sábado, 25 de octubre de 2014

VUELA, COMO EL AGUILA

VUELA, COMO EL AGUILA
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Caribeño Colombiano




Vivian nació un día de verano, en una hermosa ciudad del cono sur, llevaba en sus manitos un par de guantecitos de lana de color rosado, el día que la vi estaba chapeada por el inclemente frio del polo sur, era hermosa, con esos ojos color miel, la cargaba su madre en sus brazos, el padre de la criatura estaba haciendo fila para comprar el boleto hacia el país de Colombia.

Solo había un cupo en el avión y no podían viajar en el mismo vuelo, les ofrecí el mío y solucionaron el impase, en espera de la salida del vuelo nos presentamos, intercambiamos conceptos de trabajo y los elogios de mi parte a esa bella niña, copiamos direcciones y teléfonos en Colombia, y de allí en adelante surgió una buena amistad con esa familia.

No vi mas a esa hermosa criatura, en estos momentos está en sus 29 primaveras, quizás ya ha cursado una carrera profesional en Colombia, o tal vez está estudiando en una Universidad de EE.UU o Europa.

Sus padres Tonny un Ingeniero de Petrolero y Vanessca una mujer de hogar, mis amigos desde hacen muchos años, ellas siempre en espera de que su marido regresara de viaje, por su profesión no podia estar al lado de ellas, dos personas dependientes de uno, su padre, su esposo, que las consiente, por lo que vi en el aeropuerto de la capital de Argentina.

Como el mundo da tantas vueltas y lo más lejos de repente esta tan cerca que las sorpresas no se creen. Después de tantos años por situaciones de trabajo me encontraba en la ciudad de Johannesburgo en el sur de África alojado en un hotel, llevaba dos días de estar allí y en un cambio de turno del personal de planta, estaba dando órdenes en Ingles una Joven con acento Colombiano, mi sexto sentido me decía que era conocida.

Esperé que terminara de hablar y me acerque a ella,

-Excuse me are you from Colombia?

Ella afirmó: yes, yes, Who are you,

Respondí I`m from Colombia too,

Ok hábleme en español me dijo Vivian

En el trascurso de la conversación Vivian se dio cuenta de que conocía bien a sus padres, quienes vivían en esa hermosa ciudad de Suráfrica, ella había estudiado en Colombia Hotelería y Turismo y sabia hablar el Ingles, fue contratada por una Cadena de Hoteles a nivel Internacional y fue asignada como Manager desde hace cinco años a ese famoso Hotel.

En horas de la tarde me invito a casa de sus padres, ella les hablo de mi unas horas antes,  haber si en verdad  era conocido de ellos, renació la vieja amistad con la familia Argentina que en un tiempo atrás conocí en un aeropuerto y luego en Colombia.

Tonny con la cabeza blanca de las canas y el paso de los años, ya pensionado y Vanessca haciendo gala de su edad y el sacrificio de andar de un lado para otro, en espera de esa pensión de su esposo que al fin llegó.

Vivian, con una vida cómoda disfrutando las mieles del sacrificio  por las que pasaron en un camino estrecho, una mujer hermosa, educada y dispuesta a volar muy alto en las condiciones del mundo global.

De regreso al hotel, Vivian, me explicaba cómo llegó a esa ciudad tan lejana con  esfuerzos, sacrificios, constancia y perseverancia, el destino la fue guiando hasta llevarla a un puesto de dirección en  una cadena de hoteles del mundo, a una ciudad con costumbres distintas a las de donde nació, y como  llegaron sus padres a esa ciudad donde trabajaba ella, que añoraba  tenerlos  cerca.

Las oportunidades llegan en segundos y tenemos que estar preparados para enfrentar este mundo competitivo, tomar la mejor decisión y alzar el vuelo de las águilas.
-          
      El Secreto de cómo irte está oculto en el cómo llegaste.
-           Si en el camino llegas a una bifurcación, tómalo por intuición. (Yogi Berra).






sábado, 18 de octubre de 2014

LA COSTURERA

LA COSTURERA
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano de la Región Caribe




En el camino real que conduce al pueblo, angosto y lleno de árboles a lado y lado, mano Mando, oyó un llanto de un niño abandonado, como iba con tres botellas de ron blanco entre pecho y espalda, más animado que un bazar para niños, no se percató del peligro en que se iba a meter.

Todos los domingos en la mañana, mano Mando, cargaba su burro prieto con dos jolones de cuero, llenos de ahuyama, maíz biche, ajonjolí, yuca, batata y habichuelas, que canjeaba en el pueblo en la tienda de Don Mañe, por Comestibles, tabacos, panelas y sus inmancables botellas de ron blanco.

Si le alcanzaba para más, le llevaba a sus hijos un juguete y a su mujer un corte de popelina floreada, para que se hiciera un vestido elegante, para lucirlo en la fiesta en el mes de Septiembre, ese día era que ella y sus hijos se veían por el pueblo.

Mano Mando, era un campesino letrado, había cursado la primaria en el pueblo, dígase de un Bachiller de esta época, más los valores inculcados en el hogar de Mando, esfuerzo de sus padres en ese tiempo, después de recibir el diploma, se devolvió al monte a ayudar a su padre a criar ganado y sembrar la tierra.

Nunca se olvidó Mando de su primer amor  en el pueblo, una señora extraña, que llegó y se quedó en el pueblo, hizo una choza a las salidas de un camino, colocó un letrero en un pedazo de cartón, que decía “Se Confeccionan Vestidos para damas y Pantalones para hombres, era una mujer  bella, de color blanco, pómulos rosados, con una cabellera corta, caderas anchas, muy educada, se ganó el cariño de todo el pueblo.

Tan pronto vio a él joven Mando, se enamoró de él y el de ella, contra la voluntad de sus padres mando visitaba a la extraña mujer, cuando la enfrentaban le decía a los padres de Mando, que ni el mismo malo, podía quitarle a ese amor.

Pero como el que lleva, trae, el bravo es, hasta que hay uno más que él, el que a hierro mata a hiero muere, le pusieron la contra a la bella dama desconocida, le pusieron pimientica en la puerta de su casa y al siguiente día, no amaneció, cogió camino a las montañas y no se supo más de ella.

Dicen los que andan por los caminos en las noches y los que pasan por el solar donde vivía  a las salidas del camino que la ven con un niño en los brazos y sienten los pedaleos de la máquina de coser, se les levantan los bellos del cuerpo y la cabeza  se les pone como balón de vejiga de puerco.

También dicen que Mando la preñó y su hijo no alcanzó a nacer, él,  Mando niega alguna versión que le quieran afirmar en contra de su palabra, lo que si es que desde que la forastera se desapareció Mando no le levanta la cabeza a nadie.

Han pasado tantos años, ya el campesino tiene la piel arrugada de las faenas del campo, perdió parte de su frontal dentadura, por culpa de la nicotina del tabaco negro, que fuma al derecho y al revés o sea con la candela hacia adentro de la boca, bota el humo por los orificios de la nariz y por los oídos.

Venía mando del pueblo de regreso a su hogar, cargado de provisiones en su burro, guía del camino, porque Mando no se pertenecía de la borrachera, esta era faena de todos los domingos, su esposa lo recriminaba y le decía que una noche se iba a tropezar con la costurera y su hijo, pero mando no le tenía miedo a nadie ni a nada.

Se llegó el momento esperado por el campesino, que solo vivía del recuerdo de la bella mujer, cogió camino, cuando pasó por el solar donde vivía la costurera oyó que lo llamaban, miró y vio a la hermosa mujer, se bajó del burro y se internó en la maleza del patio, allí lo encontraron al amanecer, con los cinco sentidos fuera de él, el burro siguió su camino y a las doce de la noche, un niño salió de la maleza y se montó en el burro, se comió todas las provisiones que iban en los jolones, el burro y el niño llegaron a casa de Mando,  su esposa en el lecho de su hogar, escuchó al burro rebuznando acompañado del llanto de un menor y la voz de un niño que decía mamá ento, mamá ento, o sea mamá me reviento, como se había devorado todas las provisiones.

La mujer que había estado estudiando interna en la normal para señoritas regentada por monjas, presintió que nada bueno estaba sucediendo, prendió su lámpara de petróleo, se dirigió al altar de los santos en su cuarto y rezó, el padre nuestro y el credo, afirmando que si cree en Dios el creador.

El llanto del niño, se alejaba, poco a poco, el eco traía su voz melancólica y apagada, llamaba también a su papá, papá ento, papá ento. (Papá me reviento).

A los pocos minutos, se oyó una explosión, como la de un transformador eléctrico en sobre carga.

Mando fue revisado en el puesto de salud por el médico del pueblo, dictaminando que lo que tenía era un fuerte guayabo, que le prepararan unas sopas de Gallina criolla y un guarapo de panela con naranja agria.

Siguió el campesino su rutina del campo, su esposa se quedó con su secreto y no le comentó una sola palabra a su esposo Mando para no perturbarle su mente, más de lo que la tenía, ya estaba casi loco.

Volvió al pueblo a hacer el trueque de lo cosechado por alimentos para su subsistencia, ya no se dejaba coger la noche, tampoco bebía mucho, un modelo de hombre para bien de su familia, pero como siempre hay quien haga el mal, llegó Antolín un vecino a la tienda y se trenzaron a beber hasta media noche que salieron los dos en sus vestías por el camino real, Antolín dejó a su amigo en casa y siguió más adelante a la suya.

Al día siguiente juró Antolín a las autoridades que dejó en su casa a su amigo Mando, cosa que no fue así, afirmado por su esposa que se encontraba muy preocupada porque no apareció más  su esposo, el burro y la carga de alimentos.

Dicen, que la hermosa costurera, su primer amor, vino por él y se lo llevo engañado con la famosa pimientica negra molida.
.


sábado, 11 de octubre de 2014

LA CAMA DE PIEDRAS

LA CAMA DE PIEDRAS
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano, Región Caribe


De piedra ha de ser la cama, de piedra la cabecera, la mujer que a mí me quiera, me ha de querer de veras, hay, hay, corazón porque no amas, estrofa de la canción del mexicano, Antonio Aguilar, colocada en el picok de tubos y bocina larga, que sonaba todos los sábados en el Volcán.

Con esta melodía ranchera, enamoró Pedro Neil García a Policarpa Díaz, unos amores de diez años, una cama moderna de cemento, con dibujos de ramilletes dorados en la cabecera, de dos puestos tan ancha como el rio San Jorge, dos petates abullonados, dos almohadas rellenas con lana de ceiba en verano,  un matrimonio que solo duró unos meses.

A Pedro Neil, se lo cogió una Tormenta Eléctrica, en medio del mar, en su barco Policarpa, cuando venía de pescar y la embarcación se hundió, sus compañeros de faena, lograron llegar a la orilla sano y salvos, más no el capitán de la embarcación, que se quedó en ella,  hasta verla hundir totalmente.

Cuenta la tripulación que el capitán Pedro Neil, les ordenó, tirarse al mar, nadar y nadar, hasta llegar a alguna parte, en tierra firme, o esperar un rescate a media noche.

Su terquedad no tenía límites, no habría esperanzas de vida, en la embarcación, estaba cogiendo mucha agua y se iba a hundir.

A la distancia y por última vez, vieron al Capitán en la proa de la embarcación de nombre Policarpa al igual que su esposa, sin chaleco ni salvavidas y con su ruana roja, de allí el sobrenombre de “Pájaro Carpintero”.

Los tres amigos, lograron nadar a tierra firme y en la mañana bien temprano, pidieron auxilio a un barco de bandera panameña, que pasaba por esas coordenadas, dieron aviso de la Nave Policarpa, pero la búsqueda no dio resultados, el capitán no apareció.

Pasaron los años y solo se recordaba al Capitán Pedro Neil, con todos sus cuentos y anécdotas de vida, tanto en el mar, como en su vida, tenía la gran característica de reunir a los jóvenes en la plaza y contarles con lujos de detalles, verdades e imaginaciones, exageraciones y miedos sobre las criaturas de la noche y, sobre todo el cuento del sábalo de mar que cayó en la caldera del barco y solo tuvieron que echarle sal, condimentos y verduras, buscar las totumas y las cucharas, servirlo y deleitarse, con tremendo manjar.

Un día Domingo, característicos por la llegada de buses de turismo de otros lugares del país, en el parque del pueblo, entre sus pasajeros, procedente de Bogotá se bajó, un señor de tés morena clara, cachetes rojos, bien vestido, con una maleta inn, gafas oscuras finas, botas altas puntiagudas con figuras, miró a todos lados y se dirigió a una esquina en particular, donde se encontraban unas cinco personas reunidas.

Saludó el forastero a cada uno de los presentes por su nombre de pilas, todos extrañados por la actitud cordial del señor, quien acto seguido les dijo:

Sé que no me conocen, pero yo si los identificó a todos, han pasado muchos años y las personas se olvidan, más cuando desaparecen en alta mar, soy El Capitán Pedro Neil, vengo procedente de Tokio Japón.

Suerte la del Capitán, que a poco que su embarcación se hunde y sus compañeros se tiraron al mar, en la proa el capitán esperaba lo peor, lanza una bengala de auxilio y a pocos minutos aparece un barco de bandera Japonesa y lo recogen unos hombres orientales, que con una mala intención, no reportan el naufragio y rescate del ducho Capitán.

En su recorrido a Japón, lo ponen a trabajar duro y parejo, le dan ropa y comida al ver que daba la talla, lo dejan como jefe auxiliar de máquinas, por muchos años trabajo, en espera de que saliera un barco hacia las Américas, para retornar a su tierra.

Con los ahorros de años de trabajo en el barco Kani, Kani, decidió regresar a su tierra después de quince años, lo cual su familia lo hacía fallecido, todo esto lo contó el Capitán en el parque, en menos de cinco minutos, los presentes se miraban atónitos y desconcertados por lo sucedido, más por la situación de uno de ellos, su mejor amigo, hacen trece años, se casó con Policarpa.

Para comprobar que él era Pedro Neil, en voz alta entonó la primera estrofa de esa bonita melodía, que le gustaba a su esposa Policarpa “De piedra ha de ser la cama, de piedra la cabecera, la mujer que a mí me quiera, ha de quererme de veras, hay, hay, corazón porque no me amas”. No encontró eco entre los presentes. Lo sentaron en una banca en el parque y su gran amigo le contó todo lo sucedido con su esposa en el tiempo de su ausencia y que para ellos estaba muerto.

El Capitán Pedro Neil, solo duró unos días en su tierra natal, retornó a Tokio, donde vive de su pensión, por haber trabajado en el Barco Keni, Keni, por  treinta años, en compañía de una mujer Japonesa y sus tres hijos, a una de ellas la bautizo con el nombre de Policarpa, no por su anterior esposa, sino por su embarcación que yace en el fondo del mar.

Tanto amó Pedro Neil García a Policarpa Díaz, que hasta la cama, era una melodia.




sábado, 4 de octubre de 2014

UN BATRACIO EJECUTIVO

UN BATRACIO EJECUTIVO
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano de la Región Caribe.



De la suerte y de la muerte nadie se escapa, refrán popular de los humanos, en este caso la suerte le toco a un animal de la naturaleza, SAPO, su nombre científico de numerosas especies de anfibios anuros, con su piel verrugosa, horrible en su aspecto, al andar, a simple vista, pero por algo está en este hermoso mundo.

Simplicio, es un campesino que siembra plátano  en su finca, cuando ya están de corte los clasifica y los mete ordenadamente en unos guacales y los trae a la ciudad para ser distribuidos entre los mayoristas y estos venden al público.

Corso, un sapo grande, que vivía entre las matas de plátano en la finca de Simplicio, todas las noches salía a comer grillos, langostas y todo animalito que se encontrara en su camino, excepto la culebra, el gavilán pollero y la pigua, sus arrecimos enemigos.

Esa noche Corso salió de su guarida como de costumbre  a las seis de la tarde, ya estaba oscuro, al salir al camino real, se tropezó con un borracho, que se encontraba tirado en el camino, portaba una botella de ron y estaba fuera de combate, o sea borracho, Corso se acercó, miró y analizó el panorama y la situación, en eso el borracho dejó caer la botella destapada, Corso ingirió liquido hasta perder la razón, se arrastró hacia las matas de plátano y cuando despertó estaba en un guacal con  tres docenas de plátano verde, y unas majaguas secas de la sepa del plátano.

Escuchaba, el gritar de personas, en demanda y oferta de productos comestibles, “a mil, todo a mil, tres por cinco mil, a tres mil la mano”, en eso Corso escondió las dos paticas delanteras, el vendedor lo detectó, lo cogió por las paticas traseras y se lo metió en un bolso a una señora, sin que ella se diera cuenta.

Fue a para Corso a una oficina que por su aspecto, era de carácter público, todas las personas allí presente, las mujeres hablaban de cosas del hogar, los hombres planeando para las próximas elecciones, en eso uno de ellos dijo:

“El Sapo ese del jefe lo vamos a quebrar, porque se porta mal”.

Otro dijo: Tanto Sapo inteligente que hay, para nombrar a ese batracio en ese cargo.
Un aseador de la empresa que estaba oyendo la conversación dijo:

No se preocupen muchachos que mañana amanece el jefe convertido en un sapo de cuatro patas.

En un descuido Corso se metió en la gaveta de un escritorio en donde estaba el bolso de la señora que estuvo comprando plátano en el mercado.
En horas de la noche como el batracio era inteligente, comenzó a tratar de hablar, en eso llego Tía  rana y le dijo:

Ajáaa Corso y tú que haces por aquí, esta no es tu zona, el animalito le contó a tía rana lo sucedido con lujos de detalles y también le contó la conversación del Jefe Sapo, y le manifestó, que él quería ese puesto, la rana le dijo a Corso, no te preocupes, ese puesto es tuyo, desde mañana, tienes cuatro meses, para enderezar esta oficina.

Fueron a la casa del jefe y lo convirtieron en Corso, con voz y voto, con el cerebro del jefe y el hablado del jefe siendo un poco ronco, sus vestidos y su caminado.

Esa mañana llegó el Jefe bien temprano y se ubicó con lista en mano, a la entrada de la oficina, al lado del Guardia de seguridad, que no podía creer lo que veía, esa mañana el relevo de la vigilancia fue a las ocho y no a las seis y media, como lo hacían y a todo el que iba entrando lo chuleaba de la lista, dispuesto a desquitarse de los revoltosos que lo querían quebrar.

La empleada del bolso y secretaria, llegó quince minutos tarde, le pasaron una raya roja a su nombre.

Los tres restantes revoltosos llegaron una hora tarde y salieron directo a la oficina del Jefe Sapo, extrañados por encontrarlo a la entrada con una lista de todos los empleados, cuando él no se pertenecía de esas cosas.

Corso, les aplicó la Ley Laboral, solo en cuatro días los empapeló, el primer día de llegada tarde, una amonestación verbal, el segundo un memorando, el tercero diez días de suspensión y el ultimo día, la carta de retiro y los boto a los cuatro, incluyendo su secretaria, que fue reemplazada por la rana inteligente, gestora de la transformación de Corso.

En cuatro meses de transformación del Sapo Corso a ejecutivo de una Empresa del Estado, reformó la oficina, dio cátedras de valores a sus colaboradores y la oficina de atención al público, se ganó un premio por la atención esmerada a los usuarios.

Después de la fecha para que Corso dejara el Cargo, lo llamaban Don Sapo, porque el ejecutivo a quien reemplazó Corso, su cara quedó marcada para siempre, tenía verrugas y los ojos eran de sapo, los espejuelos eran como dos vidrios del fondo de una botella donde se envasa el vino, cuando cogía rabia, votaba un líquido blanco y espeso por sus poros.


Queda comprobado, que los Batracios, también hacen las cosas bien, cuando se lo proponen.