LA POZA DE LAS PISTOLAS
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano Región Caribe
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano Región Caribe
En nuestra Región Caribe Colombiana, los ganaderos ordenan hacer pozas con una Catapilas, con el fin de
recoger agua lluvia para darle de beber al ganado y a la vez para los
quehaceres de la casa, inclusive para beber, después de un tratamiento con
cardón o piedralipe.
Una hermosa poza
construyeron los hermanos Ortega, dueños de los terrenos cerca donde
aterrizaban y decolaban los aviones en el Aeropuerto las Brujas de Corozal
Sucre, el único terreno parejo que hay en esa comarca, ya que se encuentran
sobre las faldas de los montes de María.
Cornelio era un hombre Alvino,
o sea que veía muy bien en las noches oscuras y en el día los rayos del sol lo
molestaban, trabajaba en el aeropuerto de corozal y vivía en Morroa Sucre, el
día viernes en la tarde cuando todos los trabajadores salieron de su jornada,
se pasaron para el frente en la tienda de
Cosme y comenzaron a beber ron verde, ese que tenía 80% de alcohol.
Botellas tiradas en el piso,
después de cinco horas de parranda, sus compañeros decidieron volver a sus
casas, pero Cornelio no los acompañó, ya casi a media noche, cerraron la tienda
cantina y el Alvino decidió coger camino de atajo para llegar a Morroa a diez
kilómetros de distancia, monte adentro.
La famosa poza, que todavía
existe, guarda en sus profundidades seres misteriosos, que en horas de la
noche se hacían sentir, eso decían los trabajadores del Aeropuerto y los
pilotos de vuelo, que en las alturas se veía un enorme faro.
Los jóvenes de los
alrededores se bañaban en el día, allí a esas horas no pasaba nada y si pasaba,
habían veces que los jóvenes se tiraban desde un frondoso árbol inclinado hacia
la poza, sus ramas se prestaban para columpiarse y luego lanzarse en picadas en
la poza, como podías caer en un lodazal y clavarte de cabeza, como también
encontrar profundidades y perder pie buscando fondo.
Cornelio el Alvino, como
todo lo veía en las noches, cogió por la poza de las pistolas, bautizada así,
por las balaceras que allí se formaban a las cero horas. Durante tres meses
largos no se supo más del Alvino, la autoridad, después de una denuncia de la
empresa donde laboraba, indagaron en la tienda cantina y su propietario Cosme,
narró con pelos y señales los últimos hechos que vieron con vida al Alvino,
concluyendo que la poza de las pistolas se lo tragó.
A los tres meses largos,
trajeron noticias del Alvino, andaba vociferando palabras no concordantes con
la realidad de la vida para los humanos cuerdos, quizás él tenía razón de lo
que decía, por las calles de Maicao Guajira Colombia.
Una comisión compuesta por
sus padres y un delegado de la Secretaria de Salud municipal, viajaron al norte
en busca del Alvino y lo trajeron a su terruño, pero ya no era el mismo.
Hablaba en otra lengua,
intercambiaba conceptos de tú a nadie, nombraba a los hombrecitos, manejaba
avión y su boca se llenaba de saliva, y lo más relevante era que nombraba
ciudades capitales del viejo mundo.
Desde ese momento, ningún
joven se baña en la poza de las pistolas, menos dejan acercarse el ganado,
tampoco jarrean agua en burro de ese lugar. Los pilotos siguen viendo el faro,
ahora es intermitente y confundible con los del Aeropuerto las brujas, en
Corozal Sucre Colombia.