EL PALABRERO MAYOR
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Caribeño Colombiano
Mi compadre Xico, es un
hombre de mucho hablar, herencia que le dejo su padre don Clímaco, este la
recibió de su bisabuela Petra, una mujer descendiente entre un Guajiro y una
Afrocolombiana, que en su vida se dedicó a partear y sacar del vientre materno
a todo niño nacido en el pueblo y sus alrededores, a ella la mandaban a buscar
siempre que un niño se decidía venir a este hermoso mundo.
Compadre Xico, la cuarta
generación de la señora Petra, le cayó la lotería y fue escogido para llevar la
palabra, aclaro, no la palabrería, que aburre a los humanos y estigmatiza al hombre,
es decir, del sentimiento humano que penetra dentro del cerebro y hace
reaccionar a la persona, llegándoles sentimientos de alivio, nostalgia, paz y
tranquilidad, quitándole el desasosiego y entrándola en la razón, porque el
poder de la mente, va con el poder de Dios, que manda y ordena.
Con sumo cuidado, les voy a
narrar este interesante cuento, donde el compadre Xico, se llevó los honores. Afrodísio
era un hombre criado en las rancherías de la Guajira Colombiana, él solo vio en
su niñez, la abundancia de mercancías, whiskies, armamento de todo calibre, acordeones,
telas, electrodomésticos y carros lujosos, que venían del exterior y ayudaba a
descargar de las lanchas rápidas al fondeo de un gran barco pirata.
Brújula, su nombre se
desprende por el querer de sus padres, pronosticando que ella, sería la Brújula
para orientar a toda la familia, siendo su única hija de sexo femenino, la
consentida la pechichona, la bordón de la familia, de la raza Wayuu, del clan
Cuidado, hermosa como el inmenso sol que se esconde en el poniente de la costa,
reflejado en el mar caribe a las cinco y treinta de la tarde, su piel color
café sin tostar, su cabellera larga, que le daba a las corvas y curvas de su
cuerpo, se pigmentaba la cara y escondía su rostro, por más que se escondiera
en las rayas tricolores que se hacía, dejaba ver un asomo de su belleza, hija
de Mayapo, jefe del clan Cuidado.
Todos los habitantes de la
región le tenían pánico a Afrodísio, era tosco y grosero en su actuar y hablar, no se lo brincaba un chivo, cargaba dos pistolas en el cinto y una metralleta en su mochila, fabricada por
la etnia con lana de ovejos, al fondo de la mochila asomaba el cañón.
Se enamoró Brújula de Afrodísio
e irrespetó las tradiciones del matrimonio Wayuu, y se vino tremendo problema
con los diez hermanos de Brújula, sus padres y todo el clan, lo buscaban por
cielo mar y tierra, todas las antenas humanas de la época estaban direccionadas
a Afrodísio.
Pasaron años en dar con su
paradero, era imposible localizarlo, no tuvieron más remedio que contratar a El
Palabrero y Sabueso, “Compadre Xico”, que para ese entonces vivía en un pueblo
lejano de la costa, Eutimio, Jader y Antonio “El Premier”,
hermanos de Brújula, duraron veinte días con sus noches para llegar a casa del
palabrero, a quien dieron su aval, para localizar al fugitivo Afrodísio y su
compañera Brújula.
Afrodísio había nacido de
una familia extranjera, él no quiso salir del entorno y fue creciendo guiado
por la brisa marina, apoyándose en las personas que traficaban en la alta
guajira, su educación la recibió del entorno y las letras solo eran para él
unos simples dibujos, mientras que Brújula, era una joven bien educada que paso
su pubertad encerrada, recibiendo una educación integral a la costumbre de la
Etnia.
Dos contrastes que por supuesto
no calaban en los sentidos de sus padres y hermanos, quienes daban cualquier
cosa material para que la hermosa Brújula, volviera al seno del hogar, sin
antes darle su tate quieto al intrépido Afrodísio.
Bien temprano, compadre Xico,
alistó su mochila de fique, metió en ella cinco panelas de hoja, un ciento de
tabaco negro, se caló su sombrero Wayuu, sus abarcas tres punta ya dominadas
por los pies, y con su sonido característico del roce de las tiras de cuero de
vaca muerta al caminar, “chuas, chuas, chuas”, por eso por donde pasaba
compadre Xico, a dos cuadras lo conocían, los días llovidos, cuando la tierra
estaba fresca y se pueden hacer dibujos en ella, aparecían letreros en las
calles por donde pasaba compadre Xico, “Good-xico, Good-xico,Good-xico”,
parecidos al letrero del pie descalzo en
pintura blanca, que salía desde la bonga a dos cuadras, y se entraban las
pisadas en un almacén llamado Garcigas, en la pujante Ciudad de Valledupar, por
eso había una cuña comercial en la radio, “Sígale la huella a Garcigas”.
Además de la mochila,
acompañaban sus aperos un pellón de color amarillo, con la ropa del viaje, su hamaca
artesanal y dos cáñamos tejidos y trenzados, con la concha del guácimo, cuando
las campanas españolas, dieron el primer toque para la misa de cinco, compadre
Xico quitó la tranca de mangle y abrió con sumo cuidado la puerta con bisagras
de tira de llantas, colocó el pie derecho en la calle y como había llovido dejó
su marca.
Se persignó y fue derechito
a la Iglesia a pedirle a Dios que le fuera bien en la correría y lo librara de
las balas de Afrodísio, que le diera discernimiento y el poder de
convencimiento para traer al fugitivo acompañado de su mujer, Brújula.
La chiva “La Melón”, redonda
como un melón, con su claxon pitó en el puerto, a la orilla de la playa que
baña el rio san Jorge, estaban cargándola con cincuenta bultos de pepino verde,
cultivados en sus arenas, cuando la playa se secaba.
Se embarcó compadre Xico en
la plaza principal, lo saludaron los pasajeros, el conductor y su ayudante,
correspondiéndoles el saludo, le preguntaron:
-
Para donde se dirige Compadre Xico
-
- Su respuesta fue:
-
- Para donde la brisa me lleve.
Pero ya compadre Xico sabia
donde se encontraba Afrodísio, su Bisabuela, le había dejado alguito para que
se defendiera y viviera su vida cómodo, se bajó en el cruce del guayabo, tomó
otra chiva y desde ese día compadre Xico no se ha visto más, dicen que le han
visto sus pisadas cuando llueve en el pueblo, pero yo creo que es que no lo
conocen, porque salió muy joven y ha cambiado de cara y de barata, con el
trascurrir de la vida.
Se metió tempranito compadre
Xico al rancho de tres pisos, propiedad de Afrodísio, sonó la aldaba grande en
la puerta de madera tallada, de color verde esperanza, en el centro de ella había
un ojo mágico, más una figura en alto
relieve de un gran Barco Pirata, suficiente huella para que compadre Xico, el
palabrero, lo localizara.
Se asomó al ojo mágico
compadre Xico, colocó el ojo derecho, al instante que de adentro para afuera
había asomado un tremendo ojo, como el de una vaca, ojo con ojo y gritó el
interlocutor, que solo se le escucho, “La policía, la policía, la policía” y,
acto seguido solo se escucharon rumores; el palabrero que desde su interior
estaba viendo todo y captaba los movimientos de la casa, sintió dar estarte a
carros en el garaje de cuatro parqueos de vehículos, pero no arrancaban, o
compadre Xico, no los dejó arrancar, sensación de que Afrodísio vivía bien con
su Brújula.
Nuevamente sonó la aldaba
contra la puerta de madera fina, vino a atender una criaturita de unos siete
años, igualita a Brújula, que para estos años estaría en unos cuarenta y dos,
según la descripción de su hermano Jader, la niña quitó los cerrojos, abrió una
hoja de puerta con una cadena de stop para no dejar entrar a particulares y sin
preguntarle por sus padres respondió:
“Buenos días señor, mi papa
mandó a decir, que no está en casa y mi mamá está indispuesta”.
Cortésmente Compadre Xico, contestó
el saludo de la niña y acto seguido dijo:
“Soy tu tío Eutimio, vengo a
saludarlos”
A esas palabras, Brújula que
se hallaba escondida habida por abrazar a su hermano, salió, dio resultado mi
primera estrategia, dictó la mente del palabrero, era una mujer alta delgada
cuarentona, con unas caderas jadeantes al caminar, traía en su cintura, una
pañoleta bordada a mano y terminaba en flecos, que impedían ver más allá de la
imaginación Masculina, su cabello recogido hacia arriba en forma de un tomate,
las cejas, más arriba de lo normal, la hacían verse como una tigresa, se cubría
sus pies con unas alpargatas con dos motas grandes de color rojo purpura, todos
sus dedos estaban cubiertos por anillos de color oro, esas características de Brújula,
indicaban su raza, casta y bienestar, además era rubia con ojos azules, pero sabía
que era ella, de acuerdo a la foto que mostró “El premier”, su hermano.
Eutimio, pronunció Brujula.
Si, vengo de parte de tu
hermano, tus padres y de la familia, soy el palabrero, Compadre Xico.
Ella sabía que para estos
casos, en la Etnia Wayuu, solo un palabrero tiene la potestad y el poder del
convencimiento, para arreglar los entuertos, entre familiares y particulares.
Salieron al instante tres
niñas y dos niños y, acto seguido apareció el temido Afrodísio, ya entrado en
edad, con sus ojos de color marrón que sobresalían de unas gafas fondo de
botella de cerveza de los años cincuenta del siglo pasado, cabellos
ensortijados de color amonados, ya no estaba quemado por el sol guajiro, ni las
sales marinas de la costa norte colombiana, ahora era un hombre claro,
regordete, vestía camisa manga larga de color azul cielo a doble puño, un reloj
de color oro, un pantalón blanco con dobles al final de la bota y unos zapatos
mocasines de cuero fino.
Antes de entrar a la mansión,
desde la puerta, el palabrero hizo un paneo ocular y captó toda la comodidad de la que gozaba
esta familia, una sala grande compartida por un arco de yeso y dos columnas
pintadas en color oro, un juego de muebles Luis XV, de color marrón claro,
abullonados, tapizado con tela fina maicaera, de flores amarillas con fondo
blanco, al lado de la puerta de entrada sobre un pedestal de mármol, había un ángel
de dos metros de estatura, con sus alas abiertas, dándole la bienvenida al
forastero.
Seguido del arco, había un
juego de comedor tallado con figuras de pájaros alcatraces, una cocina en media
circunferencia enchapada con piedras de mármol de color verde oscuro y un sinnúmeros
de juego de baterías de cocina y todos los cubiertos que se puedan imaginar, se
ve a simple vista que Afrodísio, el gamín del pueblo progresó con la unión de Brújula
y el nacimiento de sus hijos, esa pareja que un día, desapareció, dejando un
rastro de tristeza y sinsabor, por el comportamiento de Afrodísio, que ha
podido arreglar la situación por la vía derecho de la justicia Wayuu y no tomar
la decisión por la vía de hecho.
Pero bueno, la cosa para el
palabrero, no debían centrarse en las excentricidades del hogar, a él le pagaron
para buscar por la vía del dialogo y la razón a que esta familia se
reconciliara y Afrodísio, pagara el dote que correspondía a tan prestigiosa
dama, que sus padres le auguraban un buen futuro al lado de un prestante
hombre, por su puesto de su raza.
Afrodísio también era
Guajiro, pero no pertenecía a ningún clan, sus padres vinieron de Aruba en un
barco carguero y se radicaron en esa zona costera, ellos sus padres, un día se
devolvieron y el joven enamorado no quiso regresar, su prestigio solo llegaba a
los barcos de contrabando, y asomarse a la puerta del colegio donde estudiaba Brújula,
la profesora Leidys, lo invitaba a entrar y escuchar las clases, pero él se limitaba
a mover la cabeza en señal de un no.
Las primeras palabras que pronuncio Afrodísio fueron:
-
“ Quien
es usted, y que busca en mi hogar”.
“Soy el Compadre Xico, vengo
en paz con Dios y con los hombres” y antes de que él interlocutor bravo,
hablara por segunda vez el palabrero dijo:
“Que hermosa familia tiene,
todos son igualitos a usted, la familia de la señora Brújula deben estar
orgullosos de esos hermosos niños, que ellos manifiestan el querer de
conocerlos y estrecharlos en sus brazos, cosa que no pueden hacer sus abuelos,
por sentirse ofendidos por el agravio de que fueron objeto, pero que a la vez
tiene el deseo de arreglar el matrimonio de ustedes y ser una sola y gran
familia, incluyéndolo a usted señor Afrodísio, ahora todo ha quedado atrás, yo
lo felicito por la armonía que reina en su hogar”, y lo miraba fijamente a sus
ojos que durante estos valiosos minutos de intervención no parpadeó un instante,
por ultimo, le tiró un dardo para dejarlo semidormido como cuando se va a
capturar a un león, ya sus cuñados son sus hermanos, esos que usted no tuvo y
que estoy seguro que va a apreciar y van a prosperar como familia, además ya
los padres de Brújula son sus padres, no a toda persona se le presenta la
oportunidad de tener dos padres.
Bajó Afrodísio la cabeza y
en señal adormitada extendió su mano
-
Pase, indicó en una buena señal de amistad.
Durante tres días, con los buenos oficios y el poder del convencimiento compadre Xico le manifesto a Afrodísio que era
bueno y sano, regresar a casa de los
padres de Brújula, por los motivos de la avanzada edad de ellos y el querer de
sus nietos y esposa en reconciliarse con su familia, solo era arreglarse por la
vía de la justicia Wayuu, pagar el Dote y caso arreglado, no había por parte de
la familia de Brújula, ningún asomo de venganza, más que la nueva familia
gozaba de comodidades y prestigio en la sociedad donde moraban.
-
Usted me asegura que sus palabras tienen
asidero jurídico e indican la verdad, preguntó Afrodísio.
- Sí, señor tengo la potestad y el compromiso
de arreglar con usted en forma pacífica y equitativa este asunto y le aseguro buenos augurios en la relación
familiar.
-
Bueno entonces cerramos un trato,
advirtiéndole a usted, que las consecuencias que se ocasionen por esta
conciliación y reconciliación con la familia de Brújula, es responsabilidad
solo de usted.
-
Ahora explíqueme como dio con mi paradero,
después de tantos años, preguntó Afrodísio.
-
Con la guía del altísimo y sumo señor del
universo, contestó el Palabrero.
Sellaron la conciliación los
dos hombres con cuatro dedos de Wiski importado, hielo picado en trocitos,
música a bajo volumen y una larga y extendida conversación, donde cada uno de
los involucrados, se contaron los por mayores y por menores de sus vidas, que a la postre eran similares, terminando en horas de la madrugada, cantando rancheras mexicanas, de esas que
hacen llorar.
En horas de la noche, el
palabrero en sueños, trasmitió la voluntad
de Afrodísio, a Jader, el hermano de Brújula, que al día siguiente, este, contó
con lujos de detalles la efectividad de la palabra en sueño, a sus padres y
hermanos, porque para esos años no había comunicación fluida como ahora que
los aparatos de comunicación hablan y dirigen al mundo.
Ordenó y autorizó Afrodísio al palabrero, para que comprara los animales
para dotar a su mujer ante sus padres, y preparara la antesala y bienvenida en
casa del clan Cuidado, dándole los Reales necesario para tan valiosa misión, cinco
mil chivos, recogió compadre Xico por la región guajira y los llevo en veinte
camiones Jaula, a casa del jefe Mayepo, en señal a la buena voluntad de Afrodísio
arreglarse con la familia de Brújula, siendo entonces el clan con más chivos de
todita la región, que a la vez causó deterioro al medio ambiente, dejando casi árida
y pelada de árboles a la Sierra Nevada, a donde fueron a pastar.
Pasado un mes de haberse
arreglado el Palabrero compadre Xico con Afrodísio, el hombre a quien todos le
tenían pánico por sus dos pistolas y la metralleta en la mochila, llegó con su
familia a casa del Clan Cuidado de Brújula.
La familia, ávidos de ver
ese inmenso mar de colores azul y verde al atardecer, sus espumas blancas
arrastradas por las olas y tiradas con violencia a la playa, con susurro de
melodía, apaciguándolas al besar la arena en cámara lenta, ese mar que tanta satisfacción
y dinero cosechó Afrodísio, para obtener el amor de Brújula, que por voluntad
de sus padres no se pudo concretar por la vía de derecho, no quedándole otra
opción que raptarla y llevársela para el paraíso de la felicidad, muy lejos de su
entorno familiar, brindándole amor y rodeándola de todas las comodidades que se
le brindan a una princesa.
Afrodísio con el nacimiento
de sus hijos, cambió para bien, las pistolas y la metralleta que cargaba en el
alma, fueron cambiados por una sonrisa, un carisma y acertado tino en los negocios y toma de decisiones
compartidas con su mujer, quien se convirtió en una ejecutiva y era la mano
derecha de su esposo en el manejo de sus almacenes de electrodomésticos que
dominaban el mercado de un país vecino.
Un matrimonio, fue arreglado
por las familias Wayuu, en la alta guajira, una manada de chivos, joyas,
collares y mucho amor, dio como dote Afrodísio a la familia de Brújula, que con
vestido blanco escoltada de sus hijos, fue al altar, con el joven que no daban
por él en su tierra, un centavo en moneda de plata.
Para cerrar este cuento, compadre
Xico, un humilde hombre del común, con la palabra ha podido ayudar a coadyuvar
la voluntad humana, en querer arreglar problemas personales, familiares y
buscar la felicidad y armonía entre los humanos, utilizando como medio de persuación y conciliación la palabra, aquí los codigos de la justicia ordinaria quedan a un lado, solo con un acta de conciliación verbal y la palabra empeñada, se arreglan los entuertos juridicos de la Etnia.
Compadre Xico, sigue
utilizando la palabra como forma de vida, ahora mas allegado a sus ancestros a través
de la investigación, detectando al conglomerado familiar, por muy lejanos que
sean, y trasmitiendo historias, que rayan en la verdad, la ciencia y la
imaginación humana.