EL TURCO "AGUAMANIL"
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano-Región Caribe
En el siglo antepasado y
mitad del siglo pasado, por toda la región caribe Colombiana, en pueblos y ciudades, se
oían nombrar y ver a los turcos, que no eran turcos sino palestinos, pero como
venían con pasaporte de Turquía, le llamaban turcos.
En las costas de la lejana y
remota alta guajira, en esa época, muchos barcos llegaban con mercancías de contrabando a sus puertos, entre ellos
los de: Dibulla, Camarones, Uribía, Riohacha, Manaure y otros puertos más,
surtían a las ciudades de Colombia de elementos Losa, electrodomésticos y
telas, en especial, lo mismo sucedía con los puertos marítimos de Tolú, San
Antero, San Bernardo del Viento y toda la costa del Golfo de Morrosquillo y el
Urabá Antioqueño.
Dentro de esos elementos
venían las Aguamaniles, hermosas jarras y jarrones que adornaban la mesa
auxiliar del comedor, servía para depositar en ella, agua al clima para lavarse
las manos, antes de llegar al comedor, como complemento lujosos manteles con
figuras decorativas, que hacían ver la opulencia del hogar. Pero las aguamanil,
también habitaban los hogares de clase media y baja y, cumplían la misma labor.
Una vez se presentó un turco
a un remoto pueblo vendiendo telas y jarrones de aguamanil, decorados con
figuras hermosas, que por acá no se habían visto nunca y llamaban la atención,
como los vestidos de las gitanas inmigrantes.
Marianita, una joven
hermosa, hija de un prestigioso ganadero, miró la mercancía que vendía el turco
y entre todo, le gustó un aguamanil blanco decorado con una figura de mujer
árabe, le dijo a su madre que se lo comprara.
Los aguamaniles por
seguridad traían la tapa sellada para que no se fueran a romper tan delicada
prenda y lo costosa que era.
Ya en casa de Marianita, el
jarrón adornaba la mesita auxiliar de comedor, pidieron a la señora del
servicio que lo destapara, lo lavara y le echara agua caliente con el fin de
desinfectarlo de los trajines del viaje, del lejano medio oriente.
Bien temprano, Caribia, la
señora del servicio, una mulata de aproximadamente 32 años, cogió el aguamanil
y se lo llevó para la cocina, le dio tres vueltas a la tapa y, de inmediato salió
un polvillo blanco en forma de nube e invadió el lugar, una voz suave le hacía
señas con el dedo en la boca y un silbido siiiiiiiiiii.
La sentó a una silla y le
contó que era un mago atrapado en el Aguamanil desde muchos años, le ofreció
dinero para que lo escondiera y que hablarían en la noche en su casa.
Caribia guardó silencio y escondió en su bolso personal al mago, en horas de la noche, abrió su bolso y emergió de adentro un hombre grande con barbas negras, nariz grande y larga, dedos gruesos llenos de anillos de oro.
Para el mago y la señora
caribia, había un problema y era que había que confesarle a su esposo la
presencia del mago, cosa que se hacía difícil, pero había que afrontar la
situación, tan pronto llegó el campesino, recibió de su esposa media totuma de
agua fresca de la tinaja de barro, acto seguido reposando en un taburete recostado
al frondoso palo de mango, Caribia se le acercó a su esposo y en voz baja y
amable como era ella, le expresó a su esposo la presencia del mago.
Con todas las precauciones
del caso, el campesino, rula en mano se dirigió con su esposa al segundo
cuarto, donde se encontraba alojado el mago, se saludaron, hablaron largo rato
los tres.
Propuso el mago a los
esposos un viaje que les cambiaría la vida, después que le conquistara el corazón a la bella Marianita, un premio a dos personas humildes y
trabajadoras por parte de un mago de esos tiempos, que llegó encapsulado en un jarrón
aguamanil.
La joven Marianita, su madre
y la familia, se quedaron a la espera que llegara Caribia, quien trabajaba con
ellos desde niña, allí también trabajó su mamá y en la finca, trabajaba el
esposo de Caribia,no los vieron más.
Bien temprano se presentó el Mago en casa de Marianita, quien al oír la aldaba grande de la puerta principal, quitó el cerrojo de cadena y del lado afuera había un apuesto hombre de unos 30 años, ese que ella estaba esperando, porque el tren del sol ya le estaba pisando los talones, incluyendo los de Aquiles.
Con el pretexto de hablar con su papá entró a su casa y fue amor a primera vista, a los pocos días se casaron y partieron en compañía de Caribia y su esposo.
Dicen los vecinos de Caribia, que en las noches, cuando el mundo estaba durmiendo y la chismosa de la vecina despierta, escuchaban una música melodiosa, tocada con flauta, guitarras panderetas, tambores y algarabía de muchas personas bailando y aplaudiendo.
Con el pretexto de hablar con su papá entró a su casa y fue amor a primera vista, a los pocos días se casaron y partieron en compañía de Caribia y su esposo.
Dicen los vecinos de Caribia, que en las noches, cuando el mundo estaba durmiendo y la chismosa de la vecina despierta, escuchaban una música melodiosa, tocada con flauta, guitarras panderetas, tambores y algarabía de muchas personas bailando y aplaudiendo.
En otra parte del mundo, en un
lejano país, en una fábrica de jarrones de Aguamanil, se encontraba el esposo de Caribia laborando, su dueño el famoso mago, quien les brindó su protección, Vivían en una mansión adornadas con vitrales de colores, ventanas grandes con vidrios transparente, puertas de aluminio, como un día se lo soñaba la humilde
Caribia, obsequiada por el mago del jarrón de Aguamanil y atendía a Marianita.
A los pocos meses de haber partido Caribia con su esposo, se presentó el turco con sus telas y los
jarrones de Aguamanil, al pasar por la casa de la pareja, la vecina lo llamó y
le entregó un sobre cerrado que le había dejado Caribia y el Mago.
En horas de la noche, en el
hotel donde se alojaba el turco, en su habitación, procedió a abrir el sobre,
que contenía una carta y una gruesa suma de dinero, donde el Mago le explicaba
que en uno de sus jarrones de aguamanil, venia atrapado él, y que por muchos
años quiso hablarle para que lo liberara de allí destapando el Aguamanil.
Gracias a Caribia que
trabajaba en casa de Marianita, destapó el jarrón y se ganó el premio, ofrecido
hacía muchos años por el mago, que en un acto de magia, había quedado atrapado
en el Jarrón de Aguamanil.
Desde ese momento al turco
vende jarras, le llamaron el “Turco Aguamanil” y como se vio con dinero, montó un negocio de telas en Maicao Guajira, a donde atendía a toda su clientela, en especial a los amigos Wayuu, de la alta Guajira
Colombiana.