EL
BOMBARDINO DE ORO DEL BENNY
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Caribeño Colombiano
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Caribeño Colombiano
La inocencia de los niños, nacidos a principios y mitad
del siglo pasado, los principios morales intrínsecos en cada persona encargada
de impartir valores, conocimientos y educación, eran el pilar fundamental para
edificar una cultura de respeto, honradez y solidos valores, para enfrentar la
vida.
La carencia de energía, la reinante oscuridad, acompañada
de todas esas manifestaciones de miedo y terror infundida o camufladas dentro
de la misma educación, las tormentas, los truenos y los relámpagos, los rezos
para conjurar males de la vida, un pueblo netamente católico, apostólico y
romano “entre comillas”, nos hacían temerosos de la Justicia Divina, de los
espantos, los perros lengua de fuego, las mariposas negras voladoras, el loco
de los jolones de cuero montado en un caballo recorriendo las calles del pueblo
a partir de las diez de la noche, la llorona loca, el burro que le hablaba a su
amo, el niño que se encontró un campesino en un camino solo y llorando, la luz
del playón, el temido toro candelillo y un sinnúmero de cosas que lo hacían
temer y portarse bien y, que además le servían para su formación como persona,
claro que habían unos jóvenes malos, que no cogieron consejos y hoy son blanco
de esta sociedad que no perdona, sobre todo errores sin causas.
Corrían los años 1958-59, del siglo pasado, en un pueblo macondiano
de la costa caribeña colombiana, en un mes de septiembre, una pareja de novios
de una familia prestante se casaron, la novia con traje blanco de cola larga de
tres metros arrastrada por la calles destapadas de tierra roja, dos cuadras de
distancia de la casa a la iglesia, como de costumbre, los pajecitos con los
anillos y dos bellas jovencitas con ramos de flores en sus manos enguantadas,
seguido de una cola de parejas que llegaban a doscientas personas, tan así, que
cuando el matrimonio venia saliendo de la iglesia, era que los últimos padrinos
iban entrando.
Mientras eso ocurría, en la casa de los novios, se
bajaban unos veinte músicos, con sus labios gruesos como pepita de mamón pelado
y una cicatriz hecha por el instrumento al que le inyectaban aire de sus
pulmones, le movían unos émbolos y le sacaban bellas melodías.
En todas esas manifestaciones, estaba El Benny, no como
invitado, tampoco como familiar, más bien era por curiosidad, no llevaba
calzado en sus pies, no portaba una camisa que le tapara su musculatura, sin
peinarse su cabello negro ensortijado ajaracado, pero eso sí, captando todo lo
que veía y oía a su alrededor, zambulléndose por debajo de las piernas de los
adultos para poder mirar más cerca el espectáculo de una orquesta, creo que fue
la primera que amenizó un matrimonio en ese olvidado pueblo, habitado por
políticos liberales y conservadores, quienes se encontraban con los jóvenes y
en un tono grotesco le preguntaban.
“Tú de quien eres
hijo”, si el joven contestaba que
su papá era del mismo bando, si porque eran bandos, el politiquero contestaba.
“Cuando cumplas la
mayoría de edad vas a votar por mí.
Ahora si el joven contestaba que su papá se llamaba Serafín
y era del bando contrario, el politiquero lo despachaba para su casa inmediatamente
y, como la urbanidad de Carreño, nos ensayó que hay que obedecer a los mayores,
esa orden se cumplía, acompañada de:
“Dígale a su papá,
que yo fulano de tal, lo mande para la casa”.
Recordándole
al ciudadano, que él, seguía mandando en el pueblo, cuando a los habitantes los
mandaban a acostar.
Todo este relato es con el fin de hacer un recuento de lo
que pasaba en ese pueblo, en esos años, es para que sepan que pasó en ese siglo,
porque las historias, si no las cuentan se olvidan, y un pueblo no debe olvidar
sus historias buenas o malas.
Resulta que el que se estaba casando en esa fecha era un
politiquero reconocido, acompañado de una bella dama de la sociedad, a quien el
Benny le agradece, haberlo desprendido de las manos de tigre del papá, después
de ocho latigazos, con un cáñamo doble, por no asistir a clases en el colegio,
durante ocho días, sin justificación.
La orquesta comenzó a tocar el vals “Tristeza del Alma”, la
calle se encontraba taquiaita de curiosos, con ganas de ver a la novia bailando
con el gamonal del pueblo, la puerta de entrada quedó angosta para entrar tanta
gente, los invitados siguieron al patio, secándose el sudor con sus pañuelos
perfumados con olor a sauco, a vino de palma de corozo de vaca, a nectalina de
escaparate, a jugo de mango de rosa, a níspero maduro, etc.
El Benny un regordete jovencito, modelo de nacimiento
1953, inquieto, travieso y de chispa adelantada, se encontraba en la sala de la
recepción, bien situado, viendo y analizando todo lo que sucedía, guardando en
su memoria las melodías que interpretaba la orquesta, los instrumentos, cada
músico tocaba y soplaba los cachetes, la garganta se les querían reventar, se
ponían rojos y, volteaban el instrumento para que botara el agua, que no se
sabe por dónde entraba.
Esa noche, cuando el Benny se fue a su casa y se metió en
la hamaca, tenía a toda la orquesta en su mente, tocando y tocando, no pudo
dormir del miedo que le cogió al instrumento llamado bombardino alto, o sea el
más grande y el que sonaba más ronco, todavía es y después de cinco décadas y
ñapa, es la hora que Benny no puede conciliar el sueño, cuando se acuerda del
bombardino de la Orquesta de Pello Torres y sus Diablos del Ritmo, imagínense
ustedes, “Diablos del Ritmo” que llego esa noche procedente de Sincelejo Bolívar,
en la chiva la melón, contratada para amenizar uno de los mejores matrimonios
en ese pueblo de la costa caribe. Siempre que cerraba sus ojos, veía un poco de
diablos con cola, tocando los instrumentos.
Años después, cuando El Benny era un adolecente, se
enteró que los músicos de la Banda 12 de octubre de Caimito Bolívar, eran
primos hermanos de su papá y como en tiempo de fiesta los alojaban al frente de
la casa del Benny, tuvo la oportunidad de aprender a tocar al enemigo, “El
bombardino Alto”. Desde entonces reina en su casa un Bombardino de Oro Alto,
con su funda, enganchado en la pared.
Hoy, cada año de nacimiento que cumple El Benny, es
amenizado por sus parientes los integrantes
de la Banda Caimitera, los que han quedado, porque los viejos están gozando en
la eternidad, para esa fecha aprovecha el Benny, para tocar su Bombardino de
Oro, uno de sus pasatiempos.
“Atesora con amor y firmeza, los valores impartidos
y aprendidos durante tu niñez y juventud y, tendrás la oportunidad de vivirlos
cada día, compartirlos con los habitantes de este mundo global a través de
“entrecuentosporrosyfandangos.blogspot.com”, untado de un pueblo netamente
caribeño.