DOS COLOSOS DEL BOXEO
Por Francisco Carrasco Díaz
Escritor Colombiano Región Caribe
Por Francisco Carrasco Díaz
Escritor Colombiano Región Caribe
En el siglo pasado y en las
lidias del boxeo, no se había visto una pelea desprogramada, callejera,
campesina y ganadera, protagonizada por dos hombres, amansadores de vestías,
como el caballo, el mulo y el burro chó, aquí no hubo ring, tampoco los amantes
del boxeo a puño limpio, pagaron entradas y como si fuera poco, la cantidad de
humanos que presenciaron a dos colosos dándose trompadas.
María José, un hombre con nombre
de mujer, así lo bautizaron sus padres, ellos tendrían motivos para hacerlo, al
contrario de su nombre María José, se crió entre Vacas, Caballos, Mulos, aves de corral, rudo como su padre el
capataz de la hacienda Los Patos II, con sus pastizales llenos de Toros de
lidia, con avisos en sus alambradas, no entre, toros bravos.
Sus padres, no tuvieron la
delicadeza de mandarlo a un colegio, al contrario lo subieron a un burro a jarrear agua de la tapa cercana, después lo enseñaron a amansar caballos cerreros
y termino garrochando toros en las corralejas.
Con todo esa experiencia,
María José, se sentía súper hombre, a pesar de su nombre femenino, no se lo
brincaba un chivo de un año de nacido, andaba en busca de lo que no se le había
perdido, siempre protagonizaba peleas a puño limpios, atropellaba a los
transeúntes con su caballo, azotaba a sus contrincantes con una vara de guayaba
suaza.
Hay un refrán que dice, que
“el bravo llega hasta donde el cobarde se lo permite”, a María José le tenían
sentenciada una puñera, que se acordaría de ella toda su vida.
En la Iglesia Católica del
pueblo, se unieron en matrimonio Chucho y Adelis una hermosa morena de quien
estaba enamorado María José, quien se enteró del matrimonio en horas del
mediodía, se apuró a la cantina y comenzó a sufrir y a beber por haber perdido
a la mujer de sus sueños, ella no estaba enamorada de él.
Advertido por el tío de la
joven, un hombre a quien le llamaban Popeye, pero no el marino, era un poeta de
la décima, famoso por ganar el primer premio en el festival del pito
atravesado, en Morroa Sucre, dotado de dos brazos largos, gruesos, con músculos
grandes, acostumbrado a romper las camisas cuando se estiraba su cuerpo,
vaquero de profesión, amansador de vestías, mujeriego y bebedor, ya entrado en
edad, pero con la misma vitalidad que su contrincante que sabía de las
cualidades de Popeye.
Llegó María José, en su
caballo domado, lo paraba en sus dos patas delanteras, lo arrodillaba, lo
obligaba a hacer la venia, se alejaba de la fiesta y regresaba en carrera con
dirección a la puerta principal y allí lo frenaba, agitaba la vara de guayabo y
la hacía silbar, con ganas de darle a alguien y ese alguien era Chucho el
desposado, en fin llegó dispuesto a dañar la fiesta del matrimonio.
El tío Popeye estaba durmiendo en el patio en una
hamaca artesanal, reposando la primera de las cinco borracheras por el
matrimonio de su sobrina querida. Alguien fue a avisarle que María José, estaba
borracho, dando espectáculos en la puerta de la casa donde se estaba festejando
el matrimonio.
Semidormido se levantó el tío,
se colocó su camisa, se amarro una panola roja en la mano izquierda y salió a
enfrentar al intruso, quien estaba haciendo su segunda retirada y venía con la vara
de guayaba a azotar a Chucho por haberse robado en corazón de su novia
platónica.
El tío tuvo tiempo para
estudiar la forma de pegarle una trompada a María José, lo esperó a medio lado
y cuando pasó al frente de él, se impulsó como un resorte y le colocó su puño
izquierdo en pómulo del intruso, quien cayó por el lado derecho y fue alcanzado por el
cose de la pata derecha trasera de su caballo.
Le tiraron agua lluvia del
tanque, de esa que no necesita hielo para enfriarse, se incorporó y para tomar
ventaja, lanzó su pierna derecha contra la humanidad de Popeye, oportunidad que
aprovechó este para cogerlo de la pierna y voltearlo como puerco muerto para la
venta, amarrado en un árbol de matar ratón en plena vía, a exhibición de los
presentes y de los que iban llegando.
En la tarde ya reposados
ambos contrincantes, Popeye bajó a María José y entonces si se formó la pelea
del siglo pasado, yo le iba a Popeye porque era mi tío, además ya tenía un
pedazo de palo de guadua seca para arrecostarselo a María José en las costillas,
pero no hubo la necesidad, porque Popeye le lanzó un derechazo a María el
pómulo derecho, que lo mandó al barro amarillo a comer tierra.
Se despertó María José en el
hospital Las Mercedes de Corozal Sucre a
los tres días siguientes del matrimonio de Chucho y Adelis, quienes a
esa hora se encontraban de luna de miel en las paradisiacas playas de San
Andrés Islas. Tenía calcados en los dos cachetes, del lado izquierdo los cuatro
dedos de la mano de Popeye y, del lado derecho una herradura de la buena
suerte, del casco de su caballo.
Desde esa fecha, María José,
el hombre con nombre de mujer, no se ha visto más, en la faz de la tierra.
En la mente de los niños,
hay gravado hechos que los mayores les parezca insignificante, pero la película
está intacta, para la muestra un trompón.