sábado, 28 de marzo de 2015

LA LEYENDA DEL GRAN HOMBRE LOBO

LA LEYENDA DEL GRAN HOMBRE LOBO
Por Francisco Carrasco Díaz
Escritor Colombiano de la Región Caribe




Josefina y su esposo Iván, salieron  a las ocho de la noche de la parcela para su hogar, después de una jornada de trabajo de más de catorce horas, tenían que recorrer doce kilómetros de montaña y camino angosto en sus mulos bayo y mojino.

Después de  los tres kilómetros de camino, el espacio se oscureció, la luna se ocultó, se escucharon ladridos de perros de monte y un fuerte huracán se venía de frente hacia ellos.

Josefina sacó de sus seno derecho un rosario y se puso a orar, Iván la miraba de reojos pero no dijo una sola palabra, a medida que avanzaban el ambiente se les volvía más pesado y enrarecido, sintieron los esposos que alguien los venía siguiendo a corta distancia.

Las veces que ambos miraron hacia atrás , no vieron a nada ni a nadie, el paso de los mulos ya no era acompasado, se sentían toscos y enredados, es más el mulo bayo casi se cae, por una mala pisada.

Al llegar a una quebrada, notaron que estaba desbordada y era imposible pasarla, a pesar que no estaba lloviendo en el sitio donde se encontraban, pero había caído un fuerte aguacero en las cabeceras de la montaña.

Decidieron acampar un poco, mientras las aguas bajaban su nivel, bajaron de los mulos, los amarraron a soga larga parta que comieran pasto fresco, Josefina le comentó a su esposo que ella tenía mucho miedo porque los venían siguiendo, Iván afirmó lo mismo, pero que no se preocupara, que quizás era por el cansancio y la fatiga de la pesada jornada de trabajo que tuvieron que realizar.

Decidieron hacer una fogata, Iván se internó al monte a recoger leña seca para encender y resguardarse de cualquier animal feroz o culebra cascabel.

Al notar Josefina que su esposo no regresaba, comenzó a vociferar el nombre de Iván, Iván, Iván, pero su llamado se lo llevaba el viento que ya comenzaba a soplar fuerte, decidió hacer  una fogata con hojas y palos secas en un espacio de arena, para que las llamas no se extendieran a la montaña.

De la espesura salió un hombre peludo como un mico, con las orejas como conejo blanco, tenía los ojos grandes y redondos y estaba provisto de unas largas y afiladas garras.

Josefina cogió un tizón de candela y lo amenazaba con quemarlo, haciéndolo retroceder, dio media vuelta y se internó en la montaña, pasaron veinte minutos de desosiego y miedo de la mujer e Iván no aparecía, Josefina se llenó de ánimo y decidió internarse a la espesa montaña y buscar a su esposo.

Gran sorpresa se llevó, cuando vio a su esposo sentado debajo de una mata de peralejos, emitió un aullido de lobo y se estaba transformando de lobo a humano, la mujer se escondió sorprendida por lo que acababa de ver y volvió al sitio donde estaba la candela y los mulos cargados.

Al poco rato regresó su marido con una frazada de leña, se le notaba un mal color de la piel de su cara y todavía se le veían sus uñas largas afuera.

Salió la Luna llena, bajaron las aguas en la quebrada y los esposos siguieron su camino a casa, no hubo conversación durante el recorrido de nueve kilómetros de camino faltante.

A la mañana siguiente bien temprano Iván ensillo su mulo bayo, se sirvió un café tinto caliente que el mimo preparó y se marchó nuevamente para la parcela, momento que esperaba Josefina, quien no pegó los dos ojos durante el resto de la noche, sabiendo que el que estaba acostado a  su lado en la cama, era el hombre lobo de la montaña.

Cogió un saco de recolectar algodón, metió sus tres trapitos de vestir, se calzó sus andalias y salió a la calle principal, ya venía el Jeep de Juan Buelvas, con destino a Corozal por  el camino de San Roque y después de muchos años, dicen que se fue a vivir a Maracaibo Venezuela, pero yo estoy seguro que ella no ha olvidado a Iván su esposo, tampoco sabe a ciencia cierta que paso esa noche en la montaña.

El hombre Lobo, después de que la fase lunar, paso de llena a nueva, le vino a la memoria, la hermosa mujer de la montaña, con quien hizo el amor y se convirtió en un animal peludo de color verde y con garras, ahora todas las noches a las doce en punto, en el parque del pueblo, emite su aullido el gran hombre Lobo.


sábado, 21 de marzo de 2015

HISTORIAS DE LA TIERRA PRIMITIVA

HISTORIAS DE LA TIERRA PRIMITIVA
Por Francisco Cadrazco Díaz
Terrícola y Escritor Colombiano, de la Región Caribe.

Nuestro Planeta, La Tierra, así como la hicieron, según la historia, quedo bien hecha, superado el impase por parte de Nicolás Copérnico, si es redonda o achatada, como la nariz de un boxeador, para nosotros los humanos que la habitamos, es lo de menos.

El mundo nació inocente de toda maldad, así permaneció por muchos años, los terrícolas, vivíamos arrastrándonos por el suelo, acompañados de los animales, sin ley y sin fronteras, comíamos de lo que la naturaleza nos proveía, nos tapábamos con unas hojas, usábamos flechas para cazar, y los alimentos que al sol se secaban, sin sal, sin comino y pimienta, eran deliciosos, nutritivos y saludables, también había una estructura familiar, mandaba la mujer.

El matriarcado funcionaba como el primer reloj, el sol, nada de irse para la calle, ¿cuáles calles? si no existían, las cantinas con las chicas provocativas, con cara de mono aullador y, un sinnúmeros de situaciones, que nos han complicado la vida a los humanos.

El licor de esa época era la chicha, que se hacía de maíz fermentado o de yuca pasada por un colador, artesanal que filtraba el agua de yuca, que por espacio de quince días mínimo se fermentaba y ese era el ron, o en su defecto la parte más tierna de una palma, se le hacía una abertura con una rula colín y por allí se filtraba el vino, que se echaba en un bangaño amargo, se le tapaba con un pedazo de palo y se dejaba diez días, les aseguro que la borrachera era grande que algunos iban a parar al cepo de madera.

En esa época de la vida de los humanos, no se hacían transacciones con moneda, era en trueque la forma más correcta de negociar especialmente los alimentos de la subsistencia.

Alguien se acordó de Judas y comenzó a negociar con monedas para venir a dañar el sistema de vida de los alegres terrícolas, dando pie a la envidia, el rencor, la avaricia, otro avispado que se le dio por convencer a los demás a comprar y vender, a vestirse con telas, a tener comunicación instantánea, solo con el sonar de un cacho de vaca, un caracol de mar sin la pulpa, o una señal de humo a la distancia, se sabía que había venta de cerdo, pescado, carne de res, o alguien se murió, convocar  a una reunión para ponerse de acuerdo a la siembra del arroz o maíz. Lo demás, se lo dejaban a la Luna o el sol en sus fases.

¿Por qué le pusieron precio a la vida?, si la vida no tiene precio alguno, las parejas se unían y procreaban, los partos eran normales, de pie o en cuclillas, asistidos por una matrona, sin anestesia y parían por donde la naturaleza ordenó salir al humano, así como los animales lo hacen.

La medicina, la sacaban de las plantas, los humanos se morían pocos, los cementerios estaban vacíos, los carpinteros elaboraban angarillas para burros y mulos, taburetes y camas, no usaban clavos de hierro sino espigas de madera, que pegaban con cola de vejiga de vaca.

Las casas eran de maderas y paja, embutidas de barro, los pisos eran de arena prensada, el agua bajaba del cielo, los ríos no se desbordaban, no había tsunamis en el mar, los arroyos corrían raudos por quebradas y ensenadas y daban sin tropiezos al mar, las familias eran numerosas, apostaban al que tuviera más hijos y todos comían y dormían, las culebras se arrastraban por los pies de los humanos y no las mataban, ni ellas mordían al humano, hoy en día no se puede tener culebras, menos por dinero.

Quien fue el desadaptado que se le dio de dividir nuestra tierra en porciones, limitándonos a seguir esa vida de nómadas, a dormir donde nos cogiera la noche, hacer lo que nos venía en ganas y vivir felices en manadas, con las jerarquías establecidas, la casa, la pesca, la siembra y cosechas de productos comestibles que almacenaban para repartir en épocas malas, todos trabajaban y todo se repartía equitativo, no había hambre, no había rencor, el que se salía del límite establecido lo metían en cintura, y no lo volvía a hacer.

La tierra era libre, sin dueños, los animales los había cimarrón, los habitantes eran casi todos familiares, los mares, los ríos, las montañas y toda la tierra era libre.

Los humanos, de acuerdo donde se encontraban, el clima de los polos y las grandes cordilleras, así era su pigmentación de la piel, pero no se discriminaban entre ellos, todos eran hermanos, vivían en sociedades bien constituidas, todos daban un  saludo y eso que no había nacido Carreño y su Urbanidad, las leyes eran costumbres no escritas y se cumplían a cabalidad.

Antes los animales no se les perseguía hasta exterminarlos, solo se cogían para la subsistencia humana, las hicoteas, los caimanes, las tortugas, los sábalos de ríos, el ponche o chigüiro, el saíno, el armadillo o jerre jerre, el tigre, el león, la guartinaja, la paloma torcaza, la pava congona, el toche, el chupaflor, el sinsonte, aves exóticas que nos enorgullecían, el rey golero, el águila pero no la cerveza,  donde quedaron, se han esfumado de la faz de la tierra.

Porque las medidas de pesos, si antes era al ojo y al tino, así la vida era bella, porque dividieron al mundo terrícola, en naciones, en estados, en regiones, en departamentos, en municipios, en corregimientos y caseríos, si así libres en la tierra vivíamos mejor, ¿por qué las jerarquías, sociales, religiosas, políticas y económicas?.

Quien inventó el papel moneda, ya debe estar bajo cinco metros de tierra, a dejarnos tremendo problema, que si no tienes dinero no comes, no vives, no eres nadie, no tienes vida, el carro, el yate, el avión, las mansiones, nada de esto es indispensable.

Las jerarquías  familiares recaían en el padre y la madre, los demás obedecían, ahora hay un poco de personas que se creen superiores, de quien y de que, si aquí en la tierra todos nacimos de una mujer, vinimos a este mundo en cueros, todos iguales.

Nadie es superior a otro, todos tenemos derechos de vivir en igualdad de condiciones, a repartir las riquezas de la naturaleza, depositar los alimentos y conservarlos como las hormigas, o es que no nos da pena que tengamos que coger ejemplo de un minúsculo animal, que al igual que los humanos, son terrícolas.

Quien dijo que se debe pagar dinero para ir a otro lugar de la tierra, ¿por qué la tramitología, los controles, la discriminación racial?, ¿por qué varias lenguas, si solo debe haber un código al hablar?, ¿a quien se le ocurrió la idea de acumular riquezas para una sola persona y los demás qué?, la desigualdad genera molestias a los humanos y eso no debe ser.

Hoy, hay humanos menospreciados, sin dinero para subsistir, pero también hay ricos de dinero que atropellan a los demás, también hay unos que se hacen llamar la autoridad monetaria que tienen la obligación de equilibrar, de repartir los bienes de la tierra en igualdad de condiciones, quien les da derechos a ser omnipotentes.

Que dolor, que pesar, para nosotros los humanos inteligentes, que nos hayan metido en tremendo bololó con eso del dinero, de la sociedad, de la división, resta y multiplicación, la economía, los idiomas y los limites terrenales, ya no somos libres y lo peor de todo este cuento es que nos estamos destruyendo uno por uno, quien dijo Guerra, es la eliminación del humano por el humano.

Se llegará el tiempo en que no quedará un espécimen de esta raza en la tierra, solo quedaran cenizas y arenas como en otros planetas, de aquí allá éste humano terrícola que está reflexionando, no debe existir, porque la tendencia del humano es a morir.

Allá los que acumulan riquezas en dinero, para que, los que maltratan, los que se creen superiores a que o quien, los que remplazaron a los patriarcados y  matriarcados, con la diferencia que aquellos trabajaban y acumulaban alimentos para todos.

Por todo lo anterior, solo quiero decirles que este mundo terrícola, ha retrocedido desde que el dinero entró a manejar al mundo.

La globalización de la tierra, la libertad, la igualdad de condiciones de cada individuo, el respeto a la vida, al buen vivir, a la naturaleza y a todo aquel ser viviente, con memoria o sin ella, que por algo están en este planeta.

Hay muchos ojos aguaitando, tomando notas de nuestro comportamiento, visitándonos, incrustándose en nuestro cuerpo, dispuestos a recuperar su identidad, a ellos no les conviene que destruyamos el planeta, ellos se nutren de las riquezas que tiene la tierra. No crean que estamos solos, no señor.

Referenciando a nuestra costa caribe, esa porción de tierra privilegiada, deseo que volvamos a despertar con el canto del gallo, las mañanas del domingo, frescas y alegres, esperemos con anhelo, la plaza de mercados para adquirir los productos comestibles, los vestidos para salir y trabajar, como la franela amansa locos, * juguemos el “montucuy” como lo hacían los indígenas Zenúes, en la región de las sabanas de la costa, que regresen las carreras de a caballos con jinetes acoplados, la esgrima a machete, la pólvora bien manejada y el ron (“ñeque” o “chirrinche”) y resultará la gran fiesta costeña típica hoy y de siempre.

Al llegar  los extranjeros e invadirnos nuestra privacidad, se revolvieron las sangres al compás del amor libre en miembros de las tres razas que se formaron, con mulatas y mulatos, zambos, cuarterones y tentes-en-el-aire, hasta contribuir a la mezcla triétnica que caracteriza al pueblo costeño.

Los abolengos, la nobleza, aquí no existía, lo que se formó  * fue”la raza cósmica” triétnica de la que hablaron el pensador mexicano José Vasconcelos. Los de “oro”, los de  “plata, los de cobre y hojalatas”, según la posición social resultante: Una morena pelirroja de ojos claros, el blanco de labio grueso y apretado cabello cuscús, el de piel zapote con cabello dorado y rizado, hasta el moreno con nariz aguileña y pelo lacio, que podían ser todos hijos de un mismo padre, así que déjense de pendejadas, más bien abran sus brazos y arropemos al conglomerado humano y tratémonos como hermanos.


Para reflexionar, piensa, mientras estés vivo, pon a funcionar esa materia gris, en bien de los demás, solo utilizas un cuarto de tus capacidades mentales y desperdicias el resto, abandona el complejo del “dejao”, estas actitudes tiene que ver con tendencias al descuido o apatía en la gente, que conlleva a la indisciplina, la informalidad e incumplimiento, esto es permitir que se hagan las cosas o avancen por inercia un poco antes de comprometerse en firme y personalmente con ellas.

Nada de lo anterior sucedía en este hermoso planeta, antes de la llegada del dinero, del espejo y de la violencia racial. Abrámosle las puertas al mundo, quitemos las barreras maginaría e imaginarias para que los terrícolas circulen sin dificultad, por todo el planeta.
Recordando a Candelario Obeso, el poeta Momposino, recogió en 1869, este importante sentimiento del costeño en su Canto del montará:
·        
       Esta vida solitaria que aquí llevo, con mi jembra y con mis hijos y mis perros, no la cambio poc la vida de los pueblos…., no me facta ni tabaco ni alimento; de mi pacmas ej er vino má que gueno, y er guarapo de mi caña estupendo, los animales tienen todo su remedio; si no hay contra conocía pa er Gobiecno, conque asina yo no cambio lo que tengo, poc las cosas que otro tienen en los pueblos…

Por todo lo anterior, la mayoría de los humanos, en especial los terrícolas asentados en el paraíso de “Región Caribe”, donde bien temprano, canta el gallo, solo deseamos la plena libertad, la igualdad de condiciones, la paz y la hermandad.

*Fals, Borda Orlando su libro Mompox y Loba.




sábado, 14 de marzo de 2015

EL GALLO, DE EUCLIDES

EL GALLO, DE EUCLIDES
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano-Región Caribe


Cantó el gallo basto de Euclides a las cuatro de la mañana, montado en el árbol de totumo, sigiloso organizó la levantada de sus gallinas, sus pollos y polluelos, una por una, las gallinas fueron bajando al vuelo desde lo alto del árbol.

Celosamente el basto hizo un conteo, estando su gallinero completo, pero le sobraba un ave, minuciosamente volvió a contar y analizar que animal estaba infiltrado, si era gallina bienvenida, pero si era el gallo de su vecina Prudencia, la cuestión  era a otro precio.

Por esos gallos peleando, Euclides y Prudencia habían tenido un encontrón días pasados, ya que el gallo de Prudencia tenía las espuelas grandes y afiladas porque era un gran gallo de pelear  que había recorrido varias galleras, en cambio que el gallo de Euclides era basto, sus espuelas eran toscas y romas, pero con la ventaja de pegar mas fuerte por su corpulenta figura y su imponente cresta.

Después del segundo conteo, el basto de Euclides notó la figura diminuta del gallo de Prudencia, aparto los pollos y polluelos del camino, las gallinas culecas y los polluelos recién venidos a este mundo y, sin mediar palabras lo enfrentó.

Las gallinas cacarearon y se formó un alboroto en el traspatio de la casa de Euclides, solo se escuchaba, dale bastían, dale bastían, no te dejes ganar de ese enano, tu mandas en este gallinero.

Prudencia, escuchó el ajetreo de los animales y pensó que la zorra, se estaba comiendo a las gallinas, escopeta en mano con doce cartuchos salió a su patio, camino diez pasos y vio a Euclides animando a su gallo basto, en contra del fino, el que le daba a Prudencia para la comida, ya que toda pelea en la gallera se la ganaba.

Lo que Prudencia no vio, era que Euclides estaba apartando los gallos, cogiendo al fino para tirarlo al patio vecino, para evitar una pelea más con su vecina Prudencia.

“Quieto Euclides, no te muevas que te vuelo la oreja izquierda”, vociferó Prudencia desde su patio, a esa voz, el hombre soltó al gallo fino, levanto las manos y le dijo a Prudencia:

“Que vas a hacer mujer, solo estaba apartando los gallos para evitar una muerte del basto”, a lo que la mujer contestó, “si eso es lo que quiero, que tu gallo muera”.

No había terminado de pronunciar la palabra, cuando se oyó un sonido Q”ueeeeeeeooooo, era el gallo fino de Prudencia que caía al piso, dando vueltas como ruleta sin control, ambos humanos miraron la escena y se dieron cuenta que el gallo basto de Euclides, había matado al fino de Prudencia, solo quedaba desplumarlo meterlo a la olla, colocarlo al fogón de leña con los condimentos característicos de los pueblos y acompañarlo con yuca harinosa, arroz blanco y pare de contar.

Prudencia se pasó al patio de Euclides, recogió su gallo fino, le dio auxilio boca a boca, notó que tenía pulso, lo colocó debajo de una totuma y comenzó a darle toques, por espacio de medio día,  Prudencia lloraba a su gallo, en la nochecita le fue retirando despacio la totuma, sonrió y pensó en la venganza a su vecino.

Euclides corrió a refugiarse en su casa, antes de que Prudencia apretara el gatillo de su escopeta Wínchester calibre 12, niquelada y no salió hasta que llegó la autoridad, el inspector de policía a arreglar este entuerto entre los vecinos del barrio tripa larga.

Prudencia era una mujer soltera, eso sí de armas tomar, heredado de su padre, quien era un gran oficial de caballería de la hacienda Cocoa, usaba botas largas de cuero, acostumbrada a tomar decisiones, como la de ser la Esposa de Euclides a las buenas o a las malas, lo que el hombre no sabía eran las intenciones de la mujer, porque cada vez que se encontraban se decían barbaridades, sopretesto de la pelea de sus gallos.

Conciliaron delante del Inspector de Policía del corregimiento, tasaron el valor del gallo fino, la indemnización a Prudencia, debido a que el gallo era su sustento diario, en suma total, prudencia pidió la hacienda de Euclides, mas cien cabezas de ganado, por la muerte del gallo fino.

Euclides sorprendido y viéndose arruinado por Prudencia, le pidió matrimonio delante del inspector, para arreglar de una vez por todas sus diferencias de gallos, de peleas y de vecinos, ambos estaban solteros, a Euclides lo único que no le cuadraba era el mal genio de Prudencia, tenía que trabajarla mucho, amansarla como yegua cerrera y vivir feliz con su vecina y sus gallos.

Se casaron Euclides y Prudencia, mandaron a tumbar la cerca de palitos que separaban a los dos vecinos, así sus gallos y gallinas tendrían espacio para crecer y alimentarse mejor, lo que notaron fue la desaparición del gallo basto de Euclides, le preguntaron a las gallinas y no dieron razón, entonces como los niños no mienten,  le lanzaron la pregunta a un polluelo, grande y avispado, que sin respirar dijo:

“Mi papá se fue, porque él no acepta ni tolera a la madrasta Prudencia, además el presentía que lo iban a sacrificar el día del matrimonio, también dijo que no se prestaría para peleas, entre el gallo basto de Euclides contra el gallo fino de Prudencia, mi tío papujo trajo razón, que habían visto en el cruce de la gallera, al gallo fino de Prudencia y el bastían (perdón) o sea mi papa, bebiendo ron en la cantina de la Tica.


sábado, 7 de marzo de 2015

EL VELOCIPEDO MARACUCHO

EL VELOCIPEDO MARACUCHO
Por Francisco Cadrazco Díaz
Escritor Colombiano-Región Caribe



El mono Emel, fue un joven extrovertido, de cabellos largos color rojizos , piel blanca con punticos negros en la cara, casi rayando a cariaco, le gustaba vestirse bien, se miraba en el espejo de sus vecinos y hermanos del lado izquierdo de su casa, salía en la tardecita y regresaba en la madrugada, después de una noche de baile.

Una mañana tan temprano que no habían hecho el café tinto, en casa del mono, el viejo se levantó con el segundo apellido de primero y el primero en el último puesto, miró para el cuarto del mono y la cama estaba vacía, en ese instante venia entrando el mono de una fiesta y se tropezaron en el dintel de la puerta principal, allí se atravesó el viejo a no dejar entrar al mono, lo vacío y le dijo las cuatro verdades que se le vinieron a la memoria.

El mono con unos tragos encima y tratando de calmar a su padre le dijo:

Ajá papá y si yo le digo que me voy para Venezuela mañana, usted que dice:

El viejo infló sus cachetes de la rabia, se puso rojo y contestó:

Largateeeee., ya has debido irte desde hace mucho tiempo, el mono que no se quería ir, solo le quedo agacharse y pasar por debajo de los brazos estirados de su padre que no lo dejaba entrar.

El mono esperaba que su padre le contestara que no se fuera, que recordara que era el único hijo varón en la casa y que tenía que cuidar a sus tres hermanas.

Al fin y al cabo el mono Emel se fue para Venezuela con sus hermanas, allá en Maracaibo, se consiguió una bicicleta la engalló bien que todos en el barrio tenían que ver con la bicicleta del mono, la llamó EL VELOCIPEDO MARACUCHO, el con su aguaje de coca colo, se amarraba la bota del pantalón con un gancho plástico de asolear la ropa se montaba en su velocípedo y salía con su cuello en alto, emprendía veloz carrera y se perdía de vista.

Una mañana el mono Emel, se puso su mejor pinta, sacó su bicicleta brillante, su vecina y amor platónico estaba al frente parada en la puerta, el mono se inquietó, se le olvidó colocarle el gancho a la bota del pantalón, se montó e hizo pantalla su bicicleta en zig- zag, luego aceleró, cuando había recorrido diez metros  de distancia, la bota del pantalón se enredó en la estrella de la bicicleta, levantó la rueda trasera y se fue de bruces contra el pavimento, el mono dio cinco vueltas como rueda de carro, los curiosos se agolparon y trataron de socorrerlo, pero como él sabía que su novia lo estaba mirando, se levantó, se estiro el cuello de la camisa, movió sus hombros a ambos lados, se sacudió los brazos, estiro el pantalón hacia abajo, lo sacudió, se montó en su bicicleta y cuando fue a pedalear sintió un dolor agudo, amargo y peludo en su pierna derecha, la respiración se le acortó, miró de reojos hacia atrás y vio a su novia comentando el accidente, y escucho a alguien que dijo:

Ese muchacho es un berraco, con esa caída era para estar en el hospital todo reventado, esperando que le apliquen los primeros auxilios.

Como la cuadra finalizaba a quince metros el mono pedaleo como pudo, tan pronto vio un callejón, dio curva a su bicicleta y calló a tierra, sobándose su rodilla y agarrándose la costilla que le quedó como punto de lanza con ganas de romper la camisa, no aguanto el dolor y se privó, su novia que sabía que estaba cogido del dolor de la caída en su velocípedo, se fue tras de él y, cuando llegó a la esquina del callejón, la bicicleta estaba tirada a la mitad de la calle y el mono se encontraba inconsciente al lado de su velocípedo, con los signos vitales bajitos a la mínima expresión, su pulso solo se sentía, cuando el mundo estaba en silencio, tenía en la rodilla derecha un pronunciado, parecido a un boli de quinientos pesos.

Su novia que era enfermera, salió a la calle principal y pidió auxilio, al conglomerado, lo subieron a su velocípedo, lo llevaron a urgencias del hospital y el diagnóstico fue, una costilla dislocada, la tibia y el peroné fuera de su sitio normal, los cinco postes delanteros de su boca, los encontraron en el bolsillo izquierdo de su pantalón, todo por estar pantalleándole a su amor platónico, en el velocípedo.

El mono Emel, tan pronto sanó sus heridas, cogió su maleta de acordeón, se subió en una guagua y partió para su natal Cartagena Colombia, donde vive, fresco y tranquilo como siempre, mamando gallo y levantando leas, bailando en las verbenas, refiriendo cuentos en la terraza de su casa.

Unas viejas amistades, que llegaron a visitarlos, después de treinta y cinco años de ausencia, le refrescaron la memoria del cuento del velocípedo maracucho, se colocó las dos manos con sus dedos en la cabeza, se le pusieron sus cachetes rojos, bajó sus manos a la cara se las sobó de arriba hacia abajo, soltó una carcajada y dejó entrever sus dientes postizos resultado de aquella aparatosa caída, cogió aire y refirió el cuento del Velocípedo Maracucho, este escritor con suma atención tomó apuntes, para trasmitirles con pelos y señales, una de las aventuras del mono Emel, mi gran amigo.