacos negros, a la redonda.

domingo, 19 de julio de 2015

EL GALLO KIRIKI DE MATILDE VS. EL GALLO BASTO DE GUME

EL GALLO KIRIKI DE MATILDE VS. EL GALLO BASTO DE GUME
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano-Región Caribe




Cantó el gallo kiriki a las cuatro de la mañana, anunciando que la noche se acabó, lo extraño que Matilde su dueña escucho fue un alargue en su cantar, acompañado de un cierre poco usual: Kikirikiiiiiiiiiiicarajo, aquí mando yooooooo, y le contestó el Gayo de gume: Cocoroyooooooooooooocarajooooo. Aquí mando yooooo. A esa voz de canto, todas las gallinas fueron bajando de las ramas del palo de totumo donde dormían y comentaban esto me huele a pelea.

Gume la señora que vivía al lado izquierdo de la casa de Matilde, escuchó otra cosa al cantar el gallo kiriki de su vecina, se levantó de la cama y codeó a Temistocle su marido y expresó: Oye Temi, ya la señora Matilde se está metiendo con migo tan temprano, y espantando las gallinas, el hombre que estaba en su segundo sueño solo alcanzó a decir tuércele el pescuezo.

Ni corta ni perezosa (Gume), diminutivo de Gumersinda, en bata de dormir, buscó la escoba de varitas y se apostó en la puerta de su casa a tirar escoba, cosa que no le gustaba a Matilde la vecina, quien abrió una hoja de la ventana de madera y le ripostó: Caramba niña no dejas dormir con esa sonajera de escoba, busca juicio.

Y por allí se prendieron los tizones de candela de ambas casas, peor eres tu Matilde que me insultas a las cuatro de la mañana, cantando como gallo kiriki, diciendo que en este barrio mando yo, que te has creído, tú piensas que los demás están pintados en la pared, te voy a torce el pescuezo de una cachetada.

Temi al oír asomos de pelea entre vecinas y conociendo a su mujer, se incorporó de la cama, se colocó en su cuerpo la franela amansa locos de color morada y se asomó a la calle, ya ambas mujeres estaban trenzadas en el piso de tierra jalándose los moños, semi encueras y los transeúntes que iban a buscar agua al pozo, decían ay fue, ay fue, cada vez que Gume, le lanzaba una cachetada a Matilde y viceversa.

Salieron los dos esposos y las apartaron, pero la cosa no se quedaba allí, faltaban los reclamos del porque se insultaron y se pelearon, no sabían a ciencia cierta qué fue lo que pasó, hasta que el Gallo kiriki, nuevamente cantó a las cuatro de la tarde kikirikiiiiicarajo, aquí mando yooooooooooooo. Y le ripostó el Gallo basto de Gume la vecina, Cocoroyooooooocarajo, aquí mando yoooooooooo.

Salió corriendo Matilde para la puerta de la casa de Gumersinda a reclamarle porque su gallo decía que él mandaba en su casa, que en su casa mandaba el galo kiriki que era de buena raza, no como el basto de ella a lo que Gume le respondió que su marido no era ningún gallo basto que si quería se lo echaba a pelear y la confusión fue peor, una chismosa de la cuadra fue y trajo a la policía, quien le exigía a las dos mujeres explicación de lo sucedido y exigió que hablaran una por una que no fueran cotorras.

Gume, pidió un vaso con agua y trató de calmarse porque la sangre le corría por sus venas a velocidades, esa ofensa de que su marido era un gallo basto no la iba a tolerar.

La calle estaba a reventar de curiosos esperando el desenlace de esta tremenda confusión entre estas dos mujeres que se odiaban, solo por el quehacer de sus hogares, si barrían en la puerta de sus casas, como era la escoba, como se vestían, si salían a la calle y muchas cosas más.

Gume le dijo a la autoridad policial que ella estaba semidormida a las cuatro de la mañana, cuando escucho a la vecina que decía que en esa cuadra mandaba ella y le echó un carajo, por eso se levantó a provocarla con su escoba de varitas, además su marido Temi, le dijo que le torciera el pescuezo con una cachetada.

Matilde al escuchar esas locuras de su “vecina”, se defendió y afirmó que el que dice eso es su gallo kiriki, que además el gallo basto de Gume también provoca al mío y yo no digo nada.

A lo que Gume le contestó, sigo pensando que tu marido no es más fino que el mío, allí entendió el policía lo que estaba pasando y la confusión entre el gallo kiriki y el gallo basto de Gume, madaron a buscar a Temi, que explicara porque mandó a su mujer a las cuatro de la mañana a torcerle el pescuezo a la vecina de una cachetada.

Temi explicó que su mujer le dijo a las cuatro de la mañana que si mataba la gallina pescuezo pelao para hacer un sancocho y él le dijo que le torciera el pescuezo, además él estaba dormido y no se acuerda de más nada.

Cuando se pensaba que ya el problema entre las vecinas estaba arreglándose en la puerta de la casa de Gume, vino la vecina del lado derecho a decir que el Gallo kiriki de Matilde se había pasado para el patio de Gueme y había liquidado el gallo basto, corrieron al patio y verdaeramente los gallos estaban tirados al suelo, todavia estaban vivos, cada persona cogio su gallo para hacerlos sancocho.

Cuando nombraron sancocho los dos gallos salieron volando y se desaparecieron, alli terminó la pelea entre Matilde y Gume, quienes a partir de se momento fueron grandes amigas y vecinas de verdad.

domingo, 12 de julio de 2015

UNA ÁNIMA EN PENA

UNA ÁNIMA EN PENA
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano-Región Caribe



Decían los mayores de mi Pueblo, que las animas de las personas fallecidas, que en vida se dedicaban a molestar a los demás, sin tener en cuenta el más mínimo asomo de hacer el bien, no se iban de este mundo, cuando mi Dios las llamaba a juicio, antes de la tortura y las enfermedades terrenales que cogían de la noche a la mañana, esas personas quedaban dando vueltas tratando de enmendar lo que ya no se podía hacer.

Al anochecer, en cualquier esquina del pueblo, bajo la luz de la luna y el manto azul del firmamento lleno de estrellas, había un anciano dictando cátedra de cultura a los niños y jóvenes, que con mucha atención escuchaban las sabias palabras, combinadas con canas blancas en sus cabezas, verdad o fantasías, nos sumían en un mundo desconocido, escalofriante y de terror, acompañado del aullido de los perros y el canto de las lechuzas que se anidaban en lo más alto de la torre de la iglesia, de allí salíamos para la cama o la hamaca con el purito miedo en las corvas a dormir plácidamente.

Don Abel, era un hombre que llegó a la región, no se sabe dónde, se hizo dueño de unas tierras baldías y las midió con el ojo, hasta donde se alcanzara a ver y todo el ganado cimarrón que había en esos predios a partir de ese momento era de él.

Posteriormente llegó el negro Quin, asi se hacía llamar, de pronto se llamaba Joaquín, este se alió con don Abel y le administraba las extensas tierras, acompañado de su mujer Pina, como todos los habitantes de la comarca estaban llegando, no había problemas con las tierras, menos con la autoridad.

El Blanco, como le decían a don Abel, cuidaba de cada centavo que a sus manos llegaba, bien habidos o mal habidos, sobre todo en la venta del queso y la leche que sacaba de su ganado, ya cansado, viejo y solo, se enfermó, tan grave estaba que mandó a buscar con Quin, al médico y el cura, situación que no fue posible, ya que ninguno de los dos estaban.

De regreso a la finca Quin, escuchó vociferar al blanco, luego escucho el relincho de su caballo y a los pocos minutos, vio la figura a caballo, detalló la montura, los aperos y las dos alforjas en la silla del animal, vestido y sombrero, no era otro era el blanco, ya cerca, le dijo:

“Quin, coge las dos alforjas que están enganchadas al horcón de la sala, cava un  hueco al pie del árbol de tolúa roja y las entierras, secreto entre tú y yo”.

Tremenda sorpresa para el capataz cuando llega a la finca y su mujer le anuncia que el blanco estaba muerto, no aguantó el regreso del capataz, el médico y el cura.

De allí en adelante comenzaron a suceder hechos, como la luz roja debajo del la tolúa en horas de la noche, apareció la familia, vendieron el ganado y ya tenían tazada la finca para venderla, Pina le comentó a su esposo sobre su liquidación, por los años de trabajo con el blanco, Quin fue al pueblo y habló con el abogado, este le liquido sus prestaciones legales y les cuento que los familiares salían debiéndole a Quin, que sabidos de sus pretensiones conciliaron con el abogado de Quin, a quien le dio el poder amplio para reclamar, quedando la finca a nombre de Quin y su esposa.

Con el tiempo y cuando la luna alumbraba el firmamento con el reflejo del sol, Quin se asomaba y veía la luz debajo del árbol frondoso de tolúa roja, hasta que en una tarde fresca cargada de nubes preñadas de agua, cogió el pico y la pala, convidó a su mujer y salieron a enfrentar ese misterio.

Bajo una tormenta trueno y centellas que caían cerca de las dos personas que sacaban las dos alforjas pesadas que al abrirlas contenían ocho panelas de oro puro de veinticuatro quilates, con un valor en pesos incalculable en ese momento.

Don Quin, comprendió entonces porque la finca la llamaban “Las Panelas”, también entendió las salidas del blanco a la ciudad a comprar oro y amasar esa fortuna, en cambio a él, el capataz de la finca le debía todos los años de trabajo, a la señora Pina, la lidia de un viejo solitario, que un día se marchó del lado de su esposa e hijos, dejándolos abandonados y en la miseria, que su esposa lavaba y planchaba para subsistir con sus cuatro hijos, todo esto se lo contó una hija del blanco cuando vino a reclamar los bienes de su padre.


Ahora el problema era mayor, escuchando en las noches en la  finca el ánima en pena de  Don Abel, trasteando en la cocina, buscando sus pertenencias, soltando el ganado de los corrales, reclamando sus dos alforjas y después de haber narrado este cuento, los jóvenes y niños que no conciliaban el sueño, escuchando a la lechuza cantar, los perros aullar y las vacas, rumiar, los caballos y mulos relinchar entrando a la plaza del pueblo sitio de dormida del ganado cimarrón.

sábado, 4 de julio de 2015

PARAGÜITAS, EL DOMADOR DE TIGRES Y LEONES

PARAGÜITAS, EL DOMADOR DE TIGRES Y LEONES
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano-Región Caribe.


Paragüitas eran un joven de unos treinta y dos años, que llegó al pueblo unos días antes de la fiesta patronal y fiestas de corralejas.

Inicialmente Paragüitas venía a torear, era mantero, cuando se terminaba la fiesta en el pueblo, se quedaba unos días más, al igual que el circo de don Francisco, un cachaco que no se sabía de donde venía, tenía una silla voladora, tan vieja que un día cuando estaban dando vueltas sus sillas a la altura de cinco metros, se reventó la cadena y el primero que voló por los cielos fue Paragüitas  haciéndole honor al avión cuatrimotor, el único aparato que se veía por esa comarca.

Esa vez don Francisco le tocó correr con todos los gastos de Paragüitas que por su agilidad de mantero logró salirse de la silla y caer en una cerca de cardón, donde lo esperaron unas afiladas puyas.

Por ese hecho, Paragüitas se quedó trabajando en el circo de don Pacho, lidiando los tigres y leones que a vuelta de pocos días le obedecían a paragüitas y se convirtió en el domador del Circo.

Una noche del mes de septiembre, cayó un fuerte aguacero, venía con ráfagas de viento y ocasionó la caída de la gran carpa y el hábitat de los tigres y leones, que al verse libre cogieron playón, buscando refugio en las montañas.

Bien temprano se conformó una comisión de hombres bien armados  con escopetas de tiro 12 y 16 y Balín número 0, especial para matar tigres, como viento en polvorosa se regó en la comarca que los tigres y el león estaban sueltos y los animales y población corrían peligro.

La única persona que no iba armado era paragüitas, solo llevaba tres cáñamos con lazos en las puntas, se internó Paragüitas en la montaña en busca de los dos tigres y el viejo león, rezó lo que sabía, lo mismo hicieron los de la comisión de búsqueda, con la diferencia que iban gritando y acompañados de treinta perros, sería del miedo, mientras que Paragüitas les cogió la parte contraria a al sitio por donde ellos iban, además caminaba en silencio y tenía cuidado de pisar y quebrar basuras para no espantar a los felinos del circo.

En un peladero dentro de la montaña se encontraban los dos tigre y el viejo león, acostados, lamiéndose las patas delanteras, al ver a Paragüitas, se levantaron y salieron hacia él: Paragüitas al verlos se mojó en sus pantalones, pero tuvo el valor de llamarlos por sus nombres: Simba, Zambo, Chombo, sacó sal del bolsillo derecho de su pantalón mojado y a cada uno le dio de comer y les sobaba las cabezas, acto seguido armó los cáñamos y fue colocándoselos a cada uno en el cuello y como si llevara a pasear a tres perros emprendió el camino de regreso para el pueblo, donde la multitud lo ovacionó desde la entrada hasta el circo de don Pacho en la placita.

Volvió don Pacho a agradecerle a Paragüitas por su valentía y amor por los felinos del circo, mientras tanto la comisión de búsqueda llevaba tres noches con sus días en busca de los tres felinos que ya se encontraban en sus respectivas jaulas.

Paragüitas se despidió de los presentes y cogió rumbo desconocido, como siempre lo hacía cada vez que llevaba al pueblo a torear, momentos después de la partida de Paragüitas, se presentó la comisión, argumentando haberle dado de baja a los dos tigres y el viejo león chombo, que había perdido sus colmillos y las garras, por lo tanto no representaba peligro para los humanos.

Los Bravos Bravos que salieron en busca de los animales, fueron sometidos a la burla del pueblo, por no haber encontrado a los felinos del circo de don pacho en algún sitio de la hermosa región caribe, al norte de Colombia.